LO MÁS IMPORTANTE DE
NUESTRA VIDA CRISTIANA
Domingo 13 de julio de 2025,
15° del tiempo ordinario - C
Deuteronomio 30,10-14; Lucas 10,25-37.
Escuchamos
en la primera lectura que Dios le manda decir a su pueblo por medio de Moisés: "Escucha la voz del Señor, tu Dios, que te
manda guardar sus mandamientos y disposiciones escritos en el libro de esta ley…
todos mis mandamientos están muy a tu alcance, en tu boca y en tu corazón, para
que puedas cumplirlos”.
Este
mensaje le hemos de hacer llegar a todos nuestros católicos, incluida su
jerarquía eclesiástica, particularmente la Palabra que hoy nos hace llegar
nuestro Maestro y Señor Jesucristo, porque escucharlo a él y poner en práctica
su Palabra es la vida eterna, para nosotros y para todo nuestro mundo.
Efectivamente, precisamente eso escuchamos hoy, que no es la religiosidad la
salvación para esta humanidad sino lo que el samaritano puso en práctica. Y tan
al alcance de nuestras manos está la Palabra de Dios en estos tiempos nuestros,
que ya todo católico puede tener la Biblia para su uso personal, lo que no se
podía en aquellos tiempos.
Un
doctor de la ley, de la ley de Moisés, un estudioso de la Biblia, se acerca a Jesús
para preguntarle por la vida eterna. Quizá estaba pensando en su salvación personal,
individual y no en la salvación de todo el mundo, como en Jesucristo sí lo
contemplamos, por eso entregó su vida en la cruz.
En
los evangelios de san Mateo y san Marcos, la pregunta del escriba es cuál es el
primero de todos los mandamientos. En estos dos evangelistas, Jesucristo es el
que responde; en san Lucas, Jesucristo consigue que el doctor de la ley responda
su propia pregunta. Los judíos todos los días recitaban, mañana y tarde, el ‘shemá,
Israel’. Así es que no le costó trabajo dar una respuesta tan atinada. Pero
claro, Jesucristo insiste, para este magistrado judío, pero también para
nosotros los cristianos, que es necesario, no tanto saberlo, sino hacer vida
este mandamiento: "Amarás al Señor tu
Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo
tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo”.
Ésta
es una parábola de Jesús. Esto quiere decir que es una construcción entera de
nuestro Maestro, en ella plasma toda su intención, su prioridad, su ser y el
ser de Dios. Jesús escoge los personajes, los acomoda según sus pretensiones,
les coloca palabra en su boca, Jesús resalta sus comportamientos. Conocía bien
nuestro Señor a aquellas gentes de su tiempo, y desde luego, nos conoce también
a nosotros, católicos practicantes y no practicantes, incluidos los clérigos.
En el samaritano compasivo vemos bien plasmado a nuestro Señor Jesucristo, que
no era una persona de culto y ceremonias. ¡Cuántos milagros realizó Jesús por
compasión! ¡Cuántas enseñanzas nos dejó por compasión por las multitudes!
¡Cuánta entrega de la vida!
Insistamos:
se trata de la vida eterna, no de cualquier cosa de nuestra vida católica. Y la
parábola de Jesús nos remite a una constante en los santos evangelios: la imagen
sobre el juicio final en Mateo 28, la parábola del rico epulón y Lázaro en
Lucas 16, la praxis pastoral de Jesús en Marcos, la vida conflictiva de Jesucristo
precisamente con la clase más religiosa de su tiempo en Juan, etc.
Hemos
de preguntarnos, ¿nuestra vida cristiana radica en el templo, en el culto, en
las prácticas piadosas? ¿Es esto, lo que nos va a conseguir la vida eterna a
cada uno de nosotros en lo individual? ¿O más aún, son estas prácticas la
salvación para todo nuestro mundo? Sin lugar a dudas que la respuesta nos la da
Jesús: la caridad, la misericordia, la compasión, el amor. "Misericordia
quiero, no sacrificios”, lo leemos dos veces en boca de Jesús en el evangelio
según san Mateo (9,13 y 12,7). Si escucháramos a Jesús, si nos dejáramos llevar
por su Palabra, esta Iglesia nuestra sería mucho muy diferente, cada cristiano,
entre más cristiano sea, sería muy diferente.
Su hermano: Carlos
Pérez B., Pbro.