LA ÚLTIMA CENA: LA FIESTA DE LA LIBERTAD
Jueves 14 de abril de 2022, vigilia del
viernes
1 corintios 11,23-26 y Juan 13,1-15.
Carlos Pérez B., pbro.
Jesucristo había realizado su labor en la región de
Galilea, sus enseñanzas a las multitudes, sus encuentros con personas, sus
milagros. Pero era necesario que confrontara su obra con los sumos sacerdotes,
con el sanedrín, en la capital del país, en la ciudad sagrada de Jerusalén.
Parecía que esa no era una buena decisión de Jesús, una decisión con réditos
políticos o estratégicos, pero que era necesario hacerlo así para abrir el
camino de la salvación de toda la humanidad. Llegó Jesús a la ciudad de
Jerusalén con un montón de pobres como sus seguidores, desarmados, sin recursos
económicos. Eso sí, llenos de entusiasmo. Lo hemos celebrado el domingo de
ramos. Nosotros nos contamos entre esos discípulos.
En la confrontación, que Jesús provocó expulsando a los
vendedores del templo y dirigiendo duros mensajes contra los dirigentes del
pueblo judío, Jesucristo fue apresado, juzgado y condenado a morir en la cruz.
Se tuvieron que valer de los conquistadores romanos, porque si ellos no lo
permitían, no lo podrían condenar a muerte.
La noche anterior a su muerte, noche que los judíos
consideraban parte del viernes, no del jueves, porque el jueves se había
terminado al ponerse el sol, Jesucristo se sentó con sus discípulos a cenar por
última vez. Los evangelios sinópticos nos dicen que esa cena era la cena de la
pascua de los judíos, la que, como lo hemos escuchado en la primera lectura,
Dios, por medio de Moisés, les mandó celebrarla cada año, el día catorce, es
decir, el día de la luna llena. De esto hacía 1250 años. Era la cena de la
libertad, la cena de la salida de la esclavitud en Egipto. Imagínense, en
tiempos de Jesús, ya tenían 1250 años celebrándola. Nosotros tenemos apenas 212
años celebrando la fiesta de nuestra independencia, y ya se nos han ido
borrando de nuestra mente y corazón los ánimos patrios.
Según san Juan esa cena no era de pascua sino un día
antes. En san Juan vemos que Jesucristo estaba siendo sacrificado en la cruz
cuando los corderos para la cena estaban siendo inmolados en el templo por los
sacerdotes, más o menos a las tres de la tarde.
Sea como haya sido históricamente, nosotros conjuntamos
ambas tradiciones en esta noche, la noche anterior al viernes.
Los invito a que nos sentemos a la mesa de Jesús, de
manera vivencial. Que acojamos en la obediencia su invitación a comer el pan
partido como su Cuerpo y el vino como su Sangre. Que acojamos su mandamiento
nuevo del amor, que nos sintamos movidos a servir porque él así nos dejado
mandado con su mismo ejemplo. Más aún, él nos mueve a entregarnos de cuerpo
entero a la obra de Dios, a la obra de la salvación del género humano.
Recordemos que estamos comenzando una celebración que
dura 72 horas. Para que nos conservemos en ese espíritu aunque no estemos aquí
en el templo. Esta celebración la vamos a concluir en la vigilia pascual.