(El p. Chevrier nos ayuda a entender el pasaje evangélico de hoy con
esta frase contundente: "Conocer a Jesucristo lo es todo… el resto es nada” (VD
113 y 114).
LAS EXIGENCIAS DE JESÚS
Domingo 4 de septiembre de 2022, 23°
ordinario
Lucas 14,25-33.
Carlos Pérez B., pbro.
Estamos
en el mes de la Biblia, para hacernos conscientes y vivientes del lugar que
debe ocupar la Palabra de Dios en la vida de todo creyente. Qué de desear es
que todos nuestros católicos pasen su mirada y su corazón por esta página
evangélica que hoy proclamamos. Aunque dura, es la palabra de nuestro Maestro.
¿Se puede ser cristiano sin acoger en la obediencia esta enseñanza de Jesús?
Claro que no. De lo contrario, cada quien vivirá su religión como le da la
gana.
Jesucristo
se encamina decididamente a Jerusalén para vivir en plenitud la entrega de la
vida. Detrás de él, nos dice el evangelista, caminaba una gran muchedumbre.
¿Sabían todos ellos a quién estaban siguiendo? ¿Sabían que caminaban detrás de
un condenado a muerte? Quizá por esta duda es por lo que nuestro Señor ve
necesario poner en claro las cosas. No para desanimarlos, sino para que sobre
aviso no haya engaño, pero también, para que todos nosotros, los católicos de
estos tiempos, sepamos quién es Jesucristo, en quién tenemos puesta nuestra fe,
que consecuencias nos puede traer el seguirlo, que exigencias nos pide él para
ser suyos.
Este
pasaje es un pasaje duro, hay que advertirlo a todos. Nos encontramos con
palabras fuertes y desconcertantes de nuestro Maestro. Pero, en el fondo, todo
lo de Jesús no deja de ser Buena Noticia, para nosotros y para todo nuestro
mundo, Buena Noticia de salvación, de amor, de verdad, de paz, de justicia.
Pero no hay que darle la vuelta a la página, acojámosla tal cual nos la ofrece
san Lucas.
En
un momento dado, Jesucristo se detiene en su caminata para hacer un alto. Algo
así como decir: ‘deténganse tantito, no caminen detrás de mí sin saber a qué
atenerse’, como el que quiere construir o el que quiere hacer la guerra, que
calculan bien sus posibilidades. Y en ese alto en el camino, Jesús nos dice: "Si alguno quiere seguirme y no me prefiere
a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus
hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su
cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo… cualquiera de ustedes que no
renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo”.
Así
como lo leemos en el leccionario romano, suena un poco más suave. Pero si les
digo cómo lo escribió san Lucas, en su versión más original, es posible que nos
vayamos de espaldas. San Lucas no recogió las palabras de Jesús como se leen en
el leccionario. ¿Qué verbo nos transmite el evangelista? Escuchen: "Si alguno viene
donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a
sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío”.
Así es, la palabra "odiar”
yo creo que nos produce escándalo a todos nosotros, porque sabemos que para Jesús
lo que existe es la palabra "amar”. Yo me atrevo, antes de entrar en los
pensamientos de Jesús, que es requisito para ser cristiano o discípulo suyo, el
amar a todas esas personas, seres queridos nuestros, y a los pobres, a los
excluidos, incluso a los ricos, etc. Entonces, ¿por qué nos pide Jesús ahora
odiar a los nuestros y a uno mismo? ¿Ya se le olvidaron sus otros llamados? ¿Es
que acaso está entrando en contradicción consigo mismo?
Lo que digo enseguida, es
un intento mío de entender a nuestro Señor. No quiero que se queden con lo mío
sino con lo de Jesús, y cada quien intente entenderlo. Yo digo que Jesús no
habló de preferencias, porque estas se prestan para colocarlas en el mismo
nivel, sólo que unas primeras que otras. Y amar y seguir a Jesús es una
vocación y una opción que supera toda preferencia. Jesucristo es el Hijo de
Dios, ¿se le puede colocar al nivel de las criaturas? Recordemos el mandamiento
del amor: a Dios no lo hemos de amar como a nosotros mismos, porque nosotros
somos seres mortales, y él es el absoluto. A Dios lo hemos de amar con todo el
corazón, las fuerzas, el alma, con todo nuestro ser.
¿Hay algún verbo en
español, o en cualquier otro idioma que exprese a cabalidad la decisión de
poner a Jesús en su justo lugar de Hijo de Dios? No lo hay, por eso yo creo que
san Lucas recogió esta palabra tan dura, tan contrastante, tan radical. Para
los cristianos, Jesús es el absoluto. Si ponemos nuestra atención en el odio a nosotros
mismos, creo que lo podemos entender mejor. ¿Qué hicieron los mártires? Por
amor a Jesús no tuvieron consideraciones consigo mismos, escogieron la muerte
para dar testimonio de la Vida de Jesús. ¿Qué hizo Jesucristo? Por obediencia al
proyecto del Padre, escogió la entrega de la vida. Y así lo contemplamos
bellamente en nuestras imágenes del crucificado. Cualquiera que mira a Jesucristo
en la cruz, entiende bien que eso equivale al odio a sí mismo. No es un odio
directo, no es el odio que provoca la muerte de otros, sino que permite la
propia muerte como resultado del amor.
Así es que, ningún ser
querido, ninguna criatura, ninguna cosa puede resultar un obstáculo, para un verdadero
creyente, para ser plenamente de Jesús.