ACTITUD ANTE LA PASTORAL SOCIAL
La Pastoral Social es una dimensión esencial de la actividad evangelizadora de la Iglesia y, por tanto, de la pastoral de una diócesis. En Chihuahua, esa dimensión social quedó ubicada con precisión en su contexto evangelizador y en su relación con los demás aspectos de la pastoral en el plan diocesano contenido en la 3ª Carta Pastoral de Mons. Almeida. La arquidiócesis se distinguió en las décadas de los setenta y ochenta por su compromiso social y por tratar de hacer efectivas las consignas de las encíclicas sociales de los papas y de los documentos de Medellín y Puebla, emanados del CELAM, así como de los documentos sociales de la Conferencia Episcopal Mexicana. Todo lo hizo con un riguroso apego al Magisterio de la Iglesia y dentro de la más estricta ortodoxia. Las acciones y los compromisos de sus miembros en la línea de la "opción preferencial por los pobres” y del compromiso con la justicia social, inevitablemente provocaron conflictos con personas, instituciones y partidos políticos que vieron afectados sus intereses y sus posiciones ideológicas. Esto es completamente inevitable en ese tipo de compromisos. Cuando la Iglesia no tiene conflictos con nadie, aunque de hecho no los busque, es signo de que está viviendo en un mundo perfecto o de que no está cumpliendo con su deber de dar testimonio de los valores evangélicos en un mundo injusto. Por eso no es de extrañar que las acciones de la Arquidiócesis de Chihuahua, y de las demás diócesis del estado, por ejemplo en el proceso electoral de 1986, causaran un profundo malestar en las instancias del gobierno federal, y que las autoridades movieran cielo y tierra para asegurar que en Chihuahua "jamás” se repitiera el 86. La elección de JFA no es ajena a esta situación.
Pero más allá de toda hipótesis, es un hecho que la llegada de JFA a Chihuahua significó un vuelco total en la pastoral social de la arquidiócesis. Esta pastoral simplemente desapareció. Todo lo que oliera a pastoral social, compromiso social, denuncia social, estudio y difusión de la doctrina social de la Iglesia, ha recibido de JFA el más rotundo rechazo. Además, a JFA le espanta todo tipo de conflictos, sobre todo los que tengan que ver con autoridades civiles y eclesiásticas y que pongan en peligro su status ante ellas.
Desde su llegada JFA comenzó a desmantelar toda clase de actividad que tuviera que ver con la pastoral social. Neutralizó las Comunidades Eclesiales de Base que, de hecho, desaparecieron. Retiró todo su apoyo efectivo a la Comisión Diocesana de Pastoral Social, que se convirtió en un fantasma. Prohibió toda colaboración de los católicos en causas que tuvieran que ver con la defensa de los derechos humanos y de problemáticas de tipo social. Veamos más de cerca algunos ejemplos:
Una de las organizaciones de más prestigio en Chihuahua, en el campo de los derechos humanos es la Comisión de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos, A. C., conocida por sus siglas COSIDDHAC. Fundada por el entonces obispo de la Tarahumara, José A. Llaguno, e integrada desde su inicio por católicos militantes de parroquias y organizaciones apostólicas, COSIDDHAC nació forzada por la necesidad de defender a los indígenas que eran víctimas de los abusos de los militares que perseguían en la Sierra el narcotráfico, pronto extendió sus actividades a todo el estado y a la denuncia de toda clase de abusos contra los derechos humanos. JFA cortó toda relación con COSIDDHAC y le negó cualquier apoyo y reconocimiento de parte de la arquidiócesis.
El 31 de octubre de 1989 monseñor Llaguno se presentó ante el pleno del Congreso del Estado para denunciar nueve casos de tortura bien documentados a manos de la Policía. Igualmente, demandó el fin de la tortura por parte de los custodios del orden. Esta denuncia fue seguida por una gran campaña promovida por COSIDDHAC contra la tortura en el estado, que dio muy buenos resultados. En contraste con la postura de monseñor Llaguno, ese mismo día JFA descalificó en los medios la actividad del obispo de la Tarahumara y de COSIDDHAC, diciendo que la Iglesia nada tiene que hacer juzgando a los que torturan, toda vez que existen para ello tribunales civiles. "Nosotros no somos jueces” -dijo -, y reprobó los medios que se alejan de la caridad para luchar contra la tortura. Se refirió a la "tortura moral” y dijo también, en una evidente alusión a COSYDDHAC y a monseñor Llaguno, que "existen verdaderos torturadores morales que van contra la tortura”... no es posible pedir cambios y que acaben los torturadores a base de gritos, odios y calumnias. Insistió en que las formas de combatir la tortura pueden no estar bien y existir incluso errores legales y teológicos y por lo tanto, el Arzobispado como tal, no puede unirse a luchas emprendidas por grupos, simplemente porque no se conocen los medios que se utilizarán. Concluyó con que debe lucharse contra la tortura, pero siempre con los medios efectivos y adecuados (Las frases que no van entrecomilladas le son atribuidas también a él por el reportero de Novedades de Chihuahua, que entrevistó en esa ocasión). Desde luego que JFA no se tomó la molestia de enterarse en "conocer los medios que se utilizarían para luchar contra la tortura” e influir para que fueran justos, y mucho menos se preocupó de aclarar cuáles eran esos medios que él consideraba "efectivos y adecuados”. Simplemente ese tipo de actividad estaba fuera de su perspectiva.
