Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 

RELACIÓN CON LOS LAICOS
 
 Para conocer más a fondo el pensamiento teológico de JFA respecto a la Iglesia y su capacidad de relacionarse con las personas, es importante asomarse a la actitud que tiene con los laicos. Dentro de su esquema mental, rígidamente jerárquico, y de acuerdo con la concepción que tiene del ministerio pastoral como ejercicio del poder, los laicos no tienen en la Iglesia mayor significación que ser un pueblo pasivo al que hay que gobernar con una actividad netamente clerical, es decir, de arriba hacia abajo y a quienes hay que proporcionar servicios como si fueran un sector de consumidores. Su confusión respecto al laicado y a su participación responsable en la tarea de construir la Iglesia, la expresó JFA recién desembarcado en Chihuahua, pero 25 años después de que, supuestamente, había leído la Lumen Gentium, la Gaudium et Spes, la Apostolicam actuositatem y otros luminosos documentos del Concilio.
 
"Respecto al papel del laico en la construcción de la Iglesia, monseñor Fernández Arteaga expresó que ‘para mí ha sido básico darle el papel que le corresponde, aunque en la práctica es difícil saber qué es lo que le corresponde y encontrar laicos preparados para los papeles que les corresponden’”.
 
Siendo aún obispo coadjutor, expresaba en una reunión zonal de sacerdotes en la parroquia de santa Isabel, que no bastaba que los grupos y movimientos laicales estuvieran aprobados por la Iglesia, sino que además era necesario que el obispo los aceptara en su diócesis. Esto contradice toda norma de derecho tanto en la sociedad civil como en la Iglesia. En la Iglesia los fieles laicos gozan de derechos, por ello el Código se llama de Derecho Canónico, porque está elaborado con la óptica de la legislación bíblica de proteger los derechos de las personas. Así dice el CDC:
 
"Los fieles tienen derecho, mediante un acuerdo privado entre ellos, a constituir asociaciones para los fines de los que se trata en el c. 298” (c. 299). Es cierto que es deber del obispo cuidar que tanto en las personas como en sus asociaciones se conserve la integridad de la fe, entre otras cosas, pero su existencia en una diócesis no está a merced, digámoslo así, del antojo del obispo en turno. Todo obispo debe observar con obediencia los derechos que la Iglesia les reconoce a los laicos. La autoridad de un obispo no está por encima de la legislación universal. Una constante en su actitud episcopal es el desconocimiento y aun el desprecio a la personalidad del laico en la Iglesia. No hay prácticamente ninguna asociación o movimiento de laicos que no haya tenido que sufrir su trato denigrante. Un modo constante de proceder es hacerles sentir a los laicos su autoridad de manera que quede claro quién manda aquí y que ellos sin él no pueden nada ni valen nada. Una de sus estrategias preferidas es imponerles a las organizaciones que sea él quien nombre a sus dirigentes laicos y exigirles que cuenten con un asistente eclesiástico puesto por él, para poder funcionar.
 
Esto, hecho de buena forma, tal vez no sería objetable. Lo malo es que luego deja pasar meses y meses sin nombrarles el tal dirigente o el tal asesor. Si los grupos le presentan candidatos, él los rechaza invariablemente. Tal parece que lo que quiere es que se extingan por el cansancio y el desaliento. Vamos a ver la actitud de JFA hacia los laicos en tres apartados: Organizaciones y movimientos, Organismos e instituciones, Experiencias y opiniones particulares.
 
ORGANIZACIONES Y MOVIMIENTOS
Encuentro Matrimonial
Tal cosa le sucedió, por ejemplo, al movimiento del Encuentro Matrimonial. Este movimiento tenía ya su modo de proceder aceptado a nivel nacional e internacional. Cada tres años se nombran en cada diócesis, por elección, los nuevos coordinadores laicos y el sacerdote para que guíen en ese periodo a la familias de Encuentros. Luego, la pareja elegida como coordinadora nombra su equipo de matrimonios para cada área de trabajo: Pre y Post Encuentro, Finanzas, Sacerdotes, Familiar, etc. Así funcionaba sin mayor problema en todas las diócesis. Pero en Chihuahua no podía ser así, pues tal manera de proceder podía significar que los laicos no tenían bien claro quién manda en la arquidiócesis. A partir del momento en que JFA toma las riendas de la arquidiócesis, el movimiento comienza a desestabilizarse, pues les hace ver a la pareja y al equipo que hasta ese momento lo coordinan no tienen ninguna autoridad ni reconocimiento de su actividad pastoral en la arquidiócesis, puesto que no habían sido nombrados por él.
 
