Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





(Cuando el p. Chevrier conoció a un laico (Camilo Rambaud) que fundó una especie de ciudad o de albergue para los hijos de los obreros, quedó impresionado por la pobreza de esta persona y exclamó al regresar a su parroquia: "he visto a Juan en el desierto”. J.F. Six, p. 73).

 

ANUNCIADORES DE LA VENIDA DE JESÚS

Domingo 4 de diciembre de 2022, 2° de adviento

Isaías 11,1-10; Salmo 72 (71); Romanos 15,4-9; Mateo 3,1-12 (Isaías 40,3).

Carlos Pérez B., pbro.

 

En el tiempo litúrgico del adviento vivimos nuestra espera de la llegada de la plenitud de los tiempos con nuestro Señor Jesucristo. ¿Es así? Sería conveniente que todos los católicos nos invitáramos unos a otros a vivir en serio este tiempo litúrgico y no nos dejáramos atrapar por las compras y las comidas, y las bebidas de las fiestas decembrinas. Es algo muy propio de nuestra vida cristiana caminar al encuentro del Señor. Si lo amamos, viviremos con entusiasmo esta caminata.

Para irnos disponiendo a caminar en la esperanza hacia ese encuentro, el día de hoy la Iglesia nos presenta los anuncios proféticos de Isaías y el salmista, además del apóstol san Pablo, pero sobre todo la predicación de Juan Bautista. Es una predicación enérgica, severa, porque hace falta, hace falta sacudirnos de nuestra rutina, de nuestra indiferencia ante los tiempos que estamos viviendo. Los vivimos con mucho temor, pero sin embargo, poco hacemos para que cambien, simplemente evadimos hasta donde podemos los peligros que la inseguridad y la injusticia nos presentan.

Por ello, Juan bautista nos habla fuerte. En sintonía con Jesús (Mateo 4,17), nos pide cambiar profundamente, que eso es la conversión. ¿Convertirnos por qué o para qué? Porque el reino de los cielos está cerca, dice Juan; y en cambio, Jesucristo dice que "ha llegado”. Es que efectivamente con Jesús el reino de los cielos se hace presente, en donde quiera que él ande en medio de la gente, con sus milagros, con sus enseñanzas, con sus encuentros con las multitudes. Y nosotros, hoy día, así lo vivimos. ¿Es así? Vivámoslo como una bella realidad, no como una falsa ilusión. Jesús camina con nosotros hacia la plenitud del reino. Este ambiente tiene que pasar, este mundo tiene que cambiar. Para ello Dios nos ha dado tantas capacidades; nos ha dado espíritu, nos ha dado la fe, el corazón, Jesús nos ha bautizado con su santo Espíritu, como nos lo anuncia hoy Juan.

Acojamos los gritos de Juan. Él nos habla de ‘raza de víboras’. Generalmente los predicadores suavizan sus discursos, para atraer gente y ganarse su favor, sobre todo si son políticos o líderes religiosos banales. Pero Juan no tiene pelos en la lengua, no se le traban las palabras. A las gentes más religiosas de aquel tiempo se dirigía así, como lo hará después Jesucristo. Y es que Juan llevaba una vida de renuncia y de espiritualidad que le daba esa fortaleza para enfrentarse a todo, hasta al mismo Herodes, el gobernante déspota de Galilea. Y nosotros, que somos o debemos ser portadores del Evangelio de Jesús, tenemos que comprender que la pobreza, la vida coherente, es una fortaleza enorme para ser anunciadores que no nos tiemblen las rodillas ante nadie. Así son los verdaderos profetas, no buscan el favor de ningún poderoso, ni siquiera el voto o aprobación de la multitud.

Y como si no fuera suficiente dirigirse con esas palabras a fariseos y saduceos (los saduceos eran gente del dinero y del poder. En san Lucas leemos que Juan les decía ‘raza de víboras’ a toda la gente. Ver Lucas 3,7), le echa más lumbre a su discurso: "¿quién les ha dicho que podrán escapar al castigo que les aguarda? Hagan ver con obras su conversión y no se hagan ilusiones pensando que tienen por padre a Abraham, porque yo les aseguro que hasta de estas piedras puede Dios sacar hijos de Abraham. Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto, será cortado y arrojado al fuego”.

¡Vaya! Estamos en verdad ante un verdadero profeta que habla la verdad de Dios, especialmente dirigida a quienes somos gente religiosa. No nos hagamos ilusiones falsas pensando que somos católicos, cristianos, creyentes. Dios puede sacar todo eso hasta de las piedras. Con razón a Juan le cortaron no sólo la lengua sino toda la cabeza. Es un verdadero hombre de Dios. No sólo nos llama de manera tan clara para la venida de Jesús, sino que toda su persona es un testimonio viviente de Aquel a quien no es digno de llevarle las sandalias.

¿Y Jesús? Nos dice Juan que viene con un bieldo o pala en las manos para separar el trigo de la paja. ¿Qué somos nosotros sinceramente? ¿Somos gente de fruto o gente vacía? Lo valioso es que Jesús viene a bautizarnos con Espíritu Santo y fuego. Lo que necesita precisamente nuestro mundo para cambiar, abrirse al Espíritu de Dios, tomar distancia de la carnalidad, de nuestro egoísmo, de nuestros instintos.

¿No le podríamos poner foquitos de colores a Juan Bautista para acomodarlo a nuestros adornos prenavideños? Pues no, y sin embargo, él es la figura del advenimiento de Jesús.

 


 

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