TODOS SOMOS MIGRANTES
Las actuales manifestaciones de los migrantes en Estados Unidos que reclaman un lugar en esa sociedad por el sólo derecho fundamental al sostenimiento digno de sus familias, nos deben de recordar a todos, mexicanos y estadunidenses, y seres humanos de todo el mundo, sobre todo los que nos decimos cristianos, que el Hombre (Hombre-Mujer) es migrante por naturaleza.
El ser humano siempre ha migrado de unas tierras a otras buscando, como el resto de las criaturas de Dios, su alimento. Nosotros, los creyentes, somos hijos de un arameo errante, Abraham, nuestro padre en la fe. El pueblo de Dios vivió cuatro siglos en Egipto, y este dato histórico se lo recordará Dios con frecuencia a sus elegidos para que traten con respeto a los extranjeros ("No maltratarás al forastero, ni le oprimirás, pues forasteros fueron ustedes en el país de Egipto”. Éxodo 22,20). Leamos en el Antiguo Testamento un libro muy bello, el de Ruth ("En los días en que juzgaban los Jueces hubo hambre en el país, y un hombre de Belén de Judá se fue a residir, con su mujer y sus dos hijos, a los campos de Moab”).
La familia de Jesús fue peregrina en Belén y exiliada en Egipto. Jesucristo fue siempre un caminante que evangelizaba en Galilea, en la Decápolis, en Siro Fenicia, en Samaria y en Judea, traspasando fronteras raciales, étnicas y religiosas. Las fronteras políticas actuales no son una creación de Dios, son un invento de la mente estrecha de los hombres, y son sumamente recientes, como la que divide a Estados Unidos de México, con apenas unos 150 años, dibujada contra toda justicia. ¿Qué son 150 años frente a tantos siglos que tiene el hombre sobre esta tierra?
La migración no es un problema, como a veces se refieren a él los políticos, sino un fenómeno humano ancestral. Este fenómeno debe ser asumido con un profundo sentido de humanidad, mucho muy por encima de los intereses económicos. Estamos en plena era de la globalización económica. Quieren, los que pueden y tienen, que las mercancías y los capitales fluyan con toda libertad. Y, sin embargo, no estamos siendo capaces de salir al paso del flujo de los seres humanos. ¡Qué cabeza tan dura tienen los que gobiernan el mundo! |