El colmo llegó cuando se procedió a nombrar un nuevo equipo para coordinar toda la Zona Norte, que comprende las diócesis de Torreón, Durango, Chihuahua, Ciudad Juárez, Parral y otras. Después de un gran esfuerzo de viajes, gastos y desgaste se nombró la pareja encargada a nivel regional. Pero para nada. Pues resultó que JFA se sintió picado en su amor propio por no haber sido él quien eligiera la pareja, a pesar de que los demás obispos no tuvieron ninguna dificultad en aceptar la forma tradicional de elección del movimiento.
 
JFA, contra todas las normas del movimiento a nivel internacional, se autonombró rector de toda la Zona Norte y no quiso reconocer a la pareja nombrada por todos los equipos diocesanos, exigiendo que se nombrara una nueva terna para poder elegir él a la pareja. Además les hizo sentir a todos los grupos de la región que estaban en contra de la Iglesia por no tomarlo en cuenta a él. Para Chihuahua no terminó ahí el problema. Cuando JFA llegó les dijo a los del Encuentro que debía ser él quien nombrara al sacerdote que formara parte del equipo. Pero para nombrarlo le dio tantas largas al asunto que el Encuentro estuvo a punto de extinguirse pues no puede funcionar sin su "diocesano”. Finalmente les dijo que le presentaran ellos el nombre de un sacerdote, pero por más que le presentaban nombres ninguno le parecía bien. Así los tuvo cerca de un año, hasta que ya a punto de extinguirse el movimiento les aceptó un candidato.
 
Revisión de Vida Matrimonial

Este movimiento es de fundación diocesana. Ha estado asesorado desde el principio por sacerdotes diocesanos y se extiende por varias parroquias de la ciudad. Esta clase de grupos, que no se ciñen a una parroquia, no son de las simpatías de JFA. Él piensa que con esta característica se escapan de su control. Los coordinadores de este movimiento fueron un día a presentarse ante él, cuando tomó posesión como arzobispo diocesano. Esto es lo que uno de ellos recuerda:
 
"Nos dijo que éramos como ‘hermanos separados’, porque el folleto que hemos seguido como guía, el cual hemos ido elaborando junto con nuestros sacerdotes asesores, no estaba autorizado por la Iglesia y, además, porque no tenemos un asesor nombrado por él. Desde el momento que entramos a su oficina y estuvimos frente a él, sentimos una frialdad muy grande. Esperábamos algún apoyo de su parte, que nos dijera cómo debíamos proceder para que nuestro trabajo fuera mejor, pero salimos sumamente desilusionados, como si hubiéramos estado haciendo algo malo”.
 
Enfoque

Lo mismo le pasó a Enfoque. Este es un taller o método de espiritualidad originado en Estados Unidos y ligado estrechamente a la Iglesia por sus fundadores, dos jesuitas, por sus contenidos y orientación. Llegó de una manera informal a Chihuahua en 1999 y se comenzaron a dar talleres por personas venidas de México. Los que lo comenzaron a practicar en Chihuahua eran personas comprometidas desde hace mucho tiempo en el apostolado, además lo practicaron también algunos sacerdotes. Cuando comprobaron que aquello valía la pena se presentaron a JFA para pedirle su autorización de establecerlo formalmente en la arquidiócesis y ponerlo a su disposición. JFA les respondió secamente que él no conocía eso, que ya vería. Y como pasaban los meses y JFA no veía nada ni respondía nada, los interesados insistieron presentándole por escrito la misión y naturaleza del Enfoque.
 
