En
septiembre celebra nuestra Iglesia el mes de la Biblia. Lo hacemos con la
intención de promover su lectura entre todos nuestros católicos. Ya casi todas
las familias tienen su Biblia en casa, pero no la leen, ¿por qué? Quizá porque
no nos atrae entrar a un libro que tiene tantas páginas, y si leemos un pasaje,
nos puede resultar tan desconocido o ajeno a nuestra vida que preferimos
ponernos a rezar algo más sencillo. O quizá porque estamos acostumbrados a este
mundo de imágenes, y la Biblia son páginas y páginas llenas de letras. Desde
luego que es más cómodo, en el sentido en que requiere menos esfuerzo, tener
solamente el signo sin abrirlo.
Quiero
utilizar la siguiente motivación esperando convencerlos de la importancia que
tiene la lectura de la Biblia en nuestra vida cristiana.
Leer la
Biblia no es una devoción más de las varias que tenemos. Escuchar a Dios es la
base de nuestra religión. Quien tiene muchas devociones, pero no escucha a Dios,
no le sirven sus devociones, al contrario, puede ser que le estorben, que se
vuelvan contraproducentes, porque en vez de escuchar a Dios, lo que hace uno es
encerrarse en su propia religiosidad. En este caso, uno se convierte en dios
para uno mismo.
Los
católicos que no leen la Biblia, tienen puesta su fe en un Dios mudo, que no
les habla. Los católicos que no leen diariamente alguna página de los santos
evangelios, tienen puesta su fe en un Jesucristo que no habla, en un Jesucristo
mudo. Y, a fin de cuentas, ese Dios y ese Jesucristo lo convertimos en un ídolo
mudo. No habla pero sí lo podemos adorar, sin necesidad de obedecerlo. Es lo
que hacen las demás religiones de la historia: sus dioses no les hablan, sólo
aceptan los sacrificios de sus adoradores.
Los
católicos que queremos fomentar, son aquellos que empiezan a leer los
evangelios, cada día, no como un acto de lectura sino como una relación de
escucha con el Maestro. Esto es un verdadero discípulo, el que escucha a su
Maestro, el que se deja educar, formar, conducir por él; el que se deja
corregir, amonestar por Jesús; el que se dejar fortalecer, llenar de la gracia
de su Guía y Señor.
Jesucristo
declara dichosos a los que oyen la Palabra de Dios y la cumplen (Lucas 11,28).
Ésta es
la verdadera religión que quiere Jesucristo. Nos lo dice con estas palabras:
"No todo el que me diga: Señor, Señor,
entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre
celestial. Muchos me dirán aquel Día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu
nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos
milagros? Y entonces les declararé: ¡Jamás los conocí; apártense de mí, agentes
de iniquidad! Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en
práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca” (Mateo
7,21-24).
En este
pasaje tomado del sermón de la montaña, se ve claramente que por encima de
nuestros rezos y devociones, lo que quiere Jesús es que escuchemos sus palabras
y las pongamos en práctica.
Su hermano
en Cristo:
Pbro. Carlos Pérez Barrera