UN REY SERVIDOR
Domingo de Cristo Rey, 21 de noviembre
de 2021.
Juan 18,33-37.
Carlos Pérez B., pbro.
Nuestro Señor Jesucristo, el pobre que
nació en un portal de Belén y que se crió y creció en un tallercito casero de
Nazaret, se presentó en toda la región de Galilea y sus alrededores anunciando
una novedad: "Marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: El tiempo se ha
cumplido y el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en la Buena Nueva” (Marcos 1,14-15). Todos
los que nos decimos cristianos estamos obligados en discernir qué alcances, qué
sentido, qué dirección tiene ese anuncio de Jesús: el reino o reinado de Dios.
Hoy celebramos la fiesta de Jesucristo Rey del Universo, el último
domingo del año litúrgico, como signo de que encontrarnos en la plenitud del
reinado de Jesús es la meta de nuestro caminar por nuestra vida y por nuestra
historia.
Los católicos en general vivimos
nuestra religión como si fuera un conjunto de actos y comportamientos piadosos,
estrictamente religiosos, como rezar, alabar a Dios, ir a Misa de vez en
cuando, persignarnos, etc. Y, desde esta manera de vivir la religión hasta nos
parece extraño que la Iglesia en algunas ocasiones como se entromete con las
cosas de la política, los derechos humanos, la justicia, la defensa de los
pobres y vulnerables, la asistencia a los migrantes, y demás. Todo como si
fueran ambas cosas el agua y el aceite que no se mezclan.
Para este día, la Iglesia nos presenta
tres imágenes de Jesucristo rey: en el ciclo A, el año pasado, la imagen de
Jesucristo que congrega a todas las gentes de todos los tiempos para acogerlas
en su reino o para rechazarlas porque no formaron nunca parte de él; esto en el
evangelio según san Mateo. En el ciclo B, que estamos terminando ahora, la
imagen de Jesucristo rey frente a Pilato, el rey de los judíos en turno. Lo
hemos proclamado en el evangelio según san Juan. Y en el ciclo dominical C,
contemplamos la imagen de Jesucristo, un rey crucificado, en el evangelio según
san Lucas.
Así es que ahora nos encontramos con
dos reyes, frente a frente, uno de a de veras, el otro de a mentiras. Un rey
que ejerce el poder humano, ungido por el imperio romano, y otro rey
completamente despojado, que terminará ejecutado como un delincuente sin que
nadie salga en su defensa. ¿Dónde quedaron sus soldados y sus armas? No los
tenía. Subió a Jerusalén pero no como un conquistador que somete a los
conquistados, que reprime a sus adversarios y mata a los que se resisten a
sometérsele, sino como un rey pacífico, que convence, que sana, que salva, que
acoge con misericordia a los más desprotegidos, un rey que integra, que incluye
a los excluidos, un rey que da la vida y da su propia vida, que evangeliza y
hace protagonistas a los pobres, el Servidor de Dios y de los seres humanos.
En el evangelio según san Juan
encontramos esta insistencia sobre la condición de Jesucristo como un rey: Natanael
hace esta profesión: "Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel” (Juan 1,49). En la señal
de los panes (multiplicación) Jesucristo tuvo que huir porque la gente lo
quería hacer rey a la fuerza (Juan 6,15). Al entrar a la ciudad de Jerusalén,
la gente que lo acompañaba, lo aclamó como un rey: "Al enterarse la numerosa muchedumbre que había llegado para la fiesta,
de que Jesús se dirigía a Jerusalén, tomaron ramas de palmera y salieron a su
encuentro gritando: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, y el
Rey de Israel!” (Juan 12,12-13). Y, en el pasaje de hoy, es Pilato el que
le interroga sobre su condición. Convendría que leyéramos
el pasaje más amplio en Juan, al menos desde 18,19 hasta 19,16, es decir, desde
que el sumo sacerdote interroga a Jesús, pasando por las preguntas de Pilato
hasta que éste se lo entrega a ellos para que lo crucifiquen.
Ellos lo habían entregado al poder
romano como un malhechor: "Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado”. Pero Pilato le da trato
de rey, siguiéndoles en broma la corriente a los judíos: "¿Eres tú el Rey de los judíos?” Jesucristo acepta ante Pilato ser
rey, pero no exclusivamente de los judíos: "Sí,
como dices, soy Rey”. Nada más que antes hace la aclaración: "Mi Reino no es de este mundo”. Esto no quiere
decir que lo suyo no tiene nada que ver con este mundo. Algunos han entendido
que el reino de Jesús es algo meramente celestial, que tiene que ver más con
los ángeles que con los seres humanos que tenemos nuestros pies en este mundo.
En ocasiones hemos entendido así nuestra fe cristiana. No. Jesucristo se
refiere con esas palabras a que su reinado no es un reinado mundano, un poder
de los hombres. Su reinado no es como el de Pilato, o el de Herodes, o el de
Tiberio César. Esos son reyes y reinados falsos, creen tener un poder que no
les corresponde. En cambio, el de Jesús, es un reinado de verdad: "Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he
nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo
el que es de la verdad, escucha mi voz” (Juan 18,37).
Lo de Jesús es un proyecto de Dios Padre. Jesucristo dio su vida por
establecer, por iniciar formal y realmente el reinado de Dios, un reinado de
justicia, de amor, de paz, de libertad que sólo puede venir de Dios. Cada quien
ha de responder: ¿quieres ser parte de este reinado de Dios? No contestes con palabras, responde con tu vida, una vida en sintonía con el Evangelio.