Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     




(La intención de compartir estos comentarios es promover e incentivar en clérigos y laicos el gusto por estudiar a nuestro Señor Jesucristo en los santos evangelios)

 

UN MAESTRO QUE ENSEÑA Y QUE LLAMA A SEGUIRLO

Domingo 6 de febrero de 2022, 5° ordinario - C

Lucas 5,1-11.

Carlos Pérez B., pbro.

 

Toda página de los santos evangelios la hemos de leer muy atentamente, poniendo nuestra mirada y nuestro corazón en la persona de Jesucristo, fijándonos en todos sus detalles, todo lo que nos llame la atención, porque todo lo de él es buena noticia de salvación para el mundo.

Después de haber sido echado con la fuerza de la sinagoga de Nazaret, ahora contemplamos a nuestro Señor en Cafarnaúm, a la orilla del mar de Galilea, enseñando a las multitudes. En esta ocasión la gente no lo busca para sacarle alguna curación sino para escuchar la Palabra de Dios. "Se agolpaba en torno suyo”, nos dice el evangelista. Qué bonito. Así queremos vernos todos los católicos, buscando a Jesús para que se ponga a enseñarnos. Tiene tantas cosas que enseñarnos. Y no tenemos por qué batallar, porque los evangelios están al alcance de nuestra mano, sólo hace falta que nos demos unos minutos diarios para escuchar personalmente a Jesús. Convenzamos a todas nuestras gentes para vivir un catolicismo de escucha de la Palabra del Maestro.

Fijémonos que Jesucristo no era un maestro que enseñara en el templo, como si fuera un magistrado reconocido oficialmente. No. Él está a la orilla del mar, ahí en el lugar de trabajo de los que serán sus primeros invitados a seguirlo, ahí donde la gente no tiene dificultad para encontrarlo. Se trata de un lugar "profano”, que sin embargo, nosotros los cristianos acogemos como un lugar sagrado, porque ahí se hace presente el Hijo de Dios, como lo puede ser una casa de Galilea, el monte, la orilla del mar, en alta mar, en el camino. Todo lugar es lugar de presencia de Dios.

En los santos evangelios nos encontramos con tres versiones del llamado o vocación que Jesús les hace a sus primeros discípulos: Mateo y Marcos coinciden en que Jesús caminaba por la orilla del mar de Galilea cuando llamó en su seguimiento a unos pescadores. Lucas nos platica el llamado en el contexto de la pesca milagrosa, actividad por demás llena de significado por cuanto se refiere también a pescar a las personas para la obra de Dios. Y Juan, nos presenta este primer llamado a unos discípulos que lo eran de Juan Bautista, quien los dirige hacia Jesús.

La vocación es un tema o asunto fundamental en nuestra vida cristiana. Nos hemos acostumbrado a ser católicos, y lo seguimos siendo, por costumbre. Pero lo que somos, lo somos por el llamado de alguien, no por iniciativa de nosotros. En el cristianismo, debemos ser conscientes de que las cosas no se dan porque salgan de nosotros, porque nos nazca del corazón, porque sintonizamos ideológicamente con Jesucristo, porque de repente nos sentimos muy buenos y decidimos acercarnos a Dios. No.

Somos cristianos porque Jesucristo nos ha llamado, gratuitamente, en su seguimiento, a ser colaboradores de él, a trabajar en su obra, en la obra de la salvación de esta humanidad, en la creación y crecimiento del reino de Dios para este mundo.

Las lecturas de la liturgia de hoy giran en torno a este tema. De hecho la vocación es una cuestión central y recurrente a lo largo de toda la sagrada Escritura. En la primera lectura se trata de la vocación del profeta Isaías: "¿A quién enviaré? ¿Quién irá de parte mía?” Yo le respondí: "Aquí estoy, Señor, envíame”.

Por su parte, san Pablo, en la segunda lectura, nos refiere que Jesucristo se le apareció también a él, y aunque aquí no lo dice, sabemos que fue en el camino de Damasco cuando personalmente se encontró con Aquel que transformaría radicalmente toda la orientación de su vida. Al igual que Simón Pedro, san Pablo dirá: "se me apareció también a mí, que soy como un aborto. Porque yo perseguí a la Iglesia de Dios y por eso soy el último de los apóstoles e indigno de llamarme apóstol”. Así también Isaías: "soy un hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros”. La indignidad del que es llamado es la constante en toda la Biblia. La gratuidad del llamado de Dios es también la constante correspondiente.

Toda nuestra actividad en la Iglesia es y debe ser pastoral vocacional. En la familia hemos de trabajar a los papás y a los hijos en esta convicción: Dios nos llama. Trabajarnos quiere decir educarnos constantemente en que nuestra vida ha de ser una respuesta a Dios que nos llama, cuyo llamado no queda en el inicio, sino que Dios nos llama constantemente.

Enseñemos a todas las personas a tomar conciencia de que Dios nos está llamando porque nos quiere invitar gratuitamente a colaborar con él en su obra.

 


 

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