Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





JESUCRISTO ES SALVACIÓN PARA TODOS LOS PUEBLOS

Domingo 7 enero 2024, La Epifanía del Señor

Isaías 60,1-6; Mateo 2,1-12

 

 

Carlos Pérez B., Pbro.

 

La Iglesia celebra la fiesta de la epifanía de Jesús el 6 de enero, pero aquí en México, los obispos la han trasladado al domingo, para dar oportunidad a que más gente la celebre en la Misa. No es la fiesta de los reyes magos. Jesucristo es el personaje central. Epifanía quiere decir ‘manifestación’. El que nació oculto en Belén, está destinado a ser luz y salvación para todos los pueblos, los seres humanos, que en el decir del profeta Isaías, viven cubiertos de tinieblas y envueltos en espesa niebla. Hay que decir abiertamente que las tinieblas a las que se refiere siempre la Palabra de Dios, son el odio, el egoísmo, la indiferencia, la injusticia, la violencia, la guerra, el pecado, todos estos males que tristemente continúan a la orden del día.

¿Qué escuchamos en el evangelio? San Mateo no nos da detalles del nacimiento de Jesús, como sí lo hace san Lucas, que lo escuchamos en la noche de navidad. Mateo, como muy de pasada, nos dice que Jesús nació en Belén en tiempos del rey Herodes. O sea, que nos deja las cosas en el misterio. El Hijo de Dios vino al mundo como un perfecto desconocido. Si san Lucas pone el acento en la pobreza, Mateo pone el acento en lo oculto y desconocido, como así nacen tantos y tantos seres humanos.

Este Niño empieza a tomar importancia porque unos paganos, no judíos, no creyentes ni conocedores del Dios verdadero, no circuncisos, llegan a Jerusalén a buscarlo. Dios se valió de las estrellas para convocar a los paganos para que tuvieran acceso a su salvación. Y, hay que decir, que al paso de los años y los siglos, Dios se sigue valiendo de numerosas señales que apuntan a su voluntad salvadora. Cada pueblo, cada cultura recibe sus propias señales. Todos viven ese atractivo por la salud, la armonía, la felicidad verdadera, la espiritualidad. Pero hay que ser buscadores de sabiduría como lo eran estos magos del oriente, que la buscaban en los astros. Son las semillas del Verbo, como lo dicen los obispos en el Concilio (AG 11). La sabiduría de Dios no se puede encontrar en el encierro en uno mismo, en el materialismo, en la miopía, en una vida inmanentista.

Este Niño, desde su nacimiento, se incrusta frágil ante las tramas turbias de los poderes de este mundo. Los magos llegaron ingenuamente preguntando en Jerusalén por el rey que acababa de nacer. ¿Herodes se iba a quedar tranquilo? Las personas del poder siempre son sumamente celosas de su puesto. Es Herodes el más interesado en saber de este Niño. Se informa entonces por los que saben acerca del Mesías, saben pero no lo buscan, los escribas y los sumos sacerdotes. Con mentiras, tan propias de la gente del poder, los envía a Belén a que averigüen todo lo que puedan acerca del Niño. Ya desde entonces Jesucristo estará amenazado de muerte.

¿Dónde queda entonces la salvación que el Hijo de Dios vino a realizar corporal y divinamente hace 2 mil años? En nuestros discursos eclesiásticos y devociones, debemos evitar siempre el tono de lo mágico refiriéndonos a Jesús. Cristo no quiso salvar a esta humanidad envuelta en tantas tinieblas, de una manera mágica. Si tomó un cuerpo en el seno de una jovencita de un pueblito desconocido en aquel entonces, llamado Nazaret, y nació en un portal de Belén, en la periferia de la capital del país, Jerusalén, no en el templo, es porque quiso y quiere ser salvación para esta gente que busca la felicidad y el bienestar en el consumo, en su Ego, en sus intereses personales. Si creció y se fortaleció, se llenó de sabiduría y de la gracia de Dios, como lo escuchamos la semana pasada (ver Lucas 2,40), en ese pueblito desconocido de la marginada Galilea, si vivió como un pobre, en medio de los pobres y los pecadores, si terminó crucificado por los poderes de este mundo (así fue toda su vida corporal iniciada en Belén), es porque renunció a salvar a esta humanidad con el solo toque de una varita mágica… es porque quiso y quiere ser salvación de una manera sorprendente para todos, para que todos nos atrevamos a entrar en su camino, en su seguimiento.

Hoy celebramos el resplandecimiento, el brillo de la salvación de Dios en este Niño que nació en Belén. Es necesario entrar en los santos evangelios para dejarnos alumbrar por esta luz. No desvirtuemos las cosas de Dios. No demos a pensar que una imagen de Cristo es la salvación del mundo, por bonita que sea esa imagen, o una devoción, o una religiosidad. No. La luz que brilla en las tinieblas, para todos los seres humanos, de todos los confines de la tierra, es una Persona, y la encontramos impactante y atrayente en los santos evangelios.


 

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