Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





SALIR DE LA RUTINA PARA SEGUIR A JESUCRISTO

Domingo 1° de adviento, 30 de noviembre de 2025.

Isaías 2,1-5; Mateo 24,37-44.

 

Celebramos el primer domingo de adviento. La palabra ‘adviento’ es una abreviación de ‘advenimiento’, y se refiere a la venida de nuestro Señor Jesucristo. Él ya vino hace 2025 años, pero nos prometió venir de nuevo para darle plenitud a su plan de recreación, de salvación, de transformación de nuestro mundo y de toda nuestra humanidad. Esta creación no está terminada, está en proceso de perfeccionamiento.

Existen varios tiempos de adviento: uno es el adviento litúrgico, que va, este año, desde la víspera de este domingo, 1° de adviento, hasta el miércoles 24 por la mañana. Otro adviento es el existencial, es el caminar de nuestra Iglesia y nuestra humanidad hacia la plenitud de los tiempos, cuando Cristo recapitule todas las cosas y nos haga dar el paso de esta animalidad que todavía estamos viviendo, hacia la plena espiritualidad, en el modelo de su Persona, el hombre nuevo.

Pero también hay otro adviento, el llamado por nuestra sociedad ‘fiestas decembrinas’. La mayor parte de nuestra gente, incluso católica, va a estar atrapada en este ambiente: compras, regalos, consumo de comidas y bebidas, viajes, aguinaldos, vacaciones. No podemos prescindir de este ambiente, pero los cristianos sí podemos poner nuestro corazón en la escucha de la Palabra, que en este tiempo debe ser más intensa, en la caridad, en el servicio gratuito, en la oración, la celebración eucarística, la penitencia, la renuncia a nosotros mismos para poner a Dios en el centro de nuestras vidas, en la vigilancia, en la espera ansiosa y activa de la venida de Jesús.

Hace años nuestros jóvenes eran más inquietos, los estudiantes, los seminaristas, los curas jóvenes. Luchábamos por una nueva Iglesia para un mundo nuevo. Incluso los obispos de aquel tiempo, caminaban hombro con hombro con el pueblo empujando por una sociedad más justa. Hoy día nos hemos desinflado, y ciertamente nuestra curia romana ha jugado un papel determinante en configurar la Iglesia que somos hoy. No debemos recordar con melancolía ese pasado reciente sino revitalizarnos para ser la Iglesia que este mundo necesita.

En la primera lectura escuchamos un anuncio formidable del profeta Isaías, el tiempo de la paz: "De las espadas forjarán arados y de las lanzas, podaderas; ya no alzará la espada pueblo contra pueblo, ya no se adiestrarán para la guerra. ¡Casa de Jacob, en marcha! Caminemos a la luz del Señor”. ¿No ansiamos que lleguen esos tiempos, que son los tiempos de Cristo? Este mundo se sigue armando para la guerra, como si ese fuera el camino de la paz y de la felicidad de los seres humanos. Rusia, Israel, Hamás, Estados Unidos, Irán, Afganistán, Yemen, Sudán, etc., etc., siguen poniendo su confianza en las armas. Y los demás países del mundo, a excepción de nuestra Iglesia, no hacen un llamado enérgico y persistente a favor del desarme completo. Las guerras a nadie benefician. En la guerra nadie sale ganando.

También en nuestro país, lo que nos tiene de cabeza es el crimen organizado, la delincuencia y la corrupción gubernamental. También en nuestros hogares queremos que reine la paz. ¡Ya basta de agredirnos unos a otros! ¿Quién sale ganando en las agresiones? Queremos un mundo donde todos los días sea navidad, navidad del amor, navidad de la paz, navidad del nacimiento del Salvador.

Pues el anuncio de ese tiempo con la llegada de Jesús, es lo que vamos a estar proclamando, promoviendo, celebrando en estos tiempos litúrgicos de adviento-navidad. Hoy escuchamos esta enseñanza de nuestro Señor. Todos los católicos hemos de escuchar a nuestro Maestro con un corazón obediente, no sólo en la Misa sino en nuestra lectura personal de los santos evangelios. Primero denuncia Jesús nuestra manera de vivir: "Antes del diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca. Y cuando menos lo esperaban, sobrevino el diluvio y se llevó a todos”. Esta rutina la hacemos nosotros más intensa en este mes de diciembre: comemos, bebemos, nos divertimos, vemos la tele, escuchamos música, bailamos. Está bien que lo hagamos de vez en cuando, pero hemos de vivir en vigilancia, con las antenas levantadas, no llevados por la corriente, pendientes de hacia dónde queremos dirigir nuestro mundo, hacia dónde lo quiere dirigir nuestro Dios. Con nuestra rutina de vida, ¿llegará el tiempo de la paz, de la conservación de nuestro planeta, de la realización plena de cada persona y de toda la sociedad? Claro que no. Es necesario que vivamos nuestra fe, nuestra vida cristiana con intensidad, con creciente seriedad.

 

Su hermano: Carlos Pérez B., Pbro.


 

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