Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





TUVO QUE HACERSE SEMEJANTE A SUS HERMANOS EN TODO

Domingo 2 de febrero de 2025, La presentación del Niño Jesús en el templo

Hebreos 2,14-18; Lucas 2,22-40.

Carlos Pérez B., Pbro.

 

A los 40 días de nacido, que se cumplen precisamente hoy, el Niño Jesús fue llevado al templo de Jerusalén para presentárselo a Dios, tal como se lo mandaba la ley de Moisés a sus padres. Veamos cómo lo dicen los libros de Moisés: "Conságrame todo primogénito, todo lo que abre el seno materno” (Éxodo 13,2); "Cuando una mujer conciba y tenga un hijo varón, quedará impura durante siete días… Al octavo día será circuncidado el niño… ella permanecerá todavía 33 días purificándose de su sangre… Al cumplirse los días de su purificación, sea por niño o niña, presentará al sacerdote, a la entrada de la Tienda del Encuentro, un cordero de un año como holocausto, y un pichón o una tórtola como sacrificio por el pecado. El sacerdote lo ofrecerá ante Yahveh, haciendo expiación por ella, y quedará purificada del flujo de su sangre… Mas si a ella no le alcanza para presentar una res menor, tome dos tórtolas o dos pichones” (Levítico 12,2-8).

Como vemos, más que darle gracias a Dios por el nacimiento de un niño, se ponía el acento en la purificación de una mujer parturienta. Contra esta mentalidad que veía la impureza hasta en las cosas más grandes y santas de la creación del Creador, como el nacimiento de una criatura, va a luchar Jesucristo ya de adulto. Los evangelios por ello nos presentan la expulsión del espíritu de la impureza al comienzo del ministerio de Jesús, como la marca permanente de toda su obra, porque era un pretexto para la exclusión. ¿De veras una mujer queda impura por el parto?, ¿era un pecado tener un hijo?, nos preguntamos ahora desde el espíritu cristiano.

José y María ofrecieron un par de tórtolas o dos pichones, porque no les alcazaba para más. Eran pobres.

Fijémonos que san Lucas omite por completo que algún sacerdote haya salido a recibir a esta pareja de pobres galileos con su niño en brazos, junto con su ofrenda. Mejor nos presenta a dos laicos, un anciano y una anciana. Simeón, como lo escuchamos, era un hombre justo y temeroso de Dios, que aguardaba la consolación del pueblo sometido a la esclavitud por los romanos, en él moraba el Espíritu de Dios. Entonces, no sólo el Niño Jesús es presentado, también sus padres, también vemos la bella presentación de dos personas del pueblo: Simeón y Ana. De Ana, dice el san Lucas feminista, también cosas muy bonitas, se ve que hasta el evangelista acoge el cariño de Dios por ellos: "No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel”. El pueblo creyente aguardaba la liberación de los oprimidos. Esto escuchamos el domingo pasado que Jesús proclamó en la sinagoga de Nazaret.

Para muchos católicos-católicas hoy es el día de la tamaliza, pero no hay que dejarnos llevar por estos detalles que ciertamente son bonitos; el día de hoy es un día de esperanza en la liberación de esta humanidad de todas sus esclavitudes: económicas, políticas, sociales, religiosas, y el Liberador es este Niño del que el anciano Simeón dice que "Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”. Es cierto, Jesucristo viene a quitar máscaras de políticos y religiosos y a dejar al descubierto los corazones de todos. Fuera trampas, fuera mentiras, fuera apariencias.

Simeón, aun no siendo sacerdote, bendice a esta familia, a Jesús mismo, a María y a José, y la comunidad de san Lucas ve con muy buenos ojos esta acción. También vemos que tomó en brazos al Niño. Esto que sirva para muchos que no se atreven a tomar en sus manos a Jesús en la Eucaristía. Jesucristo tomó un Cuerpo precisamente para que lo pudiéramos ver, oír, tocar con nuestras manos (ver 1 carta de Juan 1,1). Insisto, Jesús no quiso ser un ídolo distante de nosotros, sino plenamente accesible.


 

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