EL DESPOJO DE SÍ MISMO ES EL CAMINO DE DIOS
Domingo 26 febrero 2023, 1° de cuaresma
Mateo 4,1-11.
Carlos Pérez B., pbro.
Cada año, el primer domingo de cuaresma, escuchamos en la liturgia el
pasaje de las tentaciones de Jesús en el desierto. Este año nos toca hacerlo en
el evangelio según san Mateo. Nuestra cuaresma está tomada precisamente de este
tiempo que vivió Jesús: tiempo de retiro, de privación, de interioridad,
oración, penitencia, comunión con el Padre, pero también un tiempo de prueba,
de tentación. Qué bello es que Jesucristo se someta a la fragilidad que
padecemos los seres humanos. Y qué bello es que nos abra el camino para salir
adelante, según los propósitos de Dios nuestro Padre.
No pasemos por alto que fue el Espíritu Santo quien lo llevó al desierto
y no al templo de Jerusalén. Los impulsos de la carne nos empujan a nosotros a
muy diversos lugares; y nosotros bien que nos dejamos llevar: a los lugares
donde hay dinero, artículos de consumo, diversión, a veces vicio, placer, ahí
donde le podemos dar culto a nuestro Ego. En cambio, los impulsos del Espíritu
nos empujan, no precisamente a encerrarnos en un lugar de culto, sino a salir
principalmente allá donde podemos servir al prójimo, donde podemos amarlo como
el Maestro nos manda, a la misión, a la caridad y el servicio. Pero en esta
ocasión digamos que el Espíritu Santo nos conduce también a aquellos lugares
donde podemos vivir el silencio, la intimidad con Dios, incluso ahí donde
podemos tomar conciencia de que hay pruebas que nos pueden apartar del camino
de la salvación de Dios.
Acojamos detenidamente el texto evangélico. El diablo no le ofreció a
Jesús un pan. Tenía 40 días sin comer, pero ésta no era una tentación de
ocasión sino de misión. "Si eres el Hijo
de Dios”, le dice el diablo. ¿Cómo vivir su divinidad? ¿Haciendo actos de
magia para remediar de manera inmediatista sus necesidades? Habría sido muy
fácil para Jesús salvar a este mundo mediante un acto de magia atenido a su
poder de Hijo de Dios; se habría ahorrado la pasión y la cruz; pero entonces no
sería un camino de salvación para los seres humanos.
Qué bella respuesta le da Jesús: "No
sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de
Dios”. Una frase tomada de la Biblia (Deuteronomio 8,3). En esta cuaresma
limitemos nuestro consumo de alimento para el cuerpo a fin de tomar conciencia
de que también nuestra espiritualidad necesita ser alimentada, sobre todo con
la Palabra de Dios. No se puede ser cristiano sin escuchar a Jesús.
En la parte más alta del templo, el diablo le presenta a Jesús una
tentación algo común en las religiosidades inmediatistas, vivir como si Dios
fuera un recurso mágico para sacarnos de todos los problemas: "Si eres el Hijo
de Dios, échate para abajo”. Y aquí es el diablo el que recurre a la Biblia
(ver salmo 91,12), "porque está escrito:
Mandará a sus ángeles que te cuiden y ellos te tomarán en sus manos, para que
no tropiece tu pie en piedra alguna”; para que veamos que también la Biblia
puede ser manipulada en contra de los planes de Dios. Pero Jesús, que posee un
profundo conocimiento de ella, no se deja manipular, ni porque le pide que
demuestre su divinidad, ni porque lo dice la sagrada Escritura. Los creyentes
no debemos ponerle tentaciones a Dios: ‘como soy creyente, Dios me tiene que
cuidar a fuerza, me tiene que conceder todo lo que le pida, me debe de sacar de
todo problema y apuro’. Pero es al revés, no está Dios para obedecernos, sino
nosotros a él, así se trate, como en el caso de su Hijo, de pasar por la pasión
y la cruz. Hay corrientes ideológicas y religiosidades de la prosperidad que
habría que tildar de diabólicas, porque es lo que el diablo le ofrece a Jesús.
El diablo, como lo hace con todos los seres humanos, le ofrece a Jesús
todos los reinos del mundo. ¿Qué haría un político, un narcisista, un
eclesiástico encumbrado ante tal ofrecimiento? El dinero mezclado con las
ansias de poder. Pero éste no era el mesianismo de Jesús. No era el poder
humano o la riqueza el camino para la salvación de esta humanidad sino el
despojo de sí mismo. ¿Le entendemos a Dios? Pues en la práctica no, por eso
pensamos que nuestra Iglesia debería gozar de prestigio y de bienes materiales
para ser eficaz en la santificación del mundo. La respuesta de Jesús es que no
se debe adorar ni al diablo, ni al poder, al honor o a los recursos materiales,
sino sólo a Dios. Y no lo digamos con ingenuidad, sino con los pies en la
tierra y con el corazón en Dios.