Entonces les dijo que esa actividad debía contar con un sacerdote como asesor. Esperando que lo nombrara pasó mucho tiempo más. Al ver que no lo nombraba le propusieron tres nombres. De uno dijo que tenía mucho trabajo, del otro que era religioso y que en cualquier momento se podía ir de la diócesis (lo cual no obsta para que a otros religiosos sí les encomiende tareas diocesanas, como ser vicarios de religiosas) y del otro no dijo nada, hasta que éste finalmente se resolvió a visitarlo para rogarle que lo nombrara a él y JFA aceptó... pero lo hizo a regañadientes.
 
Los encargados le quisieron poner al centro donde se iba a dar el Enfoque "Centro San José”, nombre que de hecho ya tenía un lugar donde ellos atendían a gente con problemas espirituales. JFA les dijo que no quería que le pusieran "San José”. ¿Razón? No dio ninguna. En resumen. El Enfoque sigue dándose, pero los encargados de él trabajan como suspendidos en el aire, con una aprobación sacada a regañadientes y sin formalidad (a él que tanto le gustan las formalidades canónicas), aprobación que en cualquier momento niega a quien le pregunta diciendo que ni siquiera sabe qué es el Enfoque. En todo este episodio, como en muchos otros, se ve claro que la tremenda inseguridad de que adolece JFA lo lleva a rechazar cualquier novedad como si fuera una amenaza, como algo que se le puede salir de control por no conocerlo, a tener actitudes evasivas y dilatorias para todo, manteniendo a la gente en vilo por meses y meses, a desear que nada crezca, que todo se paralice, a tener actitudes de rechazo para todo lo que se le proponga.
 
Movimiento de Renovación en el Espíritu Santo

Este es uno de los movimientos que más han sufrido los embates de JFA. Era uno de movimientos más pujantes en la arquidiócesis. De inmediato JFA les hizo ver de muchas maneras que no los quería. Cuanta ocasión tuvo de hablar a comunidades carismáticas o parroquias que seguían esa línea, les decía de una manera ofensiva las peores cosas: que su manera de orar no era correcta, que sólo la oración litúrgica valía, etc.
 
Talleres de Oración y Vida

Esta gran obra fundada por el mundialmente conocido padre Ignacio Larrañaga también tuvo que sufrir el desprecio de JFA. Los considera una pérdida de tiempo. El 23 de septiembre de 1992, en la Casa del Movimiento Familiar Cristiano, con ocasión de celebrarse el V Aniversario de los Talleres de Oración y Vida, invitaron a JFA a celebrar la Eucaristía. En la homilía comentó que
 
"la única oración que Dios escucha es la Eucaristía y la Liturgia de las Horas, es decir, la oración oficial de la Iglesia, y dudo mucho que Dios tome en cuenta otro tipo de oración, por lo que ustedes pierden el tiempo en enseñar a la gente a comunicarse con Dios a través de las diferentes modalidades de oración, ya que Él ni siquiera las toma en cuenta, es decir, Dios no escucha esas oraciones”.
 
Una de las personas ahí presentes recuerda:
 
 "Su comentario fue bastante burlesco ante las guías que sabíamos muy bien lo que hacíamos, nuestro compromiso con Dios y, sobre todo, éramos testigos de los frutos que estaban dando los Talleres. Algunas personas se desconcertaron ante sus palabras, otras nos molestamos mucho por lo inadecuado y sin fundamento de sus comentarios. Realmente pareció que fue a burlarse de nuestro apostolado justo en nuestro aniversario, que celebrábamos con tanto entusiasmo”.
 
También a los Talleres les aplicó su conocida estrategia de dejarlos sin asesor para que se extinguieran. Así lo comenta la misma persona:
 
"Por otra parte, cabe comentar las dificultades que se han tenido para nombrar un padre asesor y, sobre todo, para el coordinador, ya que este último debe ser autorizado por el Obispo, aunque no lo conozca, por lo que se vivió la experiencia de que uno fue nombrado coordinador y otro era el que realmente trabajaba como tal, sólo para complacer al Obispo”.
 
