Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





DE CELOSOS Y PROHIBIDORES

Domingo 29 de septiembre de 2024, 26° ordinario, ciclo B

Números 11,25-29; Santiago 5,1-6; Marcos 9,38-48.

Carlos Pérez B., Pbro.

 

Ahora que cerramos el mes de la Biblia, encontramos un ejemplo muy claro de cómo los creyentes tenemos que vivir en la escucha de la Palabra de Dios, especialmente en la escucha de nuestro Maestro, Jesucristo, para dejarnos formar por él. En la primera lectura, del libro de los Números, escuchamos que Josué le pide a Moisés que prohíba que profeticen dos hombres que habían recibido el Espíritu de Dios en el campamento. ¿Qué le responde Moisés?: "¿Crees que voy a ponerme celoso? Ojalá que todo el pueblo de Dios fuera profeta y descendiera sobre todos ellos el espíritu del Señor”. Pues algo parecido escuchamos en el evangelio. Juan, discípulo, le informa al Maestro: "Hemos visto a uno que expulsaba a los demonios en tu nombre, y como no es de los nuestros, se lo prohibimos”. ¿Qué piensa Jesús de esta acción? Desde luego que no está de acuerdo: "No se lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí. Todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor”. Ciertamente encontramos la frase pronunciada al revés, en Mateo 12,30 y Lucas 11,23 "el que no está por nosotros, está contra nosotros”, que es más restrictiva. Pero al menos la que escuchamos hoy en san Marcos es más amplia, más incluyente, y en ella nos tenemos que formar como auténticos discípulos de Jesús. Nuestro Maestro es abierto a otras experiencias, movimientos, obras en bien de la gente, no importa que esas personas no estén anotadas en nuestro grupo, porque ciertamente trabajan en el espíritu de Jesús que es la salvación de todos.

Déjenme les comento experiencias que he tenido en algunas parroquias. Me he encontrado con grupos de tipo sectario, con orígenes pseudo caristmáticos. Les hacen ver a los suyos, de manera abierta o sutil, que sólo en ellos se encuentra la salvación, que si se salen y se van a otros grupos, es porque el diablo se los está llevando. Me gustaría dar nombres, pero son conocidos. Y todos debemos estar alerta. Habemos párrocos celosos que no aceptamos que nuestra gente colabore en otras parroquias. A veces se viven celos en nuestros grupos parroquiales. También hay movimientos en la Iglesia universal que son dirigidos por líderes que se apropian de sus seguidores.

Pues el espíritu de Jesús nos lleva a ser abiertos con muchas experiencias religiosas y sociales cuyas personas no están en nuestra nómina: quienes trabajan con campesinos, obreros, indígenas, pobres, mujeres, migrantes, etc., lo hacen con afanes humanistas. Algunos no son creyentes pero son positivamente humanos. Si están dentro del proyecto de Jesús, el reino, la fraternidad, la justicia, el amor por los pobres, pues debemos decir: están a favor de la salud del ser humano, no son enemigos de Jesús, son compañeros de causa y de camino.

A propósito de esto, quiero ofrecerles esta nota que me encontré, parte de lo que predicó san Óscar Arnulfo Romero, un domingo como hoy, 26° ordinario B, que fue el 30 de septiembre de 1979: "yo quiero admirar y darle gracias al Señor porque en ustedes, pueblo de Dios, comunidades religiosas, comunidades eclesiales de base, gente humilde, campesinos, ¡cuántos dones del Espíritu! Si yo fuera un celoso como los personajes del evangelio y de la primera lectura diría: ‘¡prohíbasele, que no hable, que no diga nada, sólo yo Obispo puedo hablar!’ ¡No!, yo tengo que escuchar qué dice el Espíritu por medio de su pueblo; y, entonces, sí, recibir del pueblo y analizarlo y junto con el pueblo, hacerlo construcción de la Iglesia”. Este obispo, verdadero buen pastor como su Maestro, antes de comentar las lecturas, compartía sus experiencias pastorales de la semana, recogiendo la vida sagrada de sus feligreses. ¡Cómo quisiéramos obispos y sacerdotes como Romero!

Pongamos atención al resto de las enseñanzas de Jesús en este pasaje evangélico: su identificación con sus discípulos, su NO radical al pecado y al escándalo; y lo que escuchamos en la segunda lectura: "Lloren y laméntense, ustedes, los ricos, por las desgracias que les esperan”


 

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