NOS DELEITA ESCUCHAR LA VOZ DE JESÚS
Domingo 8 de mayo de 2022, 4° de pascua
Juan 10,27-30.
Carlos Pérez B., pbro.
En este cuarto domingo de pascua celebramos a Jesucristo nuestro buen
pastor. Esta imagen evangélica de Jesús no es una figura decorativa, religiosa
o literaria. Él en verdad fue siempre un buen pastor de las ovejas más
amoladas, los pobres, los enfermos, los pecadores, los ninguneados en su
sociedad. Y, a partir de ellos, hay que reconocer que fue el buen pastor
también de la gente del poder, político y religioso.
Seguramente la figura del pastor ya no nos sea tan familiar y tan
atractiva a las gentes de esta sociedad urbana. Considero que es lícito
traducirla en otras figuras: la de un padre-madre que ama a sus hijos (Lucas 15),
un misionero-a que ama a sus gentes a las que ha sido enviado. Ustedes ideen
otras figuras.
San Juan el evangelista nos viene platicando las señales que Jesucristo
realizaba y las cuales acreditaban la verdad de sus enseñanzas: el vino de las
bodas de Caná (cap. 2), la curación del hijo del funcionario real (cap. 4), la
curación del paralítico (cap. 5), la señal de los panes (cap. 6), la
transformación total del ciego de nacimiento (cap. 9). No le llamemos meramente
curación porque Jesucristo hace toda una obra de recreación en él, lo hace
completamente nuevo: le abre los ojos, lo hace un ser hablante, pensante y
finalmente creyente. ¿No lo acredita esta señal como un buen pastor de los
excluidos? Pues los judíos, especialmente los fariseos, se incomodan, se enojan
tanto con el ciego como con Jesucristo porque esta señal se ha realizado en
sábado (que nosotros pensamos que lo del día, por muy sagrado que lo
consideraran, era un mero pretexto para oponerse a toda su obra: la inclusión
de los excluidos, la novedosa presentación de Dios como un Padre, no como el
Dios lejano y severo que presentaban ellos, el proyecto del reino de la vida,
de la salvación, de la misericordia de Dios).
En ese contexto de conflicto, Jesucristo continúa, después de
ofrecerles las parábolas de la puerta del redil y del buen pastor, insistiendo
en el mismo tema. El pasaje de hoy es sumamente breve, por lo que convendría
que nos detuviéramos en cada frase.
"Mis ovejas escuchan mi voz”. Preguntemos a todos nuestros católicos si dedican tiempo para
escuchar la voz del Pastor. ¿Dónde pueden escuchar esa voz? En los santos
evangelios. Preguntémonos a nosotros mismos: ¿qué tanto conocemos los
evangelios? ¿cuáles frases del mismo Jesucristo se han quedado en nuestra
memoria, en nuestro corazón? ¿Gustamos de estudiar los santos evangelios porque
ahí nos habla Jesús? Éstos son sus verdaderos discípulos. No lo decimos para
reclamar sino para invitar a escuchar a Jesús.
"Yo las conozco y ellas me
siguen”. De que Jesucristo nos conoce mejor de lo que
nosotros nos conocemos a nosotros mismos, ni duda tenemos. Conoce nuestras
capacidades y nuestras fragilidades, nuestros esfuerzos y nuestras
resistencias, nuestros valores y nuestros pecados. Pero nosotros, ¿caminamos
detrás de él? ¿En base a qué nos podemos considerar seguidores suyos?
¿Comulgamos activamente con su proyecto del reino? ¿Nos identificamos con su Persona?
Además de proponernos seguir los pasos de Jesús, tenemos que aprender a
seguirlo con creatividad, caminar realmente detrás de él, haciéndonos eco de
sus enseñanzas para todos, de sus milagros.
"Yo les doy la vida eterna”. Jesucristo entregó su vida en una cruz. Jesucristo continúa dando
vitalidad a este pueblo, a cada persona. Y la vitalidad que él nos comunica no
es meramente una vida de a mentiras como la que vivimos en este mundo, que
mientras no sea plenamente feliz, no puede ser llamada vida. Él nos comunica la
vida en plenitud, hasta la vida eterna.
"Mis ovejas… me las ha dado mi
Padre, y él es superior a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre”. Jesucristo nos considera un regalo del Padre. Él no se ha apropiado
de nosotros como hacen los adictos al poder, Jesús ha acogido estas ovejas como
un don, y porque es tan preciado este don, él entrega hasta la vida. ¡Ah, si
todos los seres humanos pensáramos y sintiéramos como Jesús respecto a nuestros
hermanos!
"El Padre y yo somos uno”. Por eso los judíos lo condujeron a la cruz, por esa identificación
tan estrecha con el Padre eterno. A ellos se les hacía un agravio muy grande
presentarse así. Pero éste es el Dios verdadero, no hay otro, el que ama a
todas sus criaturas con amor entrañable como el que vemos tan fehacientemente
expresado en su Hijo eterno.