Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





(Sobre la jornada mundial de los pobres, queremos recordar estas palabras del p. Chevrier: "… el Papa Pío IX que los ha bendecido y, en ustedes, ha bendecido a los pobres, los pobres que ustedes deben evangelizar e instruir… ‘dichosos los pobres’. Sí, seamos siempre los pobres de Dios, permanezcamos siempre pobres, trabajemos con los pobres… No trabajen para crecer y subir, trabajen para hacerse pequeños y achicarse de modo que se coloquen a la altura de los pobres, para estar con ellos, vivir con ellos, morir con ellos”. Carta 114).

 

NECESITAMOS LA FIRMEZA DE VIDA DE JESÚS

Domingo 13 de noviembre de 2022, 33° ordinario

Lucas 21,5-19.

Carlos Pérez B., pbro.

 

Por convocatoria del Papa Francisco celebramos hoy la jornada mundial de los pobres, no porque sea el único día del año que nos debemos acordar de ellos, sino para irnos educando en este renglón que verifica nuestra fe. Si nos quedamos solamente con rezos y celebraciones, nuestra fe es vana.

Muchas personas ponen de pretexto que no ayudan a los que piden y no necesitan, o piden para el vicio, la droga o el alcohol, o son flojos. Pues está bien, la ayuda que ellos necesitan es otra, debemos ver cómo realizarla, pero hay otros que sí son pobres de verdad, y los conocemos, los tenemos al alcance de nuestra mano, como el rico epulón de la parábola, que tenía al Lázaro el mendigo pobre, a las puertas de su casa (Lc 16). Y si no sabemos quiénes son pobres en nuestra sociedad, pues es hora que salgamos a conocerlos, porque ahí están.

No pensemos en limosnas. Dios no quiere que haya pobres (en el espíritu sí), víctimas de este sistema injusto, ni abajados ni oprimidos ni excluidos, etc. Nosotros, que somos parte de sus planes, tampoco. Por eso nuestra vida cristiana ha de ser como la de Jesús: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lucas 4,18).

 

Venimos caminando detrás de Jesús desde Galilea. Llegamos con él a Jericó, a orillas del Jordán y del mar Muerto, ya para subir al templo de Jerusalén, la meta de su caminar y de su vida mortal. Al llegar al templo, expulsó a los vendedores que ahí encontró. Este acto no iba dirigido solamente contra los pobres vendedores que simplemente eran empleados, sino contra los sumos sacerdotes, los dirigentes del templo y de toda la organización cultual que en él se realizaba. Precisamente estos últimos buscaban la forma de condenarlo a muerte.

Ahí en los atrios del templo de Jerusalén, los evangelistas nos narran que Jesucristo recibió varias comitivas en plan conflictivo: sumos sacerdotes, ancianos del sanedrín, escribas, fariseos, saduceos. Cuando hablamos del templo, nos referimos a su construcción material, grandiosa, pero también a toda la religiosidad que se efectuaba en torno a él. La de los judíos era fundamentalmente una religión de leyes y una religión centrada en el templo. Sólo había un templo para todo el país. Y los judíos tenían mucho respeto y cariño hacia él.

Jesucristo era el único judío que andaba fuera de esa mentalidad. Su anuncio profético debió haber causado una profunda consternación en sus oyentes, entre los que se encontraban sus discípulos: "Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido”.

Nos debemos preguntar: ¿A qué se refería nuestro Señor con ese "todo esto”? Pensamos que no solamente a la construcción, la cual fue efectivamente destruida hasta no quedar nada, cuarenta años después de que Jesucristo lo predijo. También se refería a toda la estructura cultual, a la organización, a la jerarquía de personas y funciones, a toda esa religión fincada en el templo. Y entonces, ¿se quedaría el pueblo sin manera de relacionarse con Dios? Claro que no. El pueblo debió haberse quedado con el Cristo, a quien Jesús menciona enseguida: Yo soy el Mesías, pero no cualquier otra persona, sino sólo el que verdaderamente lo es, Jesús. Y Jesucristo nos lo advierte para que no vayamos a creerle a otro que se presente con ese título. Ya desde entonces se usaba el robo de identidad. Y lo primero que nos dice Jesús y lo primero que hacemos. Cuántas veces ha sucedido a lo largo de la historia, cuántas personas se van detrás de algún líder iluminado que los engaña con facilidad. Entre los casos más conocidos están Papá Nabor en Michoacán, Naasón Joaquín de la iglesia Luz del Mundo, David Koresh en Waco, Texas, entre otros. Ellos se valen de personas muy crédulas.

Por eso los cristianos nos afanamos para no crear figuras iluminadas, sino que todos debemos quedarnos con el único Cristo, el de los santos evangelios. Y pedirle al Espíritu Santo que nos ilumine para discernir estas páginas sagradas, no para que nos dé mensajes que nos mandan por otro lado y dejan de lado la Palabra de Jesús.

Además de estos engaños, Jesús nos advierte sobre guerras, epidemias (ya la estamos viviendo), terremotos y hambre (también las conocemos), lo mismo que persecuciones (como las que se han dado en nuestro país, y pueden venir otras.

Ante estos anuncios que nos dejan temblando, Jesucristo nos fortalece con estas palabras: "Si se mantienen firmes, conseguirán la vida”. ¿Consigue el Maestro darle fuerza a nuestra fe? Si no sucede así, es que necesitamos nutrirnos más de su Palabra y de su Espíritu.

 


 

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