ANDAMOS EN ESTO PORQUE AMAMOS A JESÚS
Domingo 1 de mayo de 2022, 3° de pascua
Juan 21,1-19
Carlos Pérez B., pbro.
Este capítulo 21 es un pasaje añadido a la versión original del
evangelio según san Juan, el cual se terminaba en el capítulo 20. Esto no
quiere decir que no sea canónico. Como Iglesia católica lo hemos acogido
siempre como una buena noticia, como un evangelio en sí mismo. Lo hacemos así
con muchas otras páginas evangélicas que aquellas comunidades primitivas
pusieron por escrito y en las cuales plasman la experiencia de su encuentro
personal con Jesucristo. Eso son los evangelios y los demás escritos de la Biblia,
colecciones de testimonios de la vida y de la salvación que Dios prodiga en los
creyentes de diversos tiempos hasta nuestros días.
Éste es un relato de días o meses o quizá años después del día de la
resurrección de Jesús. Siete discípulos estaban a la orilla del mar de Galilea,
seguramente en Cafarnaúm de donde eran ellos. La escena es muy curiosa. Desde
un principio Jesús había pasado por ahí y los había llamado en su seguimiento.
Ellos habían dejado las redes y las barcas para hacerse pescadores de hombres.
¿Qué pasó entonces? ¿Se regresaron a la pesca? ¿O precisamente a esa otra pesca
se refiere el pasaje?
Total, que ellos habían perdido algo, su trabajo se había vuelto
estéril (aquella noche no habían pescado nada), su vida se había vuelto gris
(estaban juntos pero sin hacer nada hasta que a uno se le ocurre decirles: ‘¿saben
qué? Voy a pescar’, ‘pues nosotros también vamos contigo’). Entonces una
persona se presenta a la orilla del lago y ellos no lo reconocen. Eso es lo que
habían perdido, eso es lo que les hacía falta, esa Persona, esa Palabra.
Este pasaje bien se podría escribir refiriéndose a numerosas
comunidades eclesiales alrededor del mundo, incluso a toda nuestra Iglesia. Nos
seguimos considerando cristianos, discípulos, pero ya no sabemos dónde se nos
quedó Jesús. Nos sumergimos de lleno en la religión pero eso no era lo de Jesús.
Él no nos llamó para hacernos practicantes de ciertas cosas piadosas sino para
caminar detrás de él, para ser sus colaboradores en la obra de la salvación de
este mundo que es la obra de Dios.
Cuando nos dejamos conducir por esa Palabra, es cuando las cosas se
vuelven eficaces, fructíferas: ""Echen la
red a la derecha de la barca y encontrarán peces”. Por eso nos tenemos que
insistir: cultivemos, promovamos un catolicismo que consista en relacionarse
constantemente con Jesucristo resucitado y escuchar su Palabra de Maestro
entrando en los santos evangelios. Pasan los años y seguimos igual. Nuestros
católicos viven su fe sin escuchar personalmente al Maestro. Eso no salva. La
religión nos hace muy devotos pero no es salvación para este mundo que se nos
quiebra por tantas cosas.
Una vez que nos conectamos con esa Palabra, es cuando él mismo nos
invita a sentarnos nuevamente a su mesa. Así, nuestras reuniones eucarísticas
vuelven a adquirir sentido y fuerza, presencia suya. La de este pasaje no
parece una Misa, porque faltan muchos detalles rituales a los que estamos
acostumbrados, pero lo que cuenta es su presencia resucitada, su vitalidad que
no se agota con el tiempo.
Por eso, tenemos que renovar nuestra adhesión a Jesucristo que se vive
en el amor: "Simón (ponga aquí cada
quien su nombre), ¿me amas?” Si
nuestra relación con Jesús no es una relación de amor, entonces ni para qué ser
cristianos o católicos. Quizá a nosotros Jesucristo nos tenga que interrogar
más de tres veces. No dudemos en responder las veces que sean necesarias para
que nosotros mismos estemos seguros que andamos en esto porque amamos a Jesús.