Ministros extraordinarios de la Comunión

Entre los ministros extraordinario de la Comunión, así como entre muchos sacerdotes que los acompañan de cerca y aprecian su servicio a la comunidad parroquial, hay la sensación de que para JFA esos ministros son un "mal necesario”. En efecto, no pierde ocasión, cada vez que se dirige a ellos, por ejemplo para renovarles el permiso, de decirles que su labor es prácticamente tolerada sólo porque no hay suficientes sacerdotes para llevar la Eucaristía a los enfermos y para repartir la comunión en el templo cuando es muy grande el número de feligreses. Lo que les dice, a veces con palabras equivalentes, pero a veces literalmente es esto: "Ojalá ustedes no tuvieran que estar aquí, ojalá no los necesitáramos”.
 
Según JFA, si los ministros extraordinarios de la Comunión, aunque estén legítimamente designados, si se atreven a llevar una comunión después de que se les ha vencido el tiempo facultado o si llevan la comunión fuera de los límites de su parroquia, ¡cometen un sacrilegio!. Si un párroco, llevado por la necesidad del momento, le pide a un laico, cuya idoneidad le consta, que lleve la Eucaristía a un enfermo o que le ayude a distribuirla en Misa, se expone a ser considerado en abierta rebeldía. A este respecto tenemos el testimonio de un sacerdote: "Haciéndose a sí mismo el único responsable de la Sagrada Eucaristía, hace aparecer al párroco como irresponsable y poco cuidadoso. Por ejemplo, en una fiesta patronal en la capilla de un ejido, para la cual ya se había conseguido el permiso verbal de JFA de conservar el Santísimo, a un acólito se le ocurrió llevarle, con todo el respeto debido, el copón con las Hostias Consagradas al momento de la Comunión. La reacción de JFA echó a perder la fiesta, pues ahí mismo comenzó a regañarlos y a hacer quedar mal al párroco. A éste lo acusó de irresponsable y de mal pastor por tener ahí el Santísimo (sin acordarse de que sí había permiso), en lugar de felicitar a los confirmandos y a los catequistas. Éstos tenían ya siete años preparando adolescentes con mucho esfuerzo y cariño. Cuando llegó el párroco encontró a la gente nerviosa, triste, enojada y asustada y con pocas ganas de seguir sirviendo”
 
El mismo testimonio anterior nos dice que
 
"a varios párrocos, cuando comenzó la insistencia de JFA de que cada párroco debía mandar al obispo la lista de ministros de la Comunión, pues sólo éste podía autorizarlos, y que debían llevar una credencial con foto, firmada sólo por él, al enviarle las listas y las fotos volvió a pasar lo mismo: tuvieron que esperar varios meses antes de que hubiera respuesta, lo cual desalentaba a los párrocos y a los ministros. No pocos ministros se han quejado del mal trato que les ha dado JFA por no portar el gafete, aunque sean sumamente conocidos, no sólo de la comunidad, sino del mismo obispo. Este mal trato ha rayado en verdaderas majaderías, de las que mucha gente ha sido testigo”.
 
Ahora está obligando a los ministros a que usen gafete, hasta en las celebraciones donde se les conoce bien o en aquellas donde está presente el párroco. Convenimos que hasta los mismos obispos tengan que usar gafete en las visitas del Papa a un país, por causa de la aglomeración y por cuestiones de seguridad, pero no se vería bien que el obispo lo usara en su diócesis. Ni el párroco usa gafete firmado por el obispo en sus celebraciones parroquiales. Detrás de esta medida está esa mentalidad que venimos cuestionando. Todo esto quiere decir que desconoce o que en su mentalidad no caben otras disposiciones de la Iglesia. El Misal Romano trae el rito para designar un ministro ocasional para la distribución de la sagrada Comunión, y dice así la instrucción: "Los Ordinarios del lugar tienen la facultad de permitir a cada uno de los sacerdotes que ejercen los sagrados ministerios designar a una persona idónea que, en casos de verdadera necesidad y ocasionalmente, distribuya la sagrada comunión”. Es preciso aclarar que la Iglesia considera ordinario del lugar no solamente al obispo, sino también al vicario general y a los vicarios episcopales.
 
