NEGARME A MÍ MISMO PARA
SEGUIR A JESÚS
Domingo 12° ordinario, 22 de
junio de 2025
Zacarías 12,10 a 13,1; Lucas 9,18-24.
Carlos Pérez B., Pbro.
Volvemos a la lectura continuada del evangelio según san Lucas por los
domingos de este año.
Los invito a que hagamos primeramente una lectura paralela de este
pasaje de la vida y del ministerio de nuestro señor Jesucristo, la pregunta sobre
su identidad y su misión. Hoy la hemos escuchado en el evangelio según san
Lucas, pero la tenemos, de manera semejante en los cuatro evangelios, incluido
Juan. Cada evangelista tiene sus propios acentos, y es una riqueza espiritual
conocerlos, no para escoger la versión que más nos guste, sino que las cuatro
son alimento para nuestra espiritualidad, para nuestro ser cristiano, para
nuestro seguimiento de Jesucristo.
La pregunta es: ¿quién dice la
gente que soy yo?... ¿quién dicen ustedes que soy yo? San Mateo 16 nos
presenta esta pregunta en Cesarea de Filipo, tierra de ‘paganos’. Nos
preguntamos: ¿por qué precisamente en tierra de los que son considerados paganos,
no creyentes? ¿Por qué no en territorio de los judíos? ¿Algo tiene que ver con
la fe verdadera, no con la religiosidad? San Marcos presenta la pregunta en el
camino. Es importante para esta comunidad evangélica ‘el camino’. Quizá nos
quiere decir que esta pregunta no se contesta en un catolicismo estacionado, en
una iglesia estacionada, sino en aquella que camina, que camina detrás del
Maestro. También Jesús les va a preguntar a los discípulos que qué venían
discutiendo por el camino (ver Marcos 9,33). San Lucas, como lo hemos
escuchado, acentúa el ambiente de oración, y sabemos que es un tema preferido
en este evangelio. Sin duda que esta pregunta se da en un momento, de una
manera y con una intención muy seria: necesario responder desde la oración,
espacio muy apropiado para el discernimiento. Por último, en San Juan
encontramos un pasaje parecido, al final del discurso sobre el Pan de vida. Jesús
pregunta a los doce: "¿también ustedes
quieren marcharse?” (Juan 6,67). A lo que Simón Pedro responde: "Señor, ¿donde
quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y
sabemos que tú eres el Santo de Dios”.
En Marcos la respuesta de
Simón Pedro es: "Tú eres el Cristo (en
griego. Mesías en hebreo)”. En Lucas: "Tú eres el Cristo (Ungido) de Dios”;
y en Mateo: "tú eres el Ungido, el Hijo
de Dios vivo”. En Marcos y en Lucas la respuesta parece ser más original. Jesús
es el Ungido de Dios, una respuesta ambivalente, porque puede ser una respuesta
desde la mentalidad judía: Aarón era el ungido de Dios por medio de Moisés, lo
era también el rey Saúl, a quien Dios rechazó, lo era también David, un pastor
en su vocación pero que llegó a ser un rey humanamente poderoso, que mató a
innumerables de seres humanos. ¿Jesucristo era un Ungido como ellos? Por eso el
mismo Maestro ve necesario precisar qué clase de mesianismo está viviendo él y
va a vivir al final de su vida mortal: un Mesías rechazado, reprobado por la
clase más religiosa del pueblo judío, un Mesías crucificado como un
delincuente. Tres veces les va a anunciar esta suerte y esta identidad a sus
discípulos camino de Jerusalén: "Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por
los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la
muerte y que resucite al tercer día”.
Marcos y Mateo nos ofrecen las resistencias de los discípulos a este
tipo de mesianismo propio de Jesús. Lucas no las menciona.
Hay que decir que en la mente y en el corazón de la gente, Jesucristo no
es identificado como sacerdote o como gobernante humano, sino como profeta. En
los evangelios no se le identifica como sumo y eterno sacerdote. Hay que ver la
praxis de Jesús en los cuatro evangelios, no es una praxis cultualista,
religiosista, piadosona, sino una praxis liberadora, misericordiosa,
pedagógica, que muestra la gratuidad integral del Padre eterno, y hay que
decir, que es la praxis que hemos de vivir profundamente los sacerdotes de hoy,
toda la Iglesia, cada uno de los cristianos.
Finalmente quisiera llamar nuestra atención nuevamente sobre la
pregunta: ¿quién soy yo para ti? Todo cristiano-a ha de responderla, en el
mundo, en el caminar de la vida, desde la oración profunda, con un
discernimiento detenido. Ahí está todo mi cristianismo: negarme a mí mismo como
el mismo Jesús lo hizo hasta llegar a la cruz; tomar cada uno de nosotros su
propia cruz por la salvación del mundo, no como un acto de piedad intimista; y
no ser católico por tradición, por costumbre, sino seguir a Jesús en el tiempo
y en el mundo de hoy, con creatividad evangélica. Mi identidad es ser seguidor
de Jesús. Por ello es necesario alimentarse diariamente de su Palabra, de su
Persona en los santos evangelios. ¿Cómo puedo llegar a ser auténticamente
cristiano si no me alimento de Jesús en los santos evangelios?