Una intervención desacertada y abusiva contra COSYDDHAC la tuvo JFA en 1990 al intervenir con una carta enviada al obispo emérito de Cuernavaca, Mons. Méndez Arceo, para prohibirle venir a Chihuahua invitado por el organismo de defensa de los derechos humanos, para apoyar la campaña contra la tortura que éste había emprendido. JFA tenía todo el derecho de pensar lo que quisiera sobre el controvertido obispo y luchador social, y de estar en desacuerdo con él, pero como se lo hizo ver COSYDDHAC en una carta de protesta, no tenía derecho a hacer lo que hizo y mucho menos hacerlo en la forma en que lo hizo, es decir, sin haber hablado antes con los responsables de la invitación. En la carta mencionada, del 23 de abril de 1990, COSYDDHAC le dice a JFA:
"Lamentamos profundamente que se haya permitido intervenir de esa forma tan directa en una invitación de la Comisión de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos y nos sentimos desconcertados ante esta actitud, ya que desconocemos los motivos que lo llevaron a enviar esa carta. Nos preguntamos: ¿son los temas de la Conferencia? ¿es la persona de Don Sergio Méndez Arceo? ¿se opone usted al trabajo que realiza esta Comisión en defensa de los derechos humanos?”.
Entre las razones que alega COSYDDHAC en esa carta para invitar al obispo emérito de Cuernavaca, aun sin pedir permiso al arzobispo de Chihuahua, están las siguientes:
"3º El Señor Méndez Arceo ha sido invitado a participar en un acto cultural, con el fin de fortalecer el trabajo de solidaridad que realiza esta Comisión. 4º La Comisión de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos es una asociación civil y por tanto no depende del Arzobispado. Sin embargo nosotros queremos trabajar en comunión y participación con nuestros pastores como lo exige la madurez de un laicado”.
La carta, de la que se mandó copia a Méndez Arceo, al presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana, al arzobispo de Chihuahua (pues JFA era en ese tiempo sólo un coadjutor) y al delegado apostólico, concluye:
"Creemos que esta penosa situación no se hubiera dado si usted nos hubiera llamado para hacer las aclaraciones pertinentes. Aprovechamos para hacerle saber que estamos siempre dispuestos a un diálogo franco y abierto”.
Pero este "diálogo franco y abierto” es lo que a JFA menos le ha interesado. Además, ya desde esta temprana fecha, cuando él no era sino coadjutor, se ve su modo de proceder y de "solucionar” los problemas, de una manera arbitraria, autoritaria y sin tomar en cuenta los sentimientos y la dignidad de las personas. No es de extrañar, pues, que cada vez se haya ido enajenando la voluntad de todo el pueblo de Chihuahua.
A Notidiócesis, el semanario diocesano, que en sus páginas reflejaba esa pastoral integral de la diócesis, en la que la pastoral social tenía su lugar, le prohibió que publicara cualquier artículo o noticia que implicara el más simple análisis de la situación social o la más leve crítica a cualquier situación de injusticia. Lo convirtió prácticamente en el tradicional boletín "religioso”, dedicado a reseñar devociones y actividades que no molestan a nadie pero que tampoco entusiasman a nadie, sobre todo cuando se presentan como lo único representativo de una comunidad cristiana que vive en medio del mundo.
A este respecto es sintomático el modo como JFA trató al padre Xavier Gutiérrez Cantú, S.J., que escribía sobre cuestiones sociales en Notidiócesis. Primero se lo prohibió y luego no descansó hasta hacerlo abandonar la diócesis. De este caso hablaremos en el capítulo titulado Su relación con los sacerdotes.
Otro casos de eliminación de personas "non gratas” por su participación en la pastoral social, fue el de las Hermanas del Servicio Social, del cual hablaremos en el capítulo Relación con las religiosas, y el del padre Camilo Daniel Pérez, del cual hablaremos en el capítulo Relación con los sacerdotes.
Una muestra del compromiso evangelizador de la Iglesia de Chihuahua antes de que llegara JFA, son los documentos orientadores sobre doctrina social de la Iglesia, que se publicaron con ocasión de diversas coyunturas sociales y que tuvieron amplia repercusión no sólo a nivel nacional sino internacional. Su ortodoxia y conformidad con la doctrina social de la Iglesia se puede comprobar con un atento examen de los mismos. De hecho, su contenido jamás fue cuestionado por la Santa Sede. Todo esto se terminó bajo el gobierno de JFA. Tres factores explican esta falta de pronunciamientos de este arzobispo: la profunda ignorancia de JFA para escribir sobre cualquier tema, la cual se extiende a la incapacidad e inseguridad doctrinal para discernir lo escrito por expertos a los que él pudiera encargar la redacción de un documento; la convicción personal que tiene de que esos temas sociales son nocivos y ajenos a la pastoral; y el temor de provocar con ese tipo de planteamientos la menor indisposición de las autoridades civiles, que pudiera poner en peligro, finalmente, su cargo imagen ante sus superiores jerárquicos. De hecho, a partir de 1991, ha procurado simplemente estampar su firma en los tres únicos documentos que se han publicado hasta la fecha por parte de todos los obispos del estado, como exhortaciones sobre el deber y derecho que tienen los ciudadanos de votar.
Una cosa última y verdaderamente impresionante es que ha hecho con el valiosa carta pastoral de la Conferencia del Episcopado Mexicano, titulada Del encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos y publicada el 25 de marzo del año 2000. Llevado por su fobia hacia todo lo que huela a análisis de la situación social y a compromiso de la Iglesia en ese campo, JFA guardó en el obispado las cajas llenas de este documento que le llegaron de México y jamás lo hizo circular. Hasta la presente fecha este documento, uno de los más importantes que ha publicado la Iglesia mexicana en los últimos años, es totalmente desconocido en Chihuahua. Sintomático de la línea pastoral que lleva la arquidiócesis es que actualmente de entre los libros que los católicos más compran para su formación personal y para su entrenamiento en el apostolado, los que se refieren a la pastoral social están prácticamente abandonados en las librerías.
|