LOS CAMINOS DE DIOS
Domingo 19 de diciembre de 2021, 4° de
adviento
Lucas 1,39-45.
Carlos Pérez B., pbro.
De nueva cuenta hemos escuchado este
pasaje de la visita de María a su prima Isabel. El domingo pasado, 3° de
adviento, nos tocaba escuchar el pasaje de la predicación de Juan Bautista, en
el capítulo 3 de san Lucas, pero no se proclamó porque la solemnidad de la virgen de
Guadalupe traía su propio juego de lecturas. Pero como el domingo pasado nos
detuvimos más en la visita de la Virgen al indio Juan Diego en el Nican
Mopohua, ahora sí podemos fijar nuestra atención en aquella otra visita, a la
casa de Isabel.
Hablando de visitas, María había
recibido la visita del ángel Gabriel. Entre las muchísimas mujeres que había en
aquel momento de la historia, Dios puso sus ojos en una humilde jovencita y
pobre de una aldea llamada Nazaret, un conglomerado de familias emparentadas
entre sí, situada en las lomas de Galilea. Sus habitantes vivían de contratarse
como jornaleros en las fincas agrícolas de los propietarios ricos que vivían fuera
del lugar; había también algunos pastores y un que otro artesano, como José, el
desposado con esta jovencita llena de gracia. El ángel le comunicó una noticia inédita
en todo el devenir de la creación, una que no se imaginaron los profetas y los
patriarcas del antiguo testamento. ¿Cuál? Que el Hijo eterno del Padre se
encarnaría en el vientre de esta mujer. ¿Cómo sería esto? Por la fuerza y la
gracia del Espíritu Santo. ¿Cómo reaccionó María? ¿Acaso salió a la calle para
gritar: ‘me saqué el premio mayor de la lotería’?
Claro que no. Ella solamente asintió
con toda sencillez: "yo soy la esclava
del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Algo parecido escuchamos en la
segunda lectura de hoy, en la carta a los hebreos: "Aquí estoy, Dios mío; vengo para
hacer tu voluntad”, palabras del salmo 40 colocadas el corazón de
Jesús.
Isabel, en ese encuentro cargado de
alegría de estas dos mujeres y sus dos criaturas en el vientre de cada una,
exclama: "Dichosa tú, que has creído”.
¿Es una dicha ser creyente? En estos tiempos en que se ha exaltado la
incredulidad y el ateísmo, nosotros seguimos afirmando con toda convicción que
efectivamente es una gracia y una alegría inmensa creer en los planes de Dios.
Porque sus planes son de salvación, de libertad, de plena realización de todo
ser humano. Creer en esos planes es entrar en ellos activamente de cuerpo
entero, con toda nuestra persona.
Sigamos insistiendo hasta el cansancio
que creer no es meramente un acto mental de afirmar que Dios existe, junto con
los santos. Esa fe tan raquítica no le sirve a Dios. Creer es comprometerse con
él, aceptando con un corazón obediente su voluntad irrestricta de salvar a este
mundo, por los caminos del abajamiento, de la pobreza, a partir de los pobres,
que eso es el camino de la encarnación del Hijo.
El encuentro de estas dos mujeres y de
estas dos criaturas que aún no nacen, no se parece en nada a los encuentros de
los grandes que dizque fraguan sacar adelante al planeta, frenar el cambio
climático, que van a acabar con el crimen organizado, la inseguridad, el grupo
de los 7 o el grupo de los 20 que se reúnen para sacar adelante la economía
mundial (en beneficio propio). No. Estos encuentros se realizan en Davos, Suiza,
no en la sierra de Judea. En este encuentro evangélico no está presente ninguno
de los humanamente poderosos, ni el emperador romano, ni el faraón de Egipto,
ni el conquistador Alejandro Magno… ni el presidente de los Estados Unidos, o
los jefes de la Unión Europea o de los gigantes asiáticos, y sin embargo, en el
encuentro del evangelio sí se juega la suerte y el destino del mundo.
¿Somos nosotros creyentes? Creemos en
los caminos de Dios. ¡Qué mejor preludio para nuestra navidad ya próxima! ¿Ya
tenemos colocado nuestro ‘Nacimiento’? Contemplemos ese cuadro tan hermoso. San
Francisco de Asís, el beato Antonio Chevrier y muchos otros se han dejado
llevar por estos caminos de Dios.
Ah, si los seres humanos nos dejáramos
conducir por estos caminos de Dios, otra sería la suerte de esta pobre
humanidad. Navidad es llevar a Jesús al corazón de esta sociedad y de todo ser
humano.