Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





DIO TODO LO QUE TENÍA PARA VIVIR

Domingo 32° ordinario, 7 de noviembre de 2021.

Marcos 12,38-44.

Carlos Pérez B., pbro.

 

Contemplamos a Jesucristo ya en el templo de Jerusalén, la meta de su caminata desde Galilea.

Seguramente, al escuchar este pasaje evangélico solamente nos quedemos con la conclusión o moraleja que saca el mismo Jesucristo: esta viuda echó en las alcancías todo lo que tenía para vivir, y así lo tenemos que hacer nosotros.

Sin embargo, no debemos fijar nuestra mirada solamente en la enseñanza verbal del Maestro. Como discípulos suyos, contemplamos toda su persona, su comportamiento, su manera de ver las cosas y las personas; nosotros nos fijamos en todos los detalles del evangelio.

Primero hay que decir que Jesús es muy observador, hasta criticón. Crítico de los escribas y de los ricos que acudían al templo. ¿Es malo fijarse en las personas? ¿Es malo hacer crítica de sus comportamientos y de sus actitudes? Pues nuestro Señor saca enseñanzas muy positivas de esa mirada tan profunda que le caracterizaba, y sus observaciones las convierte en evangelio. No criticaba sólo por sacar la garra, el trapito sucio, sino para invitar a todo mundo a cambiar. Nada mejor que describir cómo somos los seres humanos.

Nos dice san Marcos que Jesucristo le enseñaba a la multitud, ahí en los atrios del templo, el lugar sagrado de los judíos. ¿Qué les enseñaba? En esta ocasión no les hablaba de Dios, de su salvación, de su misericordia, sino de cómo eran los escribas, porque el Maestro no quiere que lleguemos a ser como ellos. Y lo primero que nos dice, y lo primero que hacemos. A los escribas, gente muy religiosa, observante de la ley de Moisés, les gustaba lucirse delante de los demás, y ser objeto de la aprobación, respeto y admiración del pueblo. Me atrevo a decir que hasta se parecen a los clérigos de hoy día, que nos gusta lucirnos delante de las personas. Ponemos de pretexto la liturgia, pero en el fondo de nuestro corazón (si no de todos, por lo menos de muchos), nos gustan los ornamentos elegantes que nos hacen aparecer mejores que los demás… al menos atraemos las miradas de mucha gente.

Pero ni qué decir de las costumbres o mañas de nuestra sociedad. ¿A quién no le gusta tener, no una buena apariencia, sino el mejor aspecto? Por tu peinado, por tu ropa, por tu auto, por tu celular, por tu calzado.

¿Ya nos estamos volviendo criticones? Bueno, eso hacía nuestro Señor, pero para que nos miremos en nuestro interior. ¿Por qué nos gustan las apariencias? ¿Acaso somos mejores personas por nuestro exterior? La religión no se diga, sirve tanto para lucirnos delante de los demás. ‘Nos gusta hacer ostentación de largas oraciones’; palabras textuales de nuestro Señor. ¡Cuidado!, nos dice nuestro Maestro. Por eso es tan importante y necesario que nos pongamos todos los católicos a estudiar los santos evangelios, para que sea el mismo Jesús quien nos enseñe y nos corrija con esa mirada tan escudriñadora que tenía sobre nosotros mismos. Y así, conociendo los santos evangelios, podamos hacerle un servicio excelente a nuestro mundo, a nuestra sociedad.

En cambio, es Jesús mismo el que nos hace ver el contraste tan marcado entre los escribas y la viuda de las ofrendas. Contemplemos a Jesucristo tal como nos lo presenta el evangelista: sentado frente a las alcancías del templo. ¡Habrase visto! El Hijo de Dios sentado como cualquier vecino mirando a las personas echar sus ofrendas en los cofres. ¿Alguna vez han visto ustedes a un obispo, a un sacerdote sentado así como Jesús? ¿Qué no tenía Jesucristo una tarea tan grande encima como la salvar a esta humanidad como para perder el tiempo mirando a la gente? Pues precisamente por eso, para ser salvación, nos da ejemplo de cómo hay que mirarnos en el espejo de los demás porque así somos nosotros. ¡Qué bello es Jesucristo!, el pobre galileo, el que no busca los primeros lugares en los banquetes sino sentarse, seguramente en el suelo, para mirar el interior de las personas.

No dejemos pasar otro detalle maravilloso de este pasaje evangélico: Jesús llama a sus discípulos para compartirles su mirada, para educarlos en su mirada profunda y también en el desprendimiento de la viuda. Esta viuda es todo un evangelio para nosotros. Por eso alguien dijo que los pobres nos evangelizan (José Bouchaud), como esta viuda del evangelio, como la viuda de los tiempos de Elías (primera lectura). Jesucristo sí es como esta viuda, dio todo lo que tenía para vivir, en su caminar por Galilea, en la cruz.

 


 

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