Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     




("Ver a Jesucristo, poseer a Jesucristo, será nuestra felicidad eterna”. Beato Antonio Chevrier, El Verdadero Discípulo, p. 105).

 

QUEREMOS VER A JESÚS, QUEREMOS UN MUNDO NUEVO

Domingo 1 de diciembre de 2024, 1° adviento - C

Jeremías 33,14-16; Lucas 21,25-36

Carlos Pérez B., Pbro.

 

Nos estamos preparando para la navidad, para la venida de nuestro ser más querido, Jesucristo nuestro Señor y Maestro. Si estamos leyendo diariamente páginas de los santos evangelios, estaremos ciertamente creciendo en el amor de Jesucristo, en el amor a Jesucristo. Deseamos que ya venga, para darle plenitud a los tiempos, deseamos que se siga haciendo presente, en infinidad de maneras y momentos, en nuestro caminar por la vida y por la historia; deseamos que su nacimiento en la pobreza continúe convirtiendo los corazones de los seres humanos. En una ocasión Jesucristo motivaba a sus discípulos y a nosotros con estas palabras: "Días vendrán en que desearán ustedes ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo verán”. (Lucas 17,22). Pues precisamente nosotros estamos entre los que deseamos ver, encontrarnos con él, no un día, sino toda la eternidad.

En este mes de diciembre estaremos siendo invitados por la Iglesia y por el mundo a prepararnos de maneras diametralmente opuestas. Las fiestas decembrinas son una cosa, el adviento es otra. Este mes de diciembre (no lo queremos dejar de decir cada año, porque es necesario) es un tiempo de compras y consumo desaforados. Hay que preparar las comidas, las bebidas, los regalos, las reuniones familiares y de amigos. Indudablemente que son cosas que nos motivan a la alegría, pero una alegría superficial, pasajera. En cambio, el adviento (venida) litúrgico, es el tiempo de la espiritualidad, de la caridad, oración, escucha de la Palabra, celebración sacramental, tiempo de penitencia y conversión. Cosa curiosa: la Iglesia nos viste de morado a los sacerdotes mientras que el mundo se rodea de luces multicolores.

Toda nuestra vida cristiana es un adviento existencial. Caminamos por la vida ilusionados por el encuentro con Jesucristo en la plenitud de los tiempos. Nuestro adviento, más allá del litúrgico, es un tiempo de esperanza, de ilusión, de utopía (en su sentido positivo), del sueño de un futuro mejor. Las señales de este tiempo nos inducen a la desesperanza. Tanta violencia, tanta corrupción política, social y hasta eclesial, tanta injusticia, tanta miseria humana, tanto sufrimiento, nos inducen al fatalismo. Como que este estado de cosas de plano no tiene ni va a tener remedio. Los seres humanos, en vez de crecer hacia una vida cada vez más espiritual, parece como que nos estamos degradando hacia la animalidad.

Es necesario que volvamos al Evangelio, a la persona de Jesús según los santos evangelios. ¿No es el Evangelio una buena noticia para nosotros y para nuestro mundo? Si estamos convencidos de esto, difundámoslo con sencillez, con creatividad y con persistencia.

En el evangelio según san Lucas, en el capítulo 21, vemos a Jesucristo con sus discípulos y más gente, colocados frente al templo de Jerusalén. Jesús anuncia su completa destrucción: no quedará piedra sobre piedra. Y efectivamente, los ejércitos romanos destruyeron la ciudad y su sagrado templo 40 años después de que Jesucristo la anunció. A lo largo de este capítulo, Jesús nos habla de diversas señales y acontecimientos que van, y de hecho han ido sucediendo, a preceder, tanto a la destrucción del templo como a su venida definitiva, porque esto segundo es lo que más le interesa a él y a nosotros: "Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube, con gran poder y majestad. Cuando estas cosas comiencen a suceder, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación”. Lejos de querer asustarnos con las señales cósmicas y catástrofes naturales, con las guerras y persecuciones, Jesús nos habla de la buena noticia de su venida. Esto es y será para nosotros nuestra auténtica navidad.

Nuestra espera de la plenitud de los tiempos, no es una espera pasiva, ésa no es cristiana, porque no vemos en los santos evangelios que Jesucristo haya vivido así su vida, encerrado en su intimista religiosidad. Bellamente lo vemos saliendo al encuentro de los más necesitados y sufrientes, en una acción amorosa, lo vemos en una actitud crítica frente a los poderes humanos, lo vemos con una claridad sorprendente con el corazón bien puesto en la llegada del reino de Dios (Lucas 21,31 que no se lee hoy en el leccionario), el proyecto que sale del corazón amoroso del Padre, la liberación integral, la creación de la nueva humanidad, en el modelo del Hijo.

Así nosotros. Nuestra espera adventual es una vida cristiana activa, sembrando los valores evangélicos en los corazones de todos los seres humanos. La recreación de la humanidad, obra del Espíritu, será nuestra auténtica navidad.


 

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