USTEDES SON TESTIGOS DE ESTO
Domingo 29 de mayo de 2022,
Hechos 1,1-11; Lucas 24,46-53.
Carlos Pérez B., pbro.
Según las cuentas de san Lucas en el libro de los Hechos,
como lo escuchamos en la primera lectura, Jesucristo resucitado se estuvo apareciendo
a los discípulos durante 40 hasta que subió al cielo. Estos cuarenta días
después de la pascua se cumplen, este año, el jueves 26, pero en México se ha
pasado la fiesta de la ascensión al domingo 29 para dar oportunidad de que la
celebremos todos.
Hay que decir que cada evangelista tiene su propia manera
de decir las cosas. San Juan habla de volver al Padre: "sabiendo que el Padre le
había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía” (Juan 13,3). San Mateo
habla de la permanencia de Jesús hasta el final de los tiempos: "Y he aquí que yo estoy con ustedes todos
los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20). El primer final de San
Marcos nos manda a Galilea a buscar ahí al Resucitado. Un joven les dice a las
mujeres: "Pero vayan a decir a sus
discípulos y a Pedro que irá delante de ustedes a Galilea; allí le verán, como
les dijo” (Marcos 16,7).
Total, que la plenitud de
la vida encarnada de nuestro Señor Jesucristo es un misterio que es expresado
con limitaciones de diversas maneras. No se trata de una subida física, porque
nuestro planeta gira y gira en torno a sí y alrededor del sol, y no sabemos
dónde es arriba y dónde es abajo. Lo de Jesús es un volver al Padre de una
manera que no conocemos ni nuestra mente alcanza a comprender.
Lo importante es que nuestro Señor vivió treinta y tantos años en su
cuerpo mortal como el nuestro, y vivió su vida intensamente, completamente al
servicio del proyecto del Padre llamado ‘Reino’. O digámoslo como san Lucas:
"todo lo que Jesús hizo y
enseñó, hasta el día en que ascendió al cielo, después de dar sus
instrucciones, por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles que había elegido.
A ellos se les apareció después de la pasión, les dio numerosas pruebas de que
estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino
de Dios”.
Ahora que se ha llevado su Cuerpo a la
intimidad con el Padre, que hay que decir que también ese es nuestro destino,
pues nos deja a nosotros su obra en nuestras manos, que no podremos continuar
si no es con la asistencia del Espíritu Santo, porque las cosas de Dios sólo
Dios las puede llevar adelante. Nosotros somos invitados a colaborar con esta
Obra de la Salvación-Transformación-Liberación de nuestra humanidad entera.
Yo creo que el pasaje
evangélico de hoy lo deberíamos comenzar desde el versículo 44: "Estas son aquellas palabras mías que les
hablé cuando todavía estaba con ustedes: Es necesario que se cumpla todo lo que
está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí.
Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras”.
Esto es lo primero que
necesita todo cristiano, que Jesús nos abra nuestra inteligencia (llamémosle
nosotros ‘inteligencia espiritual’) para que nos decidamos a entrar en las
santas escrituras, la Biblia, porque sólo a partir de la Palabra de Dios,
especialmente en los santos evangelios, con la luz y la fuerza del Espíritu
Santo, entraremos en los planes de Dios, en su obra. De otra manera, viviremos
nuestra religión tan individualistamente, ‘eclesiásticamente’, piadosamente,
devocionalmente, etc., como lo hemos hecho durante siglos. ¿Así vivió su vida
en este mundo Jesucristo nuestro Maestro? Claro que no. Él anduvo entre los
pecadores, en la base del pueblo, entre los pobres y excluidos para hacer
realidad el programa de Dios, ese reino de la inclusión, de la vida, de la paz
de Dios, de la justicia de Dios, de la libertad, de la felicidad; todo lo que
este mundo precisa pero que no alcanza a encontrar el camino que lo conduce a
él.
Jesucristo nos ha dejado en su lugar, el mismo que ocupó
en el evangelio, para que continuemos su obra de la misma manera que él, no con
nuestras fuerzas sino con la fuerza del Espíritu Santo. Si Jesús lo hizo desde
la pobreza y el abajamiento, no queramos nosotros hacerlo de manera diferente.
Y utiliza una palabra muy fuerte para instituirnos en esta misión: ustedes son
testigos de esto. El cristiano-a es una persona que vive absolutamente segura
del Evangelio de Jesús, porque lo vive, porque ha experimentado la gracia, la
paz, la alegría, la vida para el mundo de su Maestro Jesucristo. ¿Por qué es
una palabra fuerte? Porque ‘testigo’, en griego, se dice ‘mártir’.
Eres testigo de la vida de Dios para este mundo, revelada y operada en Cristo por su Espíritu, y esa cualidad la llevas hasta en tus entrañas, en tu sangre, en tu ADN, diríamos hoy día.