¡CÓMO NECESITA ESTE MUNDO
LA ORACIÓN!
Domingo 27 de julio de 2025,
17° del tiempo ordinario - C
Génesis 18,20-32; Lucas 11,1-13.
Tal
como lo acabamos de escuchar, el pasaje evangélico de hoy no sólo nos invita y
motiva a orar, sino, sobre todo, a pedirle a Jesús que nos enseñe a orar. Y
esta petición nos brota porque contemplamos a Jesús en oración, porque
contemplamos el trabajo que la oración hace en él, tal cual lo vemos en los
santos evangelios, un ser humano entero, humilde, pobre, obediente al Padre,
compasivo con los pobres, cercano a los enfermos, contemplamos sorprendidos su
gratuidad, su entrega plena a la obra de Dios que es su Reino, la salvación de
esta humanidad, y muchos etcéteras en su Persona.
Y
contemplamos, en contraparte, la necesidad tan grande que tenemos todos los
seres humanos de la oración, no sólo los que nos decimos creyentes. Si tenemos
que despertar en nosotros esa necesidad, tenemos también por delante el
despertarla en todos los demás. Qué buen trabajo haría la oración, la oración
de Jesús, en todos los seres humanos. La oración nos haría tomar conciencia de
nuestra pobreza, de nuestra pequeñez frente al que es Grande; nos haría ser
humildes, agradecidos, gratuitos, compasivos, servidores de la salvación, en
fin, todo lo que contemplamos en el Hijo de Dios hecho carne. Pero
lamentablemente muchos, muchísimos, creemos tener más necesidad de dinero, de
cosas materiales, de diversión, de comodidades, que de relacionarnos con Dios
nuestro Padre, el que todo nos ha dado.
La
palabra ‘religión’ viene de ‘relación’, de religarnos con alguien, de
relacionarnos con El que, en nuestra indigencia, nos supera en todo.
Si
queremos que Jesús nos enseñe a orar, qué necesario es que entremos a los
santos evangelios para que esta enseñanza no se quede en un buen deseo, sino
que se haga realidad concreta. No recemos como a nosotros se nos ocurra, no
copiemos la manera de orar de otros, mejor acojamos las oraciones de Jesús, y contemplemos
cómo oraba Jesús.
En
los evangelios encontramos estas oraciones de Jesús:
La
oración al Padre que escuchamos hoy en Lucas 11,2 y el Padre Nuestro en Mateo
6,9.
La
oración de alabanza de Jesús al Padre porque ha revelado sus misterios a la
gente sencilla, de Mateo 11,25 y Lucas 10,21.
Las
oraciones de Jesús en san Juan: "Padre,
glorifica tu nombre” (12,28) y la oración de la última cena, todo el
capítulo 17 de san Juan: "Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te
glorifique a ti”.
La
oración del huerto, momentos previos a su pasión, una oración de extrema
obediencia: "¡Abbá, Padre! … que no se
haga mi voluntad sino la tuya”, de Marcos 14,36; Mateo 26,39 y Lucas 22,42.
Como
vemos, Jesucristo nos enseña a dirigirnos a Dios con esa palabra que nos
infunde tanta confianza: Padre, Papá. Algunos estamos seguros que, en estos
tiempos modernos, Jesús nos enseñaría a dirigirnos a Dios con dos palabras:
"Padre-Madre”, que estás en los cielos.
Su
oración ya estando crucificado: Mateo 27,46; Marcos 15,34; Lucas 23,34 y 46;
Juan 19,30.
Pero
más allá de estas oraciones que Jesús pronunció con sus labios, recojamos
también aquellos momentos en los que vemos que Jesucristo se retiraba a lugares
solitarios a orar. Por ejemplo, en este breve repaso por san Marcos: hospedado
en la casa de Simón y Andrés, sale de madrugada a orar: Marcos 1,35; después
del milagro de los panes: Marcos 6,46; o en el huerto de los olivos: Marcos
14,32. En el monte de la Transfiguración es san Lucas el que nos aclara que
subió a orar. Ahí es el Padre el que habla: "Éste es mi Hijo, mi Elegido; escúchenlo”. (Lucas 9,35).
Su
oración era en silencio, de estar y vivir la comunión con el Padre, de sentir y
lucrar esa fuerza que viene del Padre por su santo Espíritu. A nosotros lo que
nos queda es nutrir nuestra espiritualidad con esas páginas sagradas de los
santos evangelios, para que las enseñanzas de Jesús se hagan presentes en
nuestros momentos de oración, para que la palabra de Dios que nos llega por
medio de los patriarcas, los profetas y demás escritores sagrados vayan
anidando en nuestro corazón. En los salmos, es Dios el que coloca infinidad de
alabanzas en nuestros corazones.
Digamos
desde el fondo del corazón: "Señor, enséñanos a orar”, para que nos conceda su
Espíritu Santo.
Su hermano: Carlos
Pérez B., Pbro.