De cualquier manera, esta disposición ya está aceptada en nuestra diócesis, y por ello no cabe meter en pecado grave a estas personas que el sacerdote celebrante designa. La Congregación para el Culto Divino en el Directorio para las «Celebraciones Dominicales y Festivas en ausencia de Presbítero», con fecha de 2 de junio de 1988, establece lo siguiente en el núm. 30: "Cuando estén ausentes tanto el presbítero como el diácono, el párroco designará laicos a quienes les confiará el cuidado de las celebraciones, a saber guiar la oración, el servicio de la palabra y la distribución de la sagrada comunión”. Sólo a una persona obsesionada por centralizar todo el poder en sí mismo puede pretender cancelar esta facultad que Roma le concede a los párrocos. Se ve claramente que lo que menos le interesa al obispo es el bien de su rebaño, y es él un pastor que se apacienta a sí mismo.
 
Un buen obispo se preocuparía, sí por el cuidado extremo de la presencia eucarística del Señor, pero también, en vez de poner trabas, por promover que este sacramento llegue a los que no cuentan con sacerdote, que en nuestra diócesis hay muchísimas comunidades rurales y barriadas de la ciudad en esta situación. Un buen obispo se comprometería personalmente en formar y en enviar a esos apóstoles. El obispo debe entender que él es el primero que tiene que respetar y obedecer estos mandatos de la Iglesia. ¿Qué ejemplo nos está dando él de obediencia a la Iglesia al llamarle sacrilegio a las disposiciones que nos llegan de Roma? (Algo parecido le decía el Espíritu Santo a Pedro cuando él respondía que no podía comer nada impuro: "Lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano” Hch. 10,15).
 
EXPERIENCIAS Y OPINIONES PARTICULARES
 
Sería cosa de nunca acabar la descripción de los desánimos y amarguras que han vivido tantos miembros de nuestros grupos laicales al entrevistarse con él, o al ser objeto de sus ataques en homilías o instrucciones, cuando lo que ellos esperarían de su pastor es compromiso y apoyo para la difícil tarea de ser apóstol de la Iglesia y tener que compaginarse con sus compromisos en la familia y en el trabajo, donde muchos de ellos viven angustias por falta de comprensión y de apoyo. Una impresión general que tienen las personas que van a ver a JFA a su oficina, es su trato hosco y su mirada evasiva. No suele mirar a las personas a la cara, su mirada se posa en otro lado o sigue manipulando la computadora. Lo mismo les pasa a quienes lo tratan fuera de su oficina, en sus visitas a las parroquias, a los grupos apostólicos. Como decíamos en la Presentación, es impresionante la mala reputación que tiene JFA entre la gente, aun entre los católicos practicantes, acostumbrados a ver a los sacerdotes, y sobre todo al obispo, con respeto y cariño.
 
De cualquier obispo, por santo que sea, siempre habrá gente que haga comentarios negativos, despectivos y mordaces. Siempre habrá alguien que no lo acepte. Nadie "es monedita de oro para caerles bien a todos”. Pero lo verdaderamente impresionante en el caso de JFA es que el rechazo a su persona es prácticamente general. Con esta afirmación parece que estamos generalizando abusivamente. Pero bastaría que se hiciera una encuesta amplia, bien aplicada, para comprobarlo. Los que escribimos esto no tememos los resultados de tal encuesta.
 
