(El p. Chevrier nos dice: "Si alguien tiene que trabajar sobre la
tierra, es sobre todo el sacerdote puesto que su trabajo es tan relevante, tan
importante para él y para los demás” (VD 191).
EL
REINO DE DIOS SÓLO LO CONSIGUEN LOS ESFORZADOS
Domingo 21 de agosto de 2022, 21° ordinario
Lucas 13,22-30.
Carlos Pérez B., pbro.
En
estos tiempos de tanto materialismo e inmediatismo, como que uno ya no está tan
seguro de que a tantísimos católicos los tenga preocupados la salvación eterna.
Disculpen que lo diga con estas palabras: vivimos el presente como lo hacen los
animalitos, ni piensan en el futuro ni se acuerdan de su pasado; y el presente,
hay que disfrutarlo lo más que se pueda.
En
su camino a Jerusalén, alguien le preguntó a Jesús: "¿es verdad que son pocos los que se salvan?” Jesucristo no responde
directamente la pregunta, sino lo que realmente interesa. A nosotros no nos
incumbe si son pocos, muchos, o todos los que se salvan. A nosotros lo que nos
incumbe es la respuesta del Maestro. Cómo quisiéramos que todos nuestros
católicos la escucharan directamente de sus labios leyéndola en el evangelio.
Anhelamos vivamente llegar a convencer algún día a todos a que escuchen a Jesús
en los evangelios, que él llegue a ser su Maestro, y todos nosotros sus
discípulos. Que lo que hoy nos dice Jesús, nuestros católicos no lo tomen como
uno de esos regaños de párroco a los que ya están habituados. ¡Ya ven cómo les
gusta a los párrocos regañar a sus feligreses! Pues en el caso de hoy no es una
exigencia del cura sino una enseñanza contundente de nuestro señor Jesucristo,
que no es la única ocasión sino una de tantas enseñanzas exigentes que nos
brinda.
¿Qué
responde Jesús? "Esfuércense por entrar
por la puerta, que es angosta”. Yo creo que todos entendemos de qué se
trata. En san Mateo, Jesucristo habla de la puerta estrecha, y, al contrario,
nos dice que ancha es la entrada y espacioso el camino que conduce a la
perdición (Mateo 7,13-14). Este evangelista, san Mateo, ya hace una lectura de
la enseñanza de Jesús ampliando su respuesta. Así es que primero, debemos
aceptar que el Reino de Dios tiene puerta, que se abre y se cierra a según lo
disponga el Dueño del reino. Hay requisitos para que esa puerta se abra o se
cierre dependiendo de las personas que toquen a ella. En nuestras casas no
cualquiera debe entrar como lo hacen los que habitan en ella. Lo correcto es
tocar y esperar a que me dejen entrar. En este pasaje evangélico según san
Lucas, Jesucristo nos dice (ojo que es él y no el cura o la Iglesia) que el
dueño de la casa se niega a abrirles, ¿a quiénes?, a los que quisieran entrar
por la puerta ancha, es decir, a los que no se esfuerzan, a los que quisieran
todo fácil, a los flojos, a los comodones, a los que se toman su religión a la
ligera. Sí, a los que se han inventado ese catolicismo light (lait), tanto en
la jerarquía como en el catolicismo de la base, que no salva, que no sirve para
nada, que resulta más bien contraproducente, porque se deja de lado el trabajo
por el reino de Dios, esa labor por la cual Jesucristo nuestro Maestro entregó
su vida en una cruz, después de todos los afanes que vivió en su ministerio y
toda su vida. ¿Se puede construir el reino de Dios (su santo proyecto para esta
humanidad) con oraciones y misas esporádicas, con una que otra devoción, y
viviendo la vida como a uno le da su regalada gana? Es Jesús el que nos desconoce
diciéndonos: "No sé quiénes son ustedes”,
dándonos con eso un portazo en las narices.
Con
una mente estrecha y conservadora, podríamos entender que Jesucristo quiere
simplemente una vida de sacrificio, de renuncia a las cosas que nos gustan.
¿Por qué? Porque hay que sufrir en esta vida, simplemente porque Jesucristo
sufrió, o porque las cosas de este mundo son malas. Podríamos entender que
Jesucristo nos pide ayuno, abstinencia, rezos, sacrificios, castigar el cuerpo,
muchas veces sin un objetivo específico. Así lo entienden quienes se auto
flagelan. Disciplinas que antes se usaban mucho en la Iglesia.
Otra
interpretación, la que nos envían nuestros movimientos del cuidado de la
ecología, es que consumamos menos y seamos más naturistas, menos gasolina, que
le bajemos a la refrigeración y a la calefacción, que apaguemos focos que no
estamos usando, que no desperdiciemos el agua, etc.
Todo
esto indudablemente que es bueno. Pero vemos que Jesucristo va camino de
Jerusalén donde entregará enteramente su vida en una cruz por la salvación de
esta humanidad; que Jesucristo vino a instaurar el reinado de Dios en nuestro
mundo. Dos veces menciona Jesús la palabra Reino de Dios en este pequeño
pasaje. Jesucristo es nuestro ejemplo: no pidió comodidades al venir a este
mundo. Optó por nacer en una gruta o portal de Belén y ser recostado en un
pesebre, vivió la pobreza, porque la pobreza es salvadora, la vivió con
alegría, se desplazó a pie (ni en caballo o carruaje como se usaba en aquellos
tiempos), pasaba hambre, se iba al monte a orar, cuando todo mundo estaba
durmiendo cómodamente; y finalmente terminó crucificado. Todo eso es salvación
para este mundo, no solamente la cruz. Podía haber escogido un camino más
cómodo, pero la riqueza y la comodidad no son salvación para este mundo, al contrario, son caminos excluyentes y de perdición, nos conducen a la injusticia.
El
reino de Dios requiere esfuerzo, violencia espiritual, lucha, ¡ganas!, "agonía" (es la
palabra griega que nos transmite san Lucas), esa palabra es la que quisiéramos hacerle llegar a todos nuestros católicos: ‘échenle
ganas, tómense en serio su religión, no sean católicos a-g-u-a-d-o-s, escuchen
a Jesús diariamente en los santos evangelios, dense tiempo para eso, anímense a
seguir sus pasos, háganse espacio en sus quehaceres y diversiones para trabajar
por este reino en algún apostolado o movimiento eclesial o social. Y se lo
quisiéramos decir con suavidad pero con energía, es más, con amor salvador,
porque el Reino de Dios los necesita a todos, a todos los católicos, que entreguemos
enteramente nuestras personas a ese proyecto.