JESUCRISTO ES LA FUENTE DE LA SALVACIÓN
Domingo 12 marzo 2023, 3° de cuaresma
Juan 4,5-42.
Carlos Pérez B., pbro.
Qué bellamente resplandece nuestro Señor Jesucristo como la buena
noticia para el pueblo, no sólo el judío sino también el samaritano, y para
todos los pueblos considerados paganos. Muchas veces contemplamos a Jesús
enseñando a las multitudes. En esta ocasión, formidable ocasión, se detiene con
una persona, una mujer. Aprendamos de Jesús las diversas maneras que tiene él
de evangelizar. No sigue esquemas rígidos. Nosotros sí nos hemos dejado
estereotipar para comunicar su Buena Noticia.
¿Qué vemos en este encuentro y diálogo de Jesucristo con una mujer no
judía? Vemos a un pobre que siente sed, como todo ser humano, y necesita
suplicarla a quien se la puede dar. No usa su poder de Hijo de Dios (como vimos
que el diablo lo quiso tentar en el desierto), para procurarse agua de manera
mágica. Prefiere sufrir la sed y al mismo tiempo relacionarse con esta mujer.
Los discípulos, fieles a su religiosidad anterior, sí que se extrañan al verlo
platicar con una mujer.
Vemos que Jesucristo no es presa de prejuicios o trabas religiosas,
culturales o raciales. Un judío ‘normal’ se habría apartado al ver venir a una
persona que por un lado es mujer y por otro, parte de un pueblo que practica
una religiosidad diferente a la suya. La mujer bien que supo aducir a su enemistad
religiosa y le pregunta: "¿cómo es que
tú, siendo judío, me pides de beber a mí que soy samaritana?” En verdad, un
judío no se atrevería a beber en una vasija samaritana así se estuviera
muriendo de sed. Sería el equivalente, en nuestra mentalidad, a beber en la
vasija del perro. Pero Jesús no es un judío normal, es mucho más que eso, es un
ser universal.
Jesucristo se va adentrando en el mundo y en la cultura del pueblo
samaritano, y de todo colectivo humano. El tema del agua es vital para todas
las criaturas, no sólo los seres humanos. Razón tenía el pueblo de la
antigüedad (primera lectura) para levantarse en contra de Moisés que los estaba
matando de sed. Y razón le concedemos a la gente que sale a protestar a la
calle, y bloquear avenidas reclamando por su derecho al agua. Con mucha
seguridad en las cosas de Dios, Jesús comienza a evangelizarla: ‘si conocieras
el don de Dios, si conocieras al que te está pidiendo agua, tú le pedirías a
él, y él te daría agua viva’. Un pozo, permítanme decirlo así, no es un
depósito inerte de agua, si lo fuera, se lo terminarían muy pronto. De alguna
manera podemos decir que tiene vida. El antepasado Jacob, que lo es también de
Jesús, les dejó ese pozo, como 1,700 años antes. ¡Imagínense! Un pozo es un
manantial que no se cansa de brindar agua a las personas y a sus animales. ¡Qué
buen signo de la vitalidad que derrama Dios a través de su Hijo Jesús! Desde
luego que Jesús es muy superior a su antepasado Jacob. Es una fuente de gracia,
de salvación, de vida plena, de sabiduría, de amor, de misericordia… del Espíritu
de Dios. Dichosos los que sienten necesidad de la fuente de Jesús. Sólo él
puede saciar la sed de todo ser humano, esa ansia espiritual de vivir a
plenitud. Así lo vivimos sus discípulos.
Vemos que Jesucristo sabe entrar en la vida de las personas sin
violentarlas. "Has tenido cinco maridos…” La mujer, en vez de sentirse
incómoda, se da cuenta que Jesús es un profeta (no un sacerdote o un
gobernante), lo que le da oportunidad de plantearle una cuestión fundamental
para aquellos pueblos, que lo es también para nuestra gente en estos tiempos
modernos, por más que se empeñen en negar a Dios en sus vidas. Esa negación no
es en verdad una respuesta al insondable misterio del ser humano, de la vida y
de la creación.
¿Dónde hay que adorar al Dios verdadero? ¿En el cerro, como los
samaritanos? ¿En el templo de Jerusalén, como los judíos? ¿En nuestros templos
cristianos, en una mezquita, en la calle? A Dios hay que adorarlo en espíritu y
en verdad. Dios está presente en toda su creación, Dios está presente en todos
los pueblos, en los pobres, como esta mujer (el Espíritu trabaja donde quiere
él, aunque nosotros queramos encerrarlo en nuestras categorías estrechas). La
clave, para nosotros los cristianos, es estudiar los santos evangelios porque
ahí encontramos la verdad en esta persona llamada Jesús. Digámoslo con las
palabras del mismo pueblo samaritano, que es también la profesión de fe del
evangelista: "nosotros mismos lo hemos
oído y sabemos que él es, de veras, el salvador del mundo”. Adorar a Dios en espíritu y en verdad, es conocer, amar y seguir los pasos de Jesucristo en su proyecto de salvación de esta humanidad.