Estamos seguros de ellos, porque de mil maneras los hemos comprobado. Algunos ejemplos de tales opiniones están diseminados en todos este escrito, en los lugares donde cuadran mejor. Aquí sólo queremos asentar algunos testimonios que vienen a reforzar lo antes dicho. El siguiente testimonio es parte de un artículo que publicó un periodista católico en un periódico de Chihuahua en 1992. El artículo está escrito en forma de carta dirigida a JFA:
 
"El otro día por la tarde lo vi caminar frente al Colegio de Bachilleres rumbo a Catedral, seguramente iba a celebrar la Eucaristía. Me pareció muy solo y triste. Me acordé cuando fui a visitarlo en compañía de unas amigas. Para empezar, colocó una muralla de autoridad entre nosotros que me hizo sentir mal. Y antes de que comenzaran a hablar, las mujeres recibieron dos amonestaciones. Me parecieron segundos, minutos, horas eternamente incómodos. Pensé para mis adentros que los sacerdotes bajo su control han de ser extremadamente santos para soportar una autoridad tan poco delicada y humana. Cuando salí de esa entrevista era tal mi coraje que llegué a pensar, ‘en el arzobispo José Fernández Arteaga no encuentro al amigo, al padre, al pastor’. Había tenido frente a mí a un funcionario eclesiástico que a los primeros intentos de acercamiento y diálogo nos restregaba en la cara los artículos del Derecho Canónico. Desde mi interior, le pedía que abandonara la oveja que cuida para que saliera a buscar las 99 que desconoce y se encuentran muy tristes y abandonadas”.
 
El mismo autor de la nota anterior describe en un artículo, que puede considerarse una síntesis de la situación que se vivía ya a mediados de 1993, la siguiente descripción del "nuevo estilo” de ser obispo que establece JFA:
 
"Una nueva etapa se inicia en Chihuahua el 5 de julio de 1991, al tomar posesión José Fernández Arteaga como arzobispo. La historia eclesiástica registra que en el año y medio había permanecido como coadjutor de Mons. Almeida había mostrado poco celo e interés en conocer a los fieles chihuahuenses, en identificarse con los sacerdotes y religiosos, en empaparse de la obra pastoral de don Adalberto. Desde que llegó el coadjutor se percibió un ambiente extraño en la Iglesia de Chihuahua. Daba la impresión de que traía indicaciones expresas de reorientar o corregir el camino evangelizador que seguía la arquidiócesis... Sin consultar a su presbiterio, a los pocos días de hacerse cargo de la arquidiócesis, Mons. Fernández Arteaga anunció en la Basílica de Guadalupe la celebración de un sínodo en Chihuahua. La trascendental noticia podía entenderse como el despegue de un gran proyecto pastoral que pusiera en estado de evangelización a esta iglesia en particular. Cuatro meses más tarde, en decreto, hace la promulgación solemne del sínodo. Ha transcurrido año y medio y tanto sacerdotes como religiosos ignoran por qué se dio marcha atrás a la reunión eclesiástica anunciada. Mientras tanto, la arquidiócesis anda al garete sin una línea evangelizadora. En el tiempo que lleva al frente de la Iglesia de Chihuahua, Mons. Fernández Arteaga no ha dejado de ver un modelo de organización eclesiástica. Casi a punto de vencerse el plazo, nombra el Consejo Presbiteral y a la fecha la Arquidiócesis no cuenta con el Consejo Eclesial de Pastoral. Lo que sí dejó entrever el arzobispo desde un principio fue una imagen de autoridad, como que se relegaba la comunicación y el trabajo de equipo... Entre el clero existe incomodidad y desaliento, y ante la carencia de un proyecto evangelizador en la arquidiócesis, resulta natural que algunos muestren como único interés el vivir tranquilos y cómodos. No ha de faltar quién prepare maletas para emigrar a otra diócesis. La vida y organización parroquial languidece en la Iglesia de Chihuahua. Son contadas las parroquias embarcadas en un proceso de evangelización integral. Y como un milagro, a pesar de Mons. Fernández Arteaga, aumentan las vocaciones sacerdotales y religiosas, mientras que los laicos continúan sin tener presencia viva en su Iglesia... En vísperas del fin de siglo, cuando en el estado se notan algunos empeños y esfuerzos de modernización, y cuando los ciudadanos exigen mayor presencia y reclaman mayores espacios en la vida de Chihuahua, nace la inquietud de preguntarse por el tipo de laico, de sacerdote y religioso, así como de arzobispo que necesita la Iglesia chihuahuense para iniciar una renovación religiosa apegada al evangelio y de acuerdo con los documentos del Concilio Vaticano II y de las reuniones de obispos latinoamericanos de Medellín, Puebla y recientemente en Santo Domingo. Por lo pronto, para colocar los cimientos de estos sueños cristianos, parte de los laicos, sacerdotes y religiosos, están convencidos de que el arzobispo José Fernández Arteaga no debe prolongar más el invierno que padece la Iglesia de Chihuahua. Como una voz, como un coro imponente se escucha el clamor en los hogares y los templos: ‘El pueblo de Dios está solo y es difícil su peregrinar por el desierto’. El pueblo de Dios necesita de un pastor para iniciar la primavera de la Iglesia en Chihuahua”.
 
