JESUCRISTO SUMEGIDO EN EL PUEBLO
Domingo 11 febrero 2024, 6° ordinario
Levítico 13,1-2 y 44-46; Marcos 1,40-45
Carlos Pérez B., Pbro.
Esta semana, el cardenal Pietro
Parolin, secretario de estado, dirigiéndose en Roma a un grupo de unos mil
sacerdotes de todo el mundo, reunidos para el tema de la formación permanente,
les decía: "Unidos a Cristo, los sacerdotes están llamados a vivir como
Él, es decir, no haciendo alarde del privilegio de la llamada y del papel
recibido, sino sumiéndose en el corazón de la humanidad herida, oprimida y
necesitada”.
Estas
palabras nos ponen a tono con el pasaje evangélico de este domingo, y de todo
el evangelio. A Jesús no lo contemplamos celebrando en el templo de Jerusalén,
lo vemos sumergido entre la gente, la más pobre, la más amolada y ninguneada,
como eran los galileos. Ya lo vimos proclamando a esta gente pobre, la cercanía
del Reino de Dios, la buena noticia, que se hace realidad a partir de ellos. Lo
vimos caminando a orillas del lago de Galilea llamando a unos pescadores en su
seguimiento. Lo vimos en la sinagoga de Cafarnaúm, expulsando al espíritu de la
impureza, precisamente el espíritu con el que estaba marcado el leproso de hoy.
Lo vimos entre la multitud de enfermos y poseídos a las puertas de la casa de Simón
y Andrés. Como Jesús, nos dicen en Roma, hemos de ser los sacerdotes, y desde
luego que todos los cristianos, operando la liberación integral de Dios en los
oprimidos y marginados.
Convendría
que todos leyéramos, en nuestra lectura personal, el evangelio de hoy en
nuestra Biblia, y que hiciéramos las siguientes precisiones para no perder su
fuerza y sintonía con el resto del evangelio. Fijemos, pues, bien nuestra
atención en lo siguiente. El leproso suplicante, le dice a Jesús: "si quieres, puedes limpiarme” (o
purificarme). El leccionario romano dice "curarme”, pero no se trata de una
mera curación, sino de un acto de purificación y de inclusión de una persona
colocada completa y drásticamente al margen de la sociedad y de la comunidad.
Enseguida, leo en mi Biblia de Jerusalén, en la versión de 1998: "Encolerizado, extendió su
mano, lo tocó y le dijo: Quiero; queda limpio”. El leccionario y otras
versiones bíblicas, dicen: "Compadecido”. No le dice "sana”,
sino "queda limpio”.
¿Cuál traducción nos gusta más, encolerizado o compadecido? Algunos
antiguos copistas del evangelio, se inclinaron por compadecido, en griego,
seguramente pensando que era un error eso de encolerizado, porque no aceptaban
que Jesucristo hubiera reaccionado con cólera ante el leproso, al que no le
estaba permitido por la ley de Moisés acercarse a la gente sana. Conviene que
repasemos la primera lectura de hoy, tomada del libro del Levítico 13. A los
contagiados de la lepra, para evitar contagios, se les ordenaba que anduvieran
con la ropa desgarrada, la cabeza desgreñada, y gritando: soy impuro, soy
contaminado, además de que se les condenaba a vivir en el monte, solitarios,
privados completamente de toda atención, de su familia, de su comunidad. Con
todas estas cosas, comprendemos que la palabra más original del evangelista es "encolerizado”,
porque Jesucristo reaccionó con cólera ante la inmisericorde legislación de Moisés,
puesta en práctica por un pueblo muy religioso.
Jesucristo le ordena al ex leproso que no se lo cuente a nadie, pero
cómo no lo iba a pregonar si antes lo obligaron a gritarle a todo el mundo que
era un contaminado, una mugre en dos pies. Ahora tenía derecho a gritarle a
todo mundo que ya no lo era, obra de Jesús, que era un hombre puro, a los ojos
de Dios, desde luego, como son todos los seres humanos. Es la recreación
realizada por el Hijo de Dios, el hombre nuevo.
Pero, a los ojos de este mundo, el mismo Jesús ha asumido la suerte de
los marginados, se ha vuelto un contaminado, por juntarse con los contaminados.
Así lo dice san Marcos: "Jesús no podía ya entrar
abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios”.
¿Entendemos, aunque sea un poco, que ésta
es la espiritualidad, religiosidad, vida cristiana, actuación, etc., de los que
nos decimos cristianos? Bien decía el cardenal, con toda seguridad de parte del
Papa Francisco, que estamos llamados a vivir como Jesús, sumidos en el corazón de la humanidad
herida, oprimida y necesitada.