(Esta semana, por la gracia de Dios, nos
reunimos 26 sacerdotes del Prado para reflexionar, orar y celebrar el tema de
la santidad en el ministerio parroquial. Nuestro intercambio no nos llevó a
pensar que los sacerdotes hemos de ser muy rezanderos, encerrados en la
sacristía para no pecar o para vivir ajenos al mundo. No es así. La santidad
del sacerdote se ha de vivir en el conocimiento progresivo y en el seguimiento
de Jesucristo, en el envío a evangelizar a los pobres.).
EL REINO DE LOS EXCLUIDOS COMO SALVACIÓN
PARA TODOS
Domingo 20 de noviembre de 2022, Jesucristo Rey
Lucas 23,35-43.
Carlos Pérez B., pbro.
Hemos escuchado en el evangelio que las autoridades, los soldados, y
hasta un malhechor crucificado, le decían a Jesús: "sálvate a ti mismo”. Pero
nosotros nos preguntamos, ¿había venido Jesús a salvarse a sí mismo? Qué lejos
estaban estos adversarios de Jesús de comprender el misterio que tenían frente
a sus ojos. El Hijo de Dios había venido, y sigue puesto en eso, para salvar a
toda la humanidad, incluidos los que le gritaban frente a la cruz, o que se le
oponen en nuestros días, ya sea desde sus intereses inmediatistas, o desde el
poder, o desde su amor a sí mismos. El cristianismo o el seguimiento de Jesús
es eso, salvar a los demás. Yo sólo me salvo a mí mismo en la medida que empeño
toda mi vida en la salvación de mis hermanos. La salvación la hemos de entender
a partir de las enseñanzas y de la vida de Jesucristo,
Después de venir siguiendo los pasos del Maestro a través de las
páginas del evangelio según san Lucas, en estos domingos del tiempo ordinario,
ahora concluimos el año litúrgico contemplando a Jesucristo como rey, de un
reino que los seres humanos no perciben pero que ya está entre nosotros, dando
sus frutos y empezando a establecerse como salvación para toda la humanidad.
Hoy contemplamos a este rey nuestro despojado, crucificado. ¿Estamos acaso ante
el fracaso de la obra del Hijo de Dios y el triunfo definitivo de este mundo?
Es preciso que volvamos nuestra mirada sobre los pasos que hemos dado detrás de
él, es decir, que volvamos sobre las páginas del Evangelio.
El Hijo de Dios, habiéndose encarnado en una aldea desconocida llamada
Nazaret, e igualmente en el seno de una chica desconocida llamada María, por
obra del Espíritu Santo, resulta que por lo propósitos ocultos del Padre
eterno, tuvo que nacer en Belén, la aldea del rey ungido por Dios, David, en la
antigüedad para establecer el reino de Dios como salvación para todos los
pueblos. Esto no se cumpliría en el rey guerrero antepasado de Jesús, sino en
este pobre, que al nacer, tuvo que ser recostado en un pesebre, en un portal
que ni siquiera era una posada digna de un ser humano, mucho menos de un rey.
El ángel Gabriel le anunció así a María quién era el que había de nacer
de ella: "Dios le dará el
trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su
reino no tendrá fin” (Lucas 1,32). Y Jesús, desde el principio de su ministerio, comenzó a
anunciar la buena noticia del reino de Dios: "También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino
de Dios, porque a esto he sido enviado. E iba predicando por las sinagogas de
Judea” (Lucas 4,43). Y así podemos continuar página tras página de los
cuatro evangelios.
Jesucristo no vino a dejarnos una religión angelista o espiritualona,
como rezar, tener ciertas devociones, hacer obras piadosas. Son cosas buenas,
pero la obra de Jesús no puede quedarse en eso. Jesucristo vino a establecer el
reino de Dios. ¿Qué es eso? Los cuatro evangelios, no solamente san Lucas, nos
presentan la obra de Jesús como algo que tiene que ver con el mundo, con la
vida toda de las gentes. Dios quiere establecer su reinado en toda la
humanidad. Es el reinado del amor, de la paz, de la justicia, de la
fraternidad, de la verdad, de la armonía. Dios nuestro Padre lo ha querido
realizar por medio de su Hijo, por el Espíritu. Así, cuando se presentó en la
sinagoga de Nazaret, lo expresó utilizando una profecía antigua: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque
me ha ungido para llevar la Buena Nueva (Evangelio) a los pobres, me ha enviado
a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar
libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”.
Jesús nos llama a seguirlo, es decir, a comprometernos con el
establecimiento del reino de Dios, y no solamente eso, sino de la manera como
el mismo Jesucristo trabajó y sigue trabajando porque ese reinado llegue a ser
una plena realidad para todos los seres humanos. El modo o la manera no puede
ser el de nosotros, sino el de Jesús. Hoy tenemos un ejemplo palpable que poco
a poco hemos de llegar a entender: el primer invitado a participar del reino
fue un malhechor que se abrió a la causa de Jesús. Así es. A él y a todos los que
quieran entrar por este camino siguiendo los pasos de Jesús, él nos dice: "Hoy estarás conmigo en el paraíso”.