(También el p. Chevrier nos enseña: "Ante todo hay que leer y releer el
Santo Evangelio, penetrarse de él, estudiarlo, saberlo de memoria, estudiar
cada palabra, cada acción, para captar su sentido y hacerlo pasar a los propios
pensamientos y a las propias acciones. En la oración de cada día es donde hay
que hacer este estudio y hacer pasar a Jesucristo a la propia vida” (VD 227).
UNAS
ENSEÑANZAS SORPRENDENTES
Domingo 28 de agosto de 2022, 22° ordinario
Lucas 14,1-14.
Carlos Pérez B., pbro.
Los
invito a que hagamos una práctica de contemplación de la Persona de nuestro
señor Jesucristo. ¡Qué hermoso aparece en este pasaje! (Y en todos).
Un
sábado, nos dice el evangelista, Jesús fue a comer a casa de uno de los jefes
de los fariseos. En el capítulo siguiente, el 15, san Lucas nos va a presentar
la queja de los escribas y fariseos porque Jesucristo acogía a los pecadores y
comía con ellos. Pues en este capítulo 14, nos lo presenta juntándose con el
bando contrario, con los que se creían y se presentaban como buenos, los que no
se juntaban con el pueblo contaminado, es más, con los estrechos de mente. Por
eso decimos que a nuestro Señor no lo podemos encasillar, él es un hombre libre
y lo vemos donde unos y otros no quisiéramos verlo.
Jesús
era un galileo pobre, curtido en una honda espiritualidad, pero un hombre sin
ningún cargo de prestigio en el pueblo judío. Ellos lo invitaban por sus
enseñanzas, porque lo veían como un rabino popular, pero también porque querían
atraparlo en alguna falta contra la ley de Moisés.
En
esa comida estaban espiándolo. Nuestro Señor tampoco hacía malos quesos,
también él era muy observador. Pero no los observa para ver si quebrantaban la
ley de Moisés, sino para sacar una enseñanza profunda del comportamiento de
ellos y regresársela a ellos mismos con espíritu evangélico. No leímos la
escena de la curación del hombre hidrópico, la cual realiza Jesús en sábado y
da la razón por qué lo hace así. Exhibe Jesucristo su sentido común y profundo
de las cosas, como las emergencias de salvar a un hijo que se cae a un pozo en
sábado. ¿Apoco hay que esperarse hasta que pase el sábado para hacerlo? ¿Habría
que descansar los domingos en estas labores de rescate de los mineros atrapados
en un pocito de carbón?
Jesús,
con esa mirada profunda, observaba cómo los invitados elegían los primeros
lugares en el banquete. Y, sin pelos en la lengua, sin falsos respetos humanos,
con toda esa espiritualidad que lo caracterizaba, les ofreció esta magnífica
enseñanza: "no te sientes en el lugar
principal”. La humildad, al parecer, es una enseñanza universal, en todos los
tiempos, lo escuchamos en la primera lectura, tomada del libro del
Eclesiástico: "Hijo mío, en tus asuntos
procede con humildad y te amarán más que al hombre dadivoso. Hazte tanto más
pequeño cuanto más grande seas y hallarás gracia ante el Señor”. Y
nosotros, en la tele, en las películas, en las canciones, exaltamos a la
humildad y a los humildes; pero la verdad, los seres humanos estamos lejos de
asumirla con firmeza. Todos sentimos un rechazo espontáneo por los presumidos,
los orgullosos y vanidosos. Pero quizá sea por celos y no por amor a la
humildad.
Lo
que Jesús observa en esta comida de fariseos, es en realidad el juego que
jugamos todos en la sociedad. Todos buscamos, de manera abierta o subrepticia,
los primeros lugares en todos nuestros ambientes y estratos. Por eso nos
esmeramos tanto en nuestra apariencia física: que si el peinado, que si el
vestido, que si los modales, que nuestro tono al hablar; en las calles, en las
compras, en el ambiente laboral, con los compañeros y compañeras. Etc., etc.
Siempre estamos en competencia a ver quién es "primeras”, como los juegos de
niños. Nadie quiere ser menos.
Pero
no es ésta la única enseñanza en este pasaje evangélico. También nos ofrece una
que nos deja temblando. Y digan ustedes si estamos dispuestos a hacer las cosas
así, o sólo la escuchamos como algo lejano a nuestra vida social y familiar.
"Cuando des una comida o una
cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los
vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso
quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los
pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso…” En nuestras bodas, quinceañeras, ordenaciones sacerdotales,
aniversarios, fiestas eclesiales, ¿hacemos así las cosas? ¿Estamos dispuestos a
cambiar nuestros procederes para ponernos en sintonía con Jesús?
Él
vino al mundo y escogió la pobreza para nacer y vivir: el portal de Belén, el pesebre,
los hogares y caminos de Galilea, la cruz. Y sus invitados fueron los pobres,
los contaminados, los pecadores, los pequeños, las mujeres.
No veamos en esto un simple consejo o recomendación. Es el mundo y la Iglesia que Jesucristo quiere. Es un llamado universal. El día que este mundo haga las cosas como las vivió Jesucristo, entonces este mundo estará salvado.