Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





ENSEÑAN DOCTRINAS QUE NO SON SINO PRECEPTOS HUMANOS

Domingo 1 de septiembre de 2024, 22° ordinario, ciclo B

Deuteronomio 4,1-2 y 6-8; Santiago 1,17-18 y 21-22 y 27; Marcos 7,1-8 y 14-15 y 21-23.

Carlos Pérez B., Pbro.

 

No podían habernos tocado mejores lecturas que las que acabamos de escuchar para comenzar el Mes de la Biblia.

Este mes no es solamente para decir cosas bonitas de la Biblia. No nos quedemos en los adornos del templo en torno a la Palabra, porque si hacemos una procesión muy bonita con la Biblia con cantos hermosos, pero no somos escuchas asiduos, pues de poco nos sirven. Que la Biblia nos sirva para escuchar a Dios, para poner su santa voluntad en la base y en el centro de nuestra vida, tanto personal como en nuestra vida de Iglesia. Obispos, sacerdotes todos, promovamos en TODOS nuestros católicos la lectura diaria de los santos evangelios, de esta manera iremos formando un catolicismo diferente, unos católicos que escuchan a Jesús, pero no como una devoción, sino para ir poniendo sus vidas en sintonía con su Palabra.

Los invito a que repasemos en nuestra lectura personal los pasajes de la liturgia de este domingo más completos. En la primera lectura escuchamos sólo cinco versículos del fantástico capítulo 4 del Deuteronomio. Léanlo todo, o por lo menos del v. 1 al 15. El versículo 12 es contundente: "Yahveh les habló de en medio del fuego; ustedes oían rumor de palabras, pero no percibían figura alguna, sino sólo una voz”. ¿Qué significa esto? Que Dios no quiere ser meramente una imagen a la que le rindamos culto, como los demás pueblos le hacen con sus ídolos. Repito: "Ustedes no percibían figura alguna, sino sólo una voz”. Dios quiere ser Palabra para nosotros. Tampoco hagamos de la Biblia un ídolo. Dios quiere ser escuchado y obedecido. Andar por sus caminos es nuestra salvación. Y más allá de nosotros, estamos convencidos que poner toda nuestra vida social, política, económica, cultural en sintonía con su Palabra es la salvación de toda la humanidad.

En la segunda lectura, el apóstol Santiago nos dice: "Acepten dócilmente la palabra que ha sido sembrada en ustedes y es capaz de salvarlos. Pongan en práctica esa palabra y no se limiten a escucharla, engañándose a ustedes mismos. La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre, consiste en visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones”. Este apóstol nos está diciendo que la lectura de la Biblia no la podemos vivir como una religiosidad intimista, porque esta Palabra nos estará enviando constantemente hacia nuestros prójimos más necesitados, no hacia el culto sino hacia la caridad.

Pero en el evangelio de hoy escuchamos palabras más que enérgicas de Jesús, y el cristiano sabe que la Palabra de Jesús está por encima de la palabra de los patriarcas y los profetas, porque Jesús es el Hijo de Dios ("Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo” (Hebreos 1,1). Hemos vuelto a la lectura continuada del evangelio según san Marcos en los domingos del tiempo ordinario de este año. La respuesta que les da nuestro Señor a los escribas y fariseos sobre sus tradiciones es todavía más contundente: "¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos! Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres” … E insiste "¡Qué bien violan el mandamiento de Dios, para conservar su tradición!... anulando así la Palabra de Dios por su tradición que se han transmitido; y hacen muchas cosas semejantes a éstas”. (Los versículos 9 y 13, que son una insistencia de Jesús, no se proclaman en el leccionario, pero conviene que los leamos en nuestra lectura personal, en nuestra Biblia.

Jesucristo nos habla fuerte. No nos aferremos a nuestras costumbres, tradiciones e instituciones humanas haciendo a un lado los mandamientos, enseñanzas, indicaciones de Jesús. "Hacen muchas cosas semejantes a éstas”. No solamente nuestros hábitos personales los hemos de poner en sintonía con la Palabra de Jesús, también nuestra economía, política, cultura, también nuestra liturgia, teología, rezos, etc. De lo contrario, que Jesús nos diga hipócritas y que nuestro culto es vano.

Más aún, si ponemos nuestras costumbres e instituciones por encima o hasta en contradicción con la Palabra de Dios, Jesucristo nos dirá que somos satanás: "¡Colócate detrás de mí, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres” (Marcos 8,33). La mejor adoración que le podemos tributar al Padre es hacerlo en espíritu y en verdad: "Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre” (Juan 4,21). Mientras no promovamos la escucha y la obediencia a la Palabra de Jesús, nuestro culto será vano, así recemos un montón y tengamos muchas devociones: "No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial” (Mateo 7,21). ¿Qué nos dijo el Padre celestial en el monte de la Transfiguración? "Éste es mi Hijo amado, escúchenlo". No nos dijo 'adórenlo', ríndanle culto', 'récenle'. Todas estas cosas son buenas si nuestro corazón no está lejos de Dios, pero lo primordial para el Padre es: "ESCÚCHENLO".


 

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