LA MENSAJERA DE LA BUENA NOTICIA EN PERSONA
Domingo 12 de diciembre de 2021, solemnidad
de N. Sra. de Guadalupe
Lucas 1,39-48.
Carlos Pérez B., pbro.
En este tiempo de adviento celebramos la visita de la virgen María al
indígena Juan Diego, en el monte del Tepeyac (el ‘Cerro Nariz’). En la línea de
Isaías, Juan Bautista, el mismo san Lucas, la Virgen también es mensajera y
portadora de buenas noticias para este pobre pueblo: la llegada de Dios en la
persona de su Hijo. Hace 2 mil años, ella fue a visitar a una mujer adulta
mayor, pariente suya, para ponerse a su servicio, porque estaba esperando un
hijo, quien sería Juan el Bautista, y para llevarles a ambos al que los
llenaría del Espíritu de Dios. También nosotros estamos esperando, junto con
ella, al Salvador del Mundo. La navidad ya aconteció, hace 2021 años, pero
estamos esperando la plenitud de los tiempos, la plenitud del tiempo de Dios,
el cumplimiento pleno de su santa voluntad, el tiempo de la salvación
definitiva, el reino de Dios.
La virgen de Guadalupe es por excelencia la virgen del adviento. En 1531,
el 12 de diciembre del calendario juliano equivalía al 22 de diciembre del año
astronómico. 50 años más tarde el Papa Gregorio XIII le quitó esos 10 días al
calendario para que coincidieran ambos, el calendario nominal y el calendario
astronómico (del 5 de octubre de 1582 se pasó al 15 de octubre).
¿Es importante esto? Pues sí, para entender mejor las cosas como se vivieron
en la cultura indígena del Anáhuac, porque los naturales de aquellos tiempos,
no se guiaban por el almanaque, sino por el movimiento del sol. El día que la
imagen de la Virgen se plasmó en la tilma de Juan Diego, era el solsticio de
invierno, no el 12 de diciembre sino el 22, cuando el sol, desde el punto de
vista de los que vivimos en el hemisferio norte, toca el punto más al sur de
nuestro año. ¿Qué significaba eso para los indígenas? Que estaba a punto de
nacer el nuevo sol, el nuevo año. La virgen de Guadalupe, mediante esa imagen
de una mujer a punto de dar a luz, viene a brindarnos algo extraordinario, nada
menos que al verdadero nuevo sol que nace de lo alto, que viene a iluminar a
los que habitamos en tinieblas y sombras de muerte y para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz (ver Lucas 1,78-79), el Hijo de Dios que se hizo carne
en su vientre. Su imagen plasmada en la tilma de Juan Diego no es meramente
para dejarnos un objeto al cual darle culto, sino un cartel profundamente
evangelizador, un código que los indígenas saben leer mejor que nosotros. En
navidad acogemos en ella a Jesucristo nuestro Salvador.
Por otro lado, la virgen María nos ha dejado un documento muy bello que
contiene la narración de esos encuentros que ella vivió con Juan Diego. Ese
documento se llama "Nican Mopohua”, son dos palabras nahuas con que empieza el escrito.
Siempre se conoció en su lengua original, porque la virgen no le habló a Juan
Diego en el idioma de los conquistadores, sino en su lengua materna. Fue a
principios del siglo pasado que a alguien se le ocurrió traducirlo para que
nosotros lo pudiéramos conocer, con una relativa aproximación.
Así como quisiéramos que todos nuestros católicos conocieran poco a poco
los santos evangelios, así quisiéramos que los católicos guadalupanos
conociéramos este mensaje tan cargado de riqueza, de fe, de evangelización
inculturada. Es sorprendente que hace casi 500 años (490, para ser precisos),
cuando todavía no se hablaba de la teología de la liberación, la virgen ya
estaba poniendo en práctica ese modelo de evangelización de los pobres. No se presenta
ante el obispo de México, Fray Juan de Zumárraga, para que vaya a evangelizar a
los indígenas, sino al revés, se le presenta a Juan Diego para que vaya a
evangelizar al centro de la religión que era Tlatelolco. El pobre está siendo protagonista,
sujeto activo de la evangelización, en su movimiento más evangélico, de abajo
hacia arriba, como deben ser las cosas, como lo hizo aquel Pobre que nació en
Belén, ser buena noticia a partir de los pobres. En el Nican Mopohua se nota
fuertemente que la Virgen por nada del mundo va a cambiar su decisión de que
así se hagan las cosas, ni siquiera porque el mismo Juan Diego se lo pide: "te ruego encarecidamente. Señora y Niña mía, que a alguno
de los principales, conocido, respetado y estimado le encargues que lleve tu
mensaje para que le crean porque yo soy un hombrecillo, soy un cordel, soy una
escalerilla de tablas, soy cola, soy hoja, soy gente menuda, y Tú, Niña mía, la
más pequeña de mis hijas, Señora, me envías a un lugar por donde no ando y
donde no paro”. A lo que la Virgen le responde: "Oye, hijo mío el más pequeño, ten entendido
que son muchos mi servidores y mensajeros, a quienes puedo encargar que lleven
mi mensaje y hagan mí voluntad; pero es de todo punto preciso que tú mismo
solicites y ayudes y que con tu mediación se cumpla mi voluntad”.
¿Entendemos y vivimos este modelo de
evangelización? Esperamos que el proceso sinodal al que nos ha convocado el
Papa Francisco, nos vaya enseñando, en la práctica, una nueva manera de ser
Iglesia, desde las bases, desde los pobres, no desde el poder y el honor.