SERVIR Y DARSE ES EL CAMINO DE LA
SALVACIÓN
Domingo 29° ordinario, 17 de octubre
de 2021
Marcos 10,(32-34) 35-45 .
Carlos Pérez B., pbro.
Estamos siguiendo los
pasos de Jesús que se encamina decidido a Jerusalén, donde vivirá los momentos
más dramáticos de su vida mortal. En el camino, él nos ha venido anunciando
anticipadamente esa suerte que le esperaba en la ciudad santa. Hoy nos tocaría
proclamar el tercer anuncio de su pasión, pero el leccionario romano no lo
pone, sólo la respuesta de los discípulos a este tercer anuncio. Recordemos
que, de manera especial y clara, san Marcos nos consigna cada uno de los
anuncios de la pasión seguidos de la reacción contraria de los discípulos, en
las que nos puntualiza el evangelista que los discípulos (al igual que
nosotros) no entran en el entendimiento, de cuerpo entero, del camino mesiánico
de Jesucristo. Nosotros sabemos que él es el Redentor, pero no aceptamos que lo
sea por ese camino, preferimos aferrarnos a los caminos o procederes del mundo,
que son el poder, el honor, el éxito, jamás el fracaso de la cruz.
Por ello, para comprender
mejor el pasaje evangélico de hoy, les ofrezco primero el tercer anuncio de
Jesús: "Iban de camino subiendo a Jerusalén, y
Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le
seguían tenían miedo. Tomó otra vez a los Doce y comenzó a decirles lo que
le iba a suceder: Miren que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será
entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le
entregarán a los gentiles, y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le
matarán, y a los tres días resucitará” (Marcos 10,32-34).
(Convendría
incluso que, en nuestra lectura personal, repasáramos el comportamiento de los
discípulos en estos tres capítulos de san Marcos: 8, 9 y 10).
Entrar
en el camino de Jesús es lo que les costó mucho trabajo a los discípulos,
comprenderlo espiritualmente, lo mismo que a nosotros. Ante el tercer anuncio
de la pasión, dos de ellos se ponen a pedirle que les conceda sentarse uno a su
derecha y el otro a su izquierda "en su gloria”, no en su cruz. Esto equivale a
entender políticamente el camino de Jesucristo, entenderlo en clave de poder
humano.
Es
extraordinaria la enseñanza que nos da el Maestro, no solamente a nosotros los
cristianos sino a todos los seres humanos, como el camino de la salvación de
todos, porque lo contrario, es el camino, sin lugar a dudas, de la perdición de
nuestra humanidad. En serio, preguntémonos por qué se sigue perdiendo este
mundo si no es que por esa lucha por el puesto, por el escalón, por el quién es
más, quién está encima, quién domina, quién es el centro de atención tanto en
la familia, como en el trabajo, como en la sociedad, como en nuestra Iglesia.
Es la carrera por el poder, por el prestigio personal.
Debemos alegrarnos de la transparencia con que la comunidad de san Marcos escribió este evangelio bajo la inspiración del Espíritu Santo. Si los doce llegarían a ser los primeros obispos de la Iglesia, pues el evangelio no oculta que su aspiración por el puesto ya lo traían en su corazón. Esto no deja de ser una lección para nuestra Iglesia de hoy, que ha cambiado tanto sus procedimientos. Hace
unos años, decía el Papa Francisco, como si se refiriera directamente a este
pasaje evangélico: "Y,
por favor –y esto como hermano, como padre, como amigo– por favor, huyan del
carrerismo eclesiástico: es una peste. Huyan de eso”.
A
Jesucristo lo entendemos con la cabeza, no así con nuestra vida: "Ustedes saben que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como
señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder…”. Aquí Jesús se mete en política, pero no porque le
interese el poder humano. ¿Cómo no se va a meter en política si precisamente
ahí se da la lucha por el poder? Es una denuncia clara y fuerte de los poderes
de este mundo. Cuando los seres humanos entremos en la lucha por el servir, entonces
podremos hablar de salvación. Estas palabras de nuestro señor Jesucristo
deberíamos ponerlas con letras de oro en la curia romana, en las curias
diocesanas y parroquiales, y no se diga en los palacios de gobierno, porque las
enseñanzas de Jesús son universales, para creyentes y no creyentes, incluso
hasta en nuestros hogares: "No ha de ser
así entre ustedes”. O también deberíamos los cristianos, especialmente los
clérigos, y todos los seres humanos, repetirlas mil veces al día. Y abunda
Jesús: "Al contrario: el que quiera ser grande entre ustedes, que
sea su servidor, y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos”.
¿Lo
entendemos? Claro que no. Jesucristo lo vivió de cuerpo entero: "El Hijo del hombre, no ha venido a que lo sirvan, sino a
servir y a dar su vida por la redención de todos”.
Los
verdaderos cristianos son los que entran en el camino de Jesús. Alegrémonos
porque en la Iglesia (y también en la sociedad) hay muchas personas que saben
ponerse al servicio gratuitamente de los demás: en la caridad, en la
catequesis, en la defensa de los derechos humanos, en la lucha por la vida,
etc. Aprendamos de nuestro Maestro que puso su vida entera al servicio de la
salvación de la humanidad. Muchos católicos se conforman con una religión de prácticas
ocasionales, pero a todos tenemos que llamarlos a ponerse al servicio de la
comunidad. No lo dice un sacerdote, un obispo, ni siquiera el Papa, lo dice el
mismísimo Jesucristo nuestro Señor. Y, sin presunciones, enseñémosle a este
mundo que los afanes personales es lo que nos pierde, y que el camino del
servicio humilde es el que nos salva.