Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





LA INCLUSIÓN ES LA RELIGIÓN DE JESÚS

Domingo 28 enero 2024, 4° ordinario

Marcos 1,21-28

 

Carlos Pérez B., Pbro.

 

Después de llamar a sus primeros discípulos a orillas del mar de Galilea, ahora contemplamos a Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm. Recordemos que, desde el domingo pasado, estamos haciendo un recorrido por el evangelio según san Marcos, en los domingos del tiempo ordinario. El domingo pasado nos preguntó el Papa Francisco que si ya habíamos leído al menos uno de los cuatro evangelios completo. Y es que el fundamento de nuestra espiritualidad cristiana es el mismo Jesús, así como lo encontramos en los santos evangelios, como ahora lo vemos.

El pueblo se reunía todos los sábados en la sinagoga para escuchar la Palabra de Dios, que les leían y les explicaban los escribas. Así los católicos, nos reunimos o deberíamos reunirnos todos, no una minoría, todos los domingos ya no sólo para escuchar la Palabra de Dios y su consiguiente explicación, sino también para celebrar la fracción del pan, el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor.

Jesucristo fue a eso a la sinagoga, a enseñar, lo que quiere hacer con nosotros, católicos de ahora, pero si no leemos, si no entramos a los santos evangelios, ¿cómo puede enseñarnos? Permitámosle que él cumpla con su papel de Maestro, y nosotros el nuestro, de discípulos. Por eso queremos tener a todos nuestros católicos leyendo a diario por lo menos una página de los santos evangelios, y que, poco a poco, los vayamos conociendo los cuatro o, mejor dicho, que vayamos conociendo ahí a Jesús. La gente de aquel tiempo quedaba asombrada de su enseñanza. Los escribas no les enseñaban con la misma autoridad. ¿A poco nosotros no nos quedamos sorprendidos de la misma manera ante Jesús?

La enseñanza de Jesús va a incluir el milagro. De hecho, san Marcos no nos dice aquí qué es lo que les enseñaba a las gentes, sino que se concentra en el milagro, en la expulsión del espíritu de la impureza. Notemos que no están en un antro de perdición, sino en un lugar donde se proclama la Palabra de Dios. Jesucristo purifica a un hombre poseído, pero también hemos de decir que purifica a la misma sinagoga. Esto de la purificación es una constante en este evangelio. Permítanme el siguiente repaso, y con esto, que vayamos aprendiendo a leer integralmente el Evangelio, y no nos quedemos en pasajes aislados, porque reducimos con esto su riqueza y su fuerza. En un rompecabezas desarmado no se aprecia el conjunto, así pasa con el evangelio.

De entrada, pues, Jesucristo purifica la sinagoga. Luego purifica a un leproso (Mc 1,40). En Marcos 2, vemos que a un paralítico lo recibe con un "tus pecados te son perdonados”, cuando esperaríamos que lo levantara diciéndole "levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”. Los judíos consideraban que los enfermos estaban dejados de la mano de Dios, seguramente por sus pecados. Pero Jesús los considera limpios y los purifica con su palabra llena de autoridad.

Enseguida, Jesús se va a comer-convivir con publicanos y pecadores, los impuros. Más delante, Jesús se va a purificar a la región de Gerasa, tierra de paganos, considerados impuros por parte de los judíos (Marcos 5). Purifica a un hombre poseído, y los espíritus se van luego a poseer a los cerdos, imagen clara de la impureza desde la mente de los judíos. Y, enseguida (Marcos 5,21), purifica a dos mujeres, (impuras desde la mentalidad judía). En el capítulo 7, nos encontramos con una enseñanza central de Jesucristo sobre la pureza: ¿qué es lo que hace impuro a los seres humanos? No es el exterior, como lo vemos nosotros, sino el corazón, como lo ve Jesús. La impureza radica en el corazón, algo que los judíos y las sociedades modernas han estado lejos de considerar. A los seres humanos, tan superficiales, nos gusta imponer marcas externas: o porque eres prieto, o porque eres pobre, o porque no tienes ‘educación’, o porque te vistes de una o de otra manera; porque eres extranjero, porque no tienes mi misma religión o cultura. Etc. Pretextos para excluir a las personas, nos sobran.

La labor de Jesús, lo vemos claramente en el evangelio de Marcos, es la inclusión de los excluidos, de los descartados, como les llama el Papa Francisco, de los marginados, los que ponemos al margen de la sociedad. El cristianismo, por ende, es la religión de la inclusión. La nuestra, no puede ser la mente estrecha de los judíos de aquel tiempo que restringe la entrada de los diferentes, a quienes marcamos como los impuros.


 

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