LA FELICIDAD DE DIOS EN LOS POBRES
Domingo 13 de febrero de 2022, 6° ordinario -
C
Lucas 6,17 y 20-26.
Carlos Pérez B., pbro.
Los invito a acoger
unos poquitos versículos más de estos capítulos 5 y 6 de san Lucas para que
veamos que las bienaventuranzas no eran meras palabras bonitas de Jesucristo sino
su práctica real entre los pobres. El domingo pasado contemplamos a Jesucristo
llamando a sus primeros discípulos, en el contexto de la pesca milagrosa.
Luego, después de algunos milagros obrados en bien de los pobres, de vivir
algunos conflictos con los notables de los judíos y de juntarse a comer con
publicanos y pecadores, sube al monte a orar toda la noche (Lucas 6,12).
Bajando del monte, habiendo discernido en la oración su siguiente acción,
eligió a doce de entre sus discípulos, se detuvo en un paraje llano y comenzó
una extraordinaria enseñanza salida de su corazón lleno del Espíritu de Dios,
ante "una gran multitud de
discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y
de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser
curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos
quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una
fuerza que sanaba a todos” (Lucas 6,17-19).
No podemos
imaginarnos a Jesús de otra manera sino lleno de felicidad. Por eso exclama
categóricamente: Felices los pobres, los que tienen hambre, los que sufren, los
perseguidos… pero también, infelices los ricos, los satisfechos, los que se la
pasan divirtiéndose, los alagados (lambisconeados).
Nosotros nos
atrevemos a comentar y tratar de vivir las bienaventuranzas y malaventuranzas
del Maestro, aun sin haberlas comprendido a cabalidad. Pero no son enseñanzas
académicas, sino un camino que nos traza para ser verdaderamente discípulos
suyos y ser salvación para este mundo. Él nos tiene que seguir trabajando, moldeando, educando, conduciendo en
sus santos misterios de la felicidad divina.
Hay que reconocer la
inmensa sabiduría de Jesús para expresar su espiritualidad como un camino de
felicidad. No lo dice en forma de mandamientos, que les encantan tanto a los
judíos, ni de leyes, que le encanta tanto a nuestra sociedad, especialmente a
la política (aunque es lo menos que se cumple). No dice Jesús: ‘sean pobres, a
fuerza, sean perseguidos, a como dé lugar’. No. Su invitación es más suave y
atrayente: ‘si quieren ser felices, sean pobres, y acérquense a los pobres…
allá ustedes si quieren ser felices o no’.
La felicidad es un
ideal que buscamos todos los seres humanos, aunque muchas veces lo hacemos por
caminos equivocados. Hay varias bienaventuranzas dispersas en los santos
evangelios: "Dichosos más bien los que
oyen la Palabra de Dios y la guardan” (Lucas 11,28); "Dichoso aquel siervo a
quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así” (Lucas 12,43); "Cuando des un banquete, llama a los pobres,
a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; 14 y serás dichoso, porque no te
pueden corresponder” (Lucas 14,13). Por este rumbo van la primera lectura y el salmo
responsorial de hoy.
Es preciso decir que en los
santos evangelios encontramos dos listas de bienaventuranzas: en san Mateo 5 y
en san Lucas 6. Las bienaventuranzas que recogió de labios de Jesús la
comunidad de san Mateo expresan más un ideal a conseguir, como por ejemplo la
pobreza espiritual, el hambre y sed de justicia, el llanto solidario con los
que sufren. En cambio, las bienaventuranzas recogidas por san Lucas, se
refieren más a una realidad vista desde Dios. La pobreza, no la espiritual,
sino la pobreza de tantas personas, que no sabemos por qué les ha tocado vivir
en ese lado ‘equivocado’ de la sociedad (aunque sí sabemos que la injusticia de
los hombres es la causante de tantos males, como la miseria de muchos, el
sufrimiento, el hambre).
Tratemos de entrar en el
misterio de felicidad divina. ¿Por qué son felices los que en realidad viven en
la infelicidad? Ilusoriamente nosotros solemos decir que los pobres son más
felices que los ricos porque viven el presente sin más preocupaciones, como la
subida y bajada de la bolsa de valores, los estudios de los hijos en el
extranjero, o la vida aburrida de quien lo tiene todo. Pero nuestro Señor no se
refiere a eso. Él contempla la felicidad plena que se halla sólo en Dios. Por
eso se atreve a decir, ‘infelices los ricos’. Si hay cosas o situaciones que te
acercan a Dios, feliz tú; si hay cosas o situaciones que te alejan de él, qué
infeliz eres.
Felices aquellos que viven
situaciones que provocan la compasión de un Dios todo-compasión. Pobre de ti si
no hay algo que provoque la compasión de Dios.
Nosotros, los que no somos
pobres, los que tenemos la vida asegurada, aunque no seamos ricos, que tenemos
estudios, que conocemos los santos evangelios, en particular al Hijo de Dios,
que tenemos todos los recursos en la Iglesia, ¿qué camino nos queda para la
felicidad? Pues el mismo camino de nuestro Maestro: estar al lado de los
pobres, de los desdichados, de los perseguidos y excluidos. Nuestra felicidad
es estar del lado de Jesús que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza
(ver 2 corintios 8,9).
Apreciaba el p.
Chevrier, fundador del Prado: "¡Qué hermoso este hombre de Dios…! ¡Qué
libertad, qué poder da al sacerdote esta santa y hermosa pobreza de Jesucristo!
... ¡Qué ejemplo es para el mundo! ... mi tesoro está en el cielo, mi vida es
Jesucristo!” (V. D. p. 322).