SEAMOS TESTIGOS DE LA LUZ, DE JESUCRISTO
Domingo 3° de adviento, 17 diciembre 2023
1
Tesalonicenses 5,16-24; Juan
1,6-8 y 19-28.
Carlos Pérez B., Pbro.
A este tercer domingo de adviento, la Iglesia le llama ‘gaudete’, que
significa ‘alégrense’, por eso el color rosa de la 3ª vela de la corona de
adviento, porque ya no es el morado el signo penitencial, sino la alegría,
alegría porque ya está muy cerca la celebración del nacimiento del Niño Jesús,
pero sobre todo, porque la alegría es la nota dominante de nuestra caminata al
encuentro de Jesús en la plenitud de los tiempos. Varios documentos del Papa
Francisco llevan títulos que nos hablan de esto: "Evangelii Gaudium” (el
evangelio de la alegría), "Gaudete et exsultate” (alégrense y gócense), Amoris
Laetitia (la alegría del amor).
Quien no camina en la alegría por esta vida, no se puede considerar
realmente cristiano-cristiana. Lo digo a sabiendas que hay mucha gente que
sufre tantas penalidades en nuestro tiempo, sin embargo, nuestra
espiritualidad, que brota del Evangelio de Jesús, nos mueve siempre, desde el
fondo del corazón a vivir en la esperanza, en la ilusión de que nos espera la
plenitud de la alegría y la felicidad en nuestro encuentro con Dios… y ansiamos
que llegue ese día: "Ven, Señor Jesús”. Recordemos que nuestro Señor Jesucristo
nos enseña en el ‘sermón de la montaña’: ‘felices los pobres en el espíritu,
felices los mansos, felices los que tienen hambre y sed de justicia, felices
los perseguidos, etc.’
El domingo pasado escuchamos en el evangelio según san Marcos, al
mensajero que nos convoca a preparar el camino del Señor que viene a nosotros.
Ahora escuchamos el testimonio que nos da, con toda su vida, incluso con el
derramamiento de su sangre, este testigo cualificado: Juan el bautista. Con
humildad confiesa no ser el Mesías. Hay tantos Egos en estos tiempos, que
tenemos que aprender de Juan. Por eso vivimos tantos problemas, porque nos
creemos mucho, porque exigimos mucho a los demás en relación con nuestra
persona, porque nos queremos imponer sobre todos. Juan no. Juan no era la luz,
la luz es Jesucristo. El Hijo de Dios nos pone en nuestro lugar, el que nos
corresponde, de servidores, de testigos suyos, y esto sólo ya es salvación para
todo nuestro mundo.
A leer este pasaje evangélico nos queda la impresión de que Juan no se
entiende a sí mismo sino en relación con Jesús. ¿Por qué no les responde a los
que le preguntan, que él es Juan, el hijo de Zacarías? No. Él inmediatamente
les dice: "Yo no soy el Mesías”. Se
trata de un verdadero cristiano. ¿Nosotros también vivimos nuestra identidad en
relación con Jesús? De eso se trata. ¿No podríamos poner a la persona de Jesús,
con todo su evangelio, en el centro, no sólo de estas fiestas decembrinas, sino
de toda nuestra vida?
Para ser testigos de la luz de Jesucristo, es necesario que cada uno de
nosotros nos pongamos a estudiarlo en los santos evangelios. ¿Cómo es que
vivimos tan conformes con simplemente ser católicos sin conocer a Jesús? Al
recorrer esas páginas sagradas llamadas evangelios, constatamos la sorprendente
manera de vivir la vida humana del Hijo de Dios: su compasión con los más
pobres, gratuitamente; su amor por los enfermos, por los de abajo, sin pedir
nada a cambio; su libertad en relación con la gente del poder, a quienes nunca
les pidió favores, ni les aceptó dádivas para cambiar sus convicciones; su
sabiduría, la profundidad de sus pensamientos y sentimientos; su sencillez para
comunicarse con la gente más sencilla; su mirada crítica sobre los mecanismos y
motivaciones que mueven a los seres humanos; su entrega radical de la vida, con
entereza, con fe en el Padre.
¿Cómo podremos ser testigos de la luz si no escuchamos y contemplamos a
Jesús en los santos evangelios? No estamos esperando a un Jesucristo distinto
al final de los tiempos sino a éste, el de los santos evangelios, el amigo de
pobres y pecadores, el crucificado, el Señor de la vida porque ha venido a
darle vida a este mundo, a todos los seres humanos.
Quiero invitar a todas, a todos nuestros católicos a celebrar en la
noche del domingo 24, o durante el lunes 25, el nacimiento de nuestro Salvador
al pie del pesebre, como los pastores de Belén, en nuestros templos y
comunidades. ¡La navidad no es una fiesta civil! A quienes no puedan reunirse
en comunidad, por lo menos les pedimos, que celebren el nacimiento en la
familia, que acuesten al Niño Jesús en el pesebre, que lean el capítulo 2 de
san Lucas, que recen el Padre Nuestro y le entonen cantos al Recién Nacido. Una
vez que hayan celebrado el nacimiento del Hijo de Dios, entonces sí se pueden
sentar a cenar la navidad. Esta invitación vale también para todo ser humano,
porque la persona de Jesucristo, ya sea que crean que él es el Hijo de Dios o
que simplemente lo vean como un ser humano extraordinario, pues sin duda que es
un ser que ha venido a marcar positivamente nuestra historia y toda nuestra
humanidad. Sus enseñanzas y su vida tan gratuita es un bien para todo este
mundo. Así es que todos celebremos a Jesús.