ORAR PARA ESTAR EN SINTONÍA
CON EL PLAN DE DIOS
Domingo 19 de octubre de
2025, 29° del tiempo ordinario – C
Domingo Mundial de las
Misiones
2 Timoteo 3,14 al 4,2; Lucas 18,1-8.
En la segunda lectura escuchamos que san Pablo le recuerda a su
discípulo Timoteo que ha sido instruido desde niño en la Sagrada Escritura. Así
es que: papás y mamás de nuestros niños, catequistas, sacerdotes, obispo, ¿nos
estamos educando a nosotros y a nuestra gente en la escucha y la vivencia de la
Palabra de Dios? Y san Pablo nos hace este llamado, precisamente en el domingo
mundial de las misiones: anuncia la Palabra; insiste a
tiempo y a destiempo; convence, reprende y exhorta con toda paciencia y
sabiduría.
En el evangelio vemos que nuestro señor Jesucristo recoge una de
nuestras problemáticas que padecen infinidad de personas y colectivos: la
injusticia y la torpeza o dejadez o corrupción de quienes están encargados de
hacer justicia a los oprimidos, a las víctimas.
En nuestra sociedad actual ¿a poco no se vive este viacrucis? Tantas
personas que buscan justicia y no la encuentran en nuestro sistema de justicia
tan enmarañado. Nuestras leyes, al parecer, están hechas para entrampar a las
personas en años de litigios: que una casa, que un terreno, que los derechos de
un o una trabajadora, que una deuda o defraudación (como Aras). Cuántas
personas y colectivos salen a la calle para exigir justicia por los
desaparecidos, por un feminicidio, porque no les surten agua o luz, por
construcciones mal hechas, por los derechos de un ejido, etc.
Constatamos que, en sus parábolas, nuestro Señor recoge admirablemente
la vida de los pobres y nos la regresa hecha buena noticia. A partir de la
experiencia de esta viuda que exige justicia, nuestro Maestro, nos llama a
vivir la oración, una oración aterrizada. Ya había abordado este tema en el
capítulo 11 de san Lucas, y ahora abundará proponiéndonos esta parábola y, más
adelante, la parábola del fariseo y del publicano.
Jesucristo nos mueve, no tanto a ser rezanderos, sino a ser insistentes,
luchones, activos en buscar la justicia para los oprimidos, entre los cuales
estamos nosotros. (Esperemos no estar entre los opresores). Hay personas que se
preguntan si es más cristiano no buscar justicia, atenidos a otra enseñanza de
nuestro Señor en el Sermón del llano, capítulo 6 de este evangelio, en la que
nos llama a no odiar ni ser vengativos, sino a amar y saber perdonar, desde
luego en la manera que nuestro mismo Maestro lo vivía. Pero ahora nos mueve a
ser insistentes, sobre todo en lo que se refiere a buscar la justicia para
quienes padecen la injusticia.
Primero, constatemos que Jesucristo era un hombre de oración, en el
entendido que la oración y el rezo son dos cosas distintas. Muchas veces el que
reza, sólo recita muchas palabras sin poner en juego su persona. El que ora,
pone su espíritu en sintonía con el Espíritu de Dios, en el silencio, en la
escucha, en la contemplación, en la súplica, y también en la acción, porque la
oración misma compromete en lo mismo que le pedimos a Dios, nos involucra de
cuerpo entero.
Tan sólo en este evangelio según san Lucas, así contemplamos a Jesús:
-
Lc 3,21.-
puesto en oración, se abrió el cielo, y bajó sobre él el Espíritu Santo.
-
Lc 5,16.-
Pero él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba.
-
Lc 6,12.-
se fue él al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios.
-
Lc 9,18.-
mientras él estaba orando a solas...
-
Lc 9,28.-
subió al monte a orar. Y sucedió que mientras oraba, el aspecto de su rostro
se mudó.
-
Lc 11,1.-
Y sucedió que, estando él orando en cierto
lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: Señor, ensénanos a orar,
como enseñó Juan a sus discípulos. Él les dijo: Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino.
-
Lc
22,41.44.- Y puesto de rodillas oraba diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad,
sino la tuya... Y sumido
en agonía, insistía más en su oración.
Jesucristo oraba espontáneamente, no lo hacía por cumplir un
mandamiento. Él necesitaba estar en comunicación con el Padre. Era como el
ciervo o venado que sediento acude a las fuentes de agua, como lo escuchamos en
el salmo 41. Jesucristo buscaba siempre estar en sintonía con los planes del
Padre. Así nosotros, no cumplimos con la obligación de orar, sino que la
necesidad brota desde nuestro interior, queremos también estar en el camino de
Dios, por eso nuestra oración es una oración de escucha, discernimiento, porque
ahí no nos hablan nuestros intereses o antojos personales, sino un Dios que nos
habla.
Su hermano: Carlos
Pérez B., Pbro.