VIVIR LA VIDA CRISTIANA COMO UN ADVIENTO
Domingo 1° de adviento, 3 diciembre 2023
1 Corintios 1,3-9; Marcos 13,33-37.
Carlos Pérez B., Pbro.
Hoy comenzamos el tiempo de adviento, advenimiento, venida. Hay dos
advientos: el adviento litúrgico, que este año es el más corto, apenas tres
semanas, más la mitad del domingo 4°. Es el tiempo en que la Iglesia nos invita
a prepararnos, tanto a la venida de Jesús, en la plenitud de los tiempos, como
también a la celebración de su primera venida, su nacimiento en el portal de
Belén. Un acontecimiento que, decimos nosotros los cristianos, debería celebrar
y vivir con gozo toda la humanidad, creyentes y no creyentes, porque
Jesucristo, como humano, es algo especial y único. Como él, ningún otro ser
humano. Hay países y culturas que pareciera que celebran otra cosa, como si el
mono de nieve fuera el personaje central, o el santo clós, o el arbolito. No
hay mejor imagen de este tiempo que el pesebre de Belén, flanqueado por dos humildes
peregrinos, José y María, esperando el nacimiento de su Hijo.
El otro adviento es el existencial. Nuestra vida cristiana es un
permanente adviento. Caminamos al encuentro de Jesús que viene a nosotros, para
entregarnos la plenitud de su reino, el cabal cumplimiento de la promesa de
Dios nuestro Padre, cuando su gracia reine enteramente en todos los seres
humanos; cuando cualquiera de nosotros, con toda humildad, deje de reinar sobre
los demás y le deje ese lugar a Dios, el único soberano de todas las cosas. De
esta espera ansiosa y gozosa nos hablan todos los pasajes de la liturgia de la
Palabra de este domingo: "Ojalá rasgaras los cielos y bajaras, estremeciendo las montañas con tu
presencia” (Isaías en
la primera lectura); "Escúchanos, pastor
de Israel… manifiéstate, despierta tu poder y ven a salvarnos” (salmo
responsorial); "Ustedes los que esperan
la manifestación de nuestro Señor Jesucristo” (san Pablo en 2ª lectura); "Velen ustedes, pues no
saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa” (evangelio).
Convendría
que repasáramos todo el capítulo 13 de san Marcos. Jesucristo está frente al
templo de Jerusalén, prediciendo su destrucción, cosa que sucedió 40 años
después de que Jesús la anunció, y hasta la fecha, los judíos no lo han querido
volver a levantar.
Los
discípulos le preguntan por las señales previas a su destrucción. Jesús, que
sin importar que es un condenado a muerte, no deja su papel de Maestro y
continúa formando su interior, les habla de guerras, persecuciones, muerte de
algunos de ellos (de hecho, pensamos que todos murieron mártires). Fijémonos que, en este mes de diciembre, nos van a hacer cantidad de ofrecimientos: las empresas comerciales, productos muy atractivos; los precandidatos, la luna y las estrellas. Nuestro Señor Jesucristo es distinto a todos, a nadie quiere engañar, a nadie quiere atraer con falsos ofrecimientos: ¿qué empresa o qué partido ofrece juicios, persecuciones y muerte?
Pero sobre
todo, Jesucristo les y nos habla de su segunda venida. Y Jesús no les dice ni el día ni la hora
en que eso sucederá, porque de lo que se trata es de no vivir la vida cristiana
dejando nuestra conversión para los últimos momentos. Como no sabemos cuándo,
toda nuestra vida ha de ser una espera activa. Sí, Jesús viene a nosotros, con
su reino, gratuitamente, pero a nosotros nos toca, como respuesta a su
invitación, trabajar porque el reino de Dios se vaya edificando.
En resumen, al llamarnos hoy Jesús a vivir vigilantes, alertas, en
realidad está insistiendo en el llamado constante a vivir con los ojos
abiertos, discerniendo nuestro tiempo, a vivir nuestra vida cristiana como un
seguimiento de sus pasos, a vivir como siervos, no como señores, a vivir
nuestro presente como un ‘momento de salvación’ (san Marcos nos transmite la
palabra "kairós” en boca de Jesús, que se traduce de esa manera), pero también,
con la mirada puesta en la plenitud de su reino. A lo largo del Evangelio, Jesucristo nos ha venido formando
de esta manera: "Abran los ojos y guárdense de la levadura de los fariseos y de la
levadura de Herodes” (Marcos 8,15); "Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Marcos
8,34); "ellos no entendían lo que les
decía y temían preguntarle” (Marcos 9,32); "el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él”
(Marcos 10,15); "el que quiera llegar a
ser grande entre ustedes, será su servidor, y el que quiera ser el primero entre
ustedes, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser
servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Marcos
10,43); "no serán ustedes los que hablarán,
sino el Espíritu Santo” (Marcos 13,11).
Este año están coincidiendo dos campañas con nuestro adviento religioso:
las campañas comerciales y las precampañas político-electorales. No nos dejemos
ir de boca por ninguna de ellas, escuchémoslas, según nuestra paciencia, pero
nuestro corazón estará puesto en el Señor que viene a nosotros.