Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





LA GRAN FAMILIA HUMANA, LA FAMILIA DE JESÚS

Domingo 31 diciembre 2023, La Sagrada Familia

Lucas 2,22-40

 

 

Carlos Pérez B., Pbro.

 

Celebramos la fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, para permanecer en el espíritu de la navidad, del nacimiento del Hijo de Dios en la carne de nuestra carne, acontecimiento que no alcanzamos a celebrar en toda su grandeza, un misterio que nos desborda.

José y María eran judíos cumplidores de la ley de Moisés y fueron a presentar al templo al niño Jesús a sus 40 días de nacido. Como eran pobres, no presentaron un corderito y una paloma, sino dos palomas. Un sacerdote debía salir a recibirlos con el niño, pero san Lucas se da el lujo de no mencionarlo, mejor se detiene en un anciano laico que en ese momento que ellos acuden al templo, sale a recibirlos (es la preferencia del Evangelio por los laicos), lo mismo que una viuda, Ana (es la preferencia de Lucas por las mujeres). Ningún funcionario clérigo aparece en este texto. Así leemos en el libro del Levítico: "Al cumplirse los días de su purificación, sea por niño o niña, presentará al sacerdote, a la entrada de la Tienda del Encuentro, un cordero de un año como holocausto, y un pichón o una tórtola como sacrificio por el pecado. El sacerdote lo ofrecerá ante Yahveh, haciendo expiación por ella, y quedará purificada del flujo de su sangre. Esta es la ley referente a la mujer que da a luz a un niño o una niña. Mas si a ella no le alcanza para presentar una res menor, tome dos tórtolas o dos pichones” (Levítico 12,2).

Contemplamos, en las figuras de nuestros "nacimientos”, a la familia que Jesucristo, como cualquiera de nosotros, necesitaba para formarse como ser humano, como creyente. La familia, por designio creador de Dios, desempeña un papel fundamental e indispensable en el desarrollo de toda persona. En estos tiempos actuales son muchas las limitaciones y carencias que viven nuestras familias, en la sociedad y en la Iglesia, para formar cabalmente, integralmente a cada uno de sus miembros: familias monoparentales, familias desintegradas, niños abandonados, violencia familiar, etc. Todo niño, al venir a este mundo tiene derecho a contar con una familia. En ocasiones, la sociedad y la Iglesia brindan un auxilio para quienes no cuentan con ella: adopciones, orfanatorios, DIF. No obstante, estamos decididamente a favor de la familia en nuestros planes pastorales.

El Papa Pablo VI nos dejó un comentario muy bonito sobre el papel de la familia en la formación de Jesucristo y de nosotros:

«Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su Evangelio. Aquí aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo y misterioso de esta sencilla, humilde y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre los hombres. Aquí se aprende incluso, quizá de una manera casi insensible, a imitar esta vida. Aquí se nos revela el método que nos hará descubrir quién es Cristo. Aquí comprendemos la importancia que tiene el ambiente que rodeó su vida durante su estancia entre nosotros, y lo necesario que es el conocimiento de los lugares, los tiempos, las costumbres, el lenguaje, las prácticas religiosas, en una palabra, de todo aquello de lo que Jesús se sirvió para revelar se al mundo. Aquí todo habla, todo tiene un sentido. Aquí, en esta escuela, comprendemos la necesidad de una disciplina espiritual si queremos seguir las enseñanzas del Evangelio y ser discípulos de Cristo.»

 

En nuestros planes de pastoral familiar hemos de tomar en cuenta la integralidad del evangelio. Jesucristo vivió su infancia en plena obediencia a sus padres humanos, José y María, y desde luego, con el ejemplo de ellos, y por la fuerza del Espíritu, en plena obediencia al Padre. Lo escuchamos en el evangelio con estas palabras: "El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él”. Pero llegó un momento crucial en su desarrollo en que tuvo que pasar, como a los 12 años, de la atmósfera de sus padres, a la atmósfera de Dios Padre. Así nos lo relata san Lucas en los versículos que siguen al pasaje de hoy. Por eso salió de casa a edad temprana, al desierto, y enseguida al ministerio. Dejó su familia como él mismo se lo pedirá a nosotros sus discípulos: "Yo les aseguro que nadie que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos por el Reino de Dios, quedará sin recibir mucho más al presente y, en el mundo venidero, vida eterna” (Lucas 18,29).

Jesucristo formó una nueva familia humana y espiritual con sus discípulos, y nos dejó sus enseñanzas para vivir la vida cristiana en pequeñas comunidades. En este sentido va la mayor parte de las páginas de los evangelios. La familia carnal es necesaria pero no puede ser una atadura, un círculo estrecho que limita la acción de cada cristiano, o mejor dicho, del Espíritu. Es necesario trascenderla para formar la verdadera familia espiritual: "Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen” (Lucas 8,21). Y la misión que nos dejó Jesús es hacer la gran familia humana, en fraternidad y sororidad.


 

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