(La intención de
compartir estos comentarios es promover e incentivar en clérigos y laicos el
gusto por estudiar a nuestro Señor Jesucristo en los santos evangelios)
LA DESOBEDIENCIA DE JESÚS
Domingo 26 de diciembre de 2021, LA SAGRADA
FAMILIA
Lucas 2,41-52.
Carlos Pérez B., pbro.
¡Qué hermosa escena de la sagrada
Familia contemplamos este día! A algunos podría parecerles no tan hermosa si la
contemplamos con detenimiento. ¿Una travesura del Niño Jesús? ¿Una grave
desobediencia a sus padres al quedarse en Jerusalén sin avisarles? ¿O acaso un
muy serio descuido de sus padres? Es necesario que entremos en ese mundo de la
Biblia para no quedarnos en la superficie, y para no leer esta Palabra desde
nuestros tiempos y costumbres.
Dice san Lucas que sus padres iban a
Jerusalén todos los años para la fiesta de la pascua. Eran judíos cumplidores
de la ley de Moisés. De adulto, Jesucristo no lo sería tanto, y ya desde los 12
años va pintando en ese sentido.
Como cada año, cuando el niño Jesús
cumplió los 12 años, fueron también a la fiesta de la pascua. ¿Cómo le hizo
Jesús para quedarse en la ciudad sin que sus padres se dieran cuenta? Es que en
las caravanas, como se acostumbraba viajar en aquellos años, para seguridad de
unos y otros, los hombres viajaban aparte de las mujeres. Esto nos lo han
explicado los estudiosos de la Biblia. Los niños viajaban con sus mamás, pero a
los 12 años, podían viajar con sus papás, o en la bola, porque ya se
consideraban grandes. Y aquí se dio la confusión. Con toda seguridad María
pensó que el Niño iba ya con su papá, y lo mismo pensó José. Pero cuando
hombres y mujeres se juntaron en el viaje, no sé si para la comida o para pasar
la noche, fue cuando se dieron cuenta que no iba con ninguno de los dos, y se
regresaron corriendo a buscarlo a la ciudad. ¡Tres días tardaron para
encontrarlo! Eso de los tres días nos suena conocido. Lo encontraron en el
templo, sentado entre los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. No
lo encontraron entre los sacerdotes, o entre los fariseos, sino entre los
maestros de la Biblia, los estudiosos de la Palabra de Dios, algo que
distinguiría en el futuro a nuestro señor Jesucristo, su entendimiento profundo
de la voluntad del Padre.
Al encontrarlo, María le reclamó al
jovencito: "Hijo mío, ¿por qué te has
portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando, llenos de
angustia”. La respuesta de Jesús a este reclamo es lo que debemos tratar de
entender con más detenimiento, porque debe ser poco a poco también la respuesta
de nosotros: "¿Por qué me andaban
buscando? ¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?”
En aquella cultura oriental, los niños
dejaban de ser niños a los 12 años, al entrar en la pubertad. Las niñas o
jovencitas ya podían ir pensando en ser dadas en matrimonio, los niños, o
jovencitos lo mismo, ya se podían ir haciendo responsables de sus cosas. En
nuestra cultura equivale a los 15, o 18, o 25, o 40, o 60 años. No sabemos ya
cuándo dejamos de ser niños, porque hay viejos que se siguen portando como
niños consentidos, incapaces de hacerse responsables de sí mismos, y que siguen
requiriendo de que se les brinde toda clase de atenciones.
Pero lo más importante, en el caso de
Jesucristo, y al parecer esa es la pretensión del evangelio, es que veamos que,
de niño, Jesús dependía, como es natural, en todo de sus padres. Así lo hemos
vivido todos, así lo hacemos con nuestros menores. Pero llega un momento en que
la persona pasa de la responsabilidad de sus padres a la propia, de la
obediencia a sus padres a la obediencia a sí mismo, o a la sociedad, o en el
mejor de los casos, a la obediencia a Dios nuestro Padre.
¿Cómo entender las siguientes palabras
del evangelista? "Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos”. Siempre las hemos tomado
como que Jesús vivió sujeto a sus padres hasta los 30 años que salió al
desierto y luego a predicar el reino de Dios. Pero más bien las debemos tomar
como una mirada retrospectiva del evangelista, no de futuro. Habría que
entenderlas así: ‘Hasta ese momento, el niño vivió sujeto a sus padres’. De no
entenderlas así, estaríamos deformando la pretensión de este evangelio, y que
va contenida en la respuesta que les dio a sus papás: que a partir de ese
momento él pasaba radicalmente a la obediencia a las cosas de su Padre. Y lo
mismo podría decirles a los magistrados judíos, que la obediencia se la debía a
Dios, no a los hombres. Esta convicción la escuchamos precisamente de san Lucas
en el libro de los Hechos: "Hay que
obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5,29)
Ésta es la enseñanza para cada uno de nosotros y para nuestras familias.
La familia humana ha de funcionar en este sentido: hacer crecer a los niños en
las cosas de Dios para que, llegado el momento, pasen plenamente a su
obediencia. Para eso hay que cultivar en ellos el conocimiento de la Palabra,
más allá de los valores sociales o tradicionales, más allá de los buenos
comportamientos según las costumbres humanas. Y este conocimiento no ha de ser
meramente mental, sino en la práctica, en el ejercicio de vida, de manera que
todo cristiano vaya acogiendo en su corazón el llamado de Dios, y haga de su
vida entera una respuesta a ese llamado. Ésta es la auténtica pastoral familiar
que nos marca el Hijo de Dios.