JESUCRISTO
QUIERE SEGUIDORES, NO DEVOTOS
Domingo 26 de junio de 2022, 13° ordinario
1 Reyes
19,16.19-21; Lucas 9,51-62.
Carlos Pérez B., pbro.
En su caminata a la ciudad de Jerusalén, donde entregaría la vida, Jesucristo
continúa su actividad de llamar a las personas en su seguimiento; así, con esa
palabra: "sígueme”. Quizá esté de más decir que Jesús no nos llama a ponernos a
rezar, aunque claro que es bueno y necesario; no vino Jesucristo a dejarnos una
religiosidad, que a nosotros nos gusta mucho irnos por ahí. Ni tampoco vino a
dejar un grupo o una estructura religiosa para encerrarnos en nosotros mismos,
como en la antigüedad el pueblo judío, que sintió que ellos eran los buenos y
los elegidos de Dios. Es más, hay que decir que el catolicismo no se puede
reducir a un tratar de salvarse a sí mismo. Este individualismo no es de Jesús.
Llegar a comprender y vivir esto en la práctica nos está costando mucho
trabajo, porque lo que conocemos y vivimos es este catolicismo que llamamos
cristiano pero que lo vemos tan alejado de la práctica evangelizadora,
salvadora y liberadora de Jesús. No obstante, no hay que dejar de insistir.
Jesucristo nos llama a seguirlo, Jesucristo quiere seguidores, Jesucristo llama
a las personas para que se comprometan con él en la construcción del reino de
Dios, el reino del amor de Dios, de la paz, de la justicia, el reino de la
fraternidad-sororidad, el proyecto de humanidad que sale del corazón de Dios
nuestro Padre.
Lo hemos escuchado en la primera lectura: Elías, por encargo de Dios,
sale a llamar a Eliseo para que sea profeta en su lugar. Eliseo, un campesino,
le pide autorización a Elías para despedirse de sus padres. Sin embargo, Eliseo
no va a despedirse de sus padres sino a sacrificar a sus bueyes con los que
andaba arando, y a quemar su arado. Con esto está nos diciendo que no hay
vuelta atrás en el seguimiento de Elías.
Recordemos que así empezó Jesús su actividad, llamando seguidores. Y en
esto coinciden los cuatro evangelistas: en san Marcos, desde sus primeros
versículos, primero nos dice el evangelista que Jesucristo anunciaba la buena
noticia de la cercanía del reino de Dios. Luego lo hará presente y palpable por
medio de sus milagros. A renglón seguido nos dice san Marcos que Jesús caminaba
por la orilla del mar de Galilea y llamó en su seguimiento a cuatro pescadores.
Suponemos que los quería para ese proyecto de Dios llamado reino. San Mateo
sigue muy de cerca en esto a san Marcos. San Lucas nos presenta el llamado de
Jesús en el contexto de la pesca milagrosa (Lucas 5). No olvidemos que el
domingo pasado, en este mismo capítulo 9, escuchamos el llamado que nos lanzaba
Jesús: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz
cada día, y sígame”. En san Juan, igualmente en el capítulo 1, leemos la vocación de los
primeros discípulos, y así concluye el evangelio, con un "sígueme” (Juan
21,19). Con palabras tan claras, ¿alguien tendrá dudas de que la religión de
Jesús es el seguimiento de sus pasos?
Ahora vemos que san Lucas nos presenta estos tres casos de personas
llamadas por Jesús. Debemos pensar que no fueron solamente tres a las que llamó
Jesús en el camino, sino que son solamente un botón de muestra de que éste era
el llamado continuo de nuestro Maestro.
El primer caso es el de alguien que por iniciativa propia se ofrece
para seguir a Jesús. Jesucristo le presenta sus limitaciones humanas: el Hijo
del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza. Es pobre, no tiene poder, no
puede ofrecer riquezas mundanas. Estas aclaraciones son para nosotros. Si hay
grupos que ofrecen prosperidad en el cristianismo, no son de Jesús. En Jesús
encontramos una espiritualidad sólida y profunda, la fortaleza y la gracia del
Espíritu, pero no recursos mundanos.
Al segundo, Jesús lo llama en su seguimiento. Es posible que pensemos
que tenía a su padre tendido para ser sepultado. En este caso, sería una
inhumanidad de Jesús no permitirle sepultar a su papá. Pero más bien debemos
pensar que su padre gozaba de cabal salud y juventud y, posiblemente le
faltaban algunas décadas para terminar. Algo así escuchamos ahora: ‘quisiera
estar cerca de mis papás cuando lleguen a su fin’. En este caso los seguidores
de Jesús serían puros jubilados. Por eso Jesús mejor le habla de la prontitud
que distingue al que ha sido llamado.
Y
la tercera persona llamada se parece a Eliseo. Elías sí le permitió despedirse
de sus padres. En cambio, en el evangelio, Jesús nota falta de decisión para
seguirlo.
Hace
falta que todos en la Iglesia pasemos ya, aunque paso a paso, de una
religiosidad que se queda en la devoción y en el culto o en una religión de
meros buenos comportamientos, a un catolicismo de seguimiento; de escucha del
llamado de Jesús en los santos evangelios, y de colaboración clara y eficaz con
su obra del reino.