Más recientemente, el mismo periodista volvió a describir aquellos primeros años de JFA como arzobispo de Chihuahua:
 
"No faltaron laicos que se desconcertaron por la manera en que el nuevo arzobispo conducía a su grey. El clima religioso que se vivía en Chihuahua era similar al que se respiraba en las iglesias perseguidas por los regímenes comunistas, con la diferencia que en casa la zozobra cundía gracias al ejercicio de la autoridad de don José Fernández Arteaga. En esta iglesia amordazada, del silencio, un sacerdote levantó la voz: ‘El que la Iglesia sea jerárquica no la exime de ser democrática, como tampoco la exime, como sociedad visible, de crear opinión pública dentro de ella’. El arzobispo no escuchaba. Ante la tensión que se percibía en la arquidiócesis, José Fernández Arteaga decretó la apertura del primer sínodo con el propósito de ‘consultar al clero, religiosos y laicos, instituciones y personas no-católicas de buena voluntad, para definir el rumbo de la tarea evangelizadora frente a las exigencias del pueblo’. Después se confirmaría que el único rumbo asignado al trabajo pastoral era el impuesto categóricamente por el mismo arzobispo. Sólo Dios sabe de los sufrimientos y muestras de fe de sacerdotes y religiosos al aceptar calladamente las decisiones arbitrariamente unilaterales de don José, quien amparado en su investidura arzobispal exigía el cumplimiento puntual del voto de obediencia. "N‘ se cuestionaba su autoridad eclesiástica, sino el modo autoritarios de ejercerla’. Más de una vez se padeció una ‘represión disfrazada de disciplina religiosa’. Por momentos veían al arzobispo como un hombre frío que enarbolaba el Derecho Canónico en lugar del Evangelio, ellos que estaban acostumbrados a convivir con un pastor”.
 
 
En enero de 1993, una seglar, católica practicante, publicó un balance de la vida diocesana bajo el nuevo obispo, en el año que acababa de terminar:
 
"La iglesia, ante el nuevo cambio de obispo, está en un ‘compás de espera’, o, como dijera un amigo, en un ‘engarróteseme ahí’. Como que el señor obispo no acaba de integrarse a nuestra comunidad, y no sabemos si lo logrará. La iglesia, por otra parte, está a la expectativa de una dirección, de pautas a seguir. Desafortunadamente este compás de espera es demasiado largo, lo cual ha traído como consecuencia que no exista en la actualidad un consenso de directrices para el trabajo pastoral... Ante una situación en la iglesia de falta de directrices, que no se ha explicado, uno puede tomarse la facultad de encontrar diversas hipótesis: 1. Es una táctica del nuevo obispo, a fin de crear un desinfle, para que se tenga menos resistencia ante sus órdenes. 2. Incapacidad del obispo para dirigir la Iglesia. 3. Temor ante lo desconocido por las dificultades que ha tenido, pues las veces en que ha iniciado o señalado algo, las cosas no le han salido bien. Si recordamos, inició su gestión anunciando un sínodo (diocesano) que no fue rechazado por el clero, sino que fue objetado en cuanto al procedimiento, por lo cual inexplicablemente abandonó todo intento de continuarlo. Todo esto tiene como consecuencia un estancamiento de la iglesia, pues no existe claridad ni definición abierta sobre el trabajo pastoral, lo cual repercute en el desánimo que percibimos los laicos en los pastores. Tal parece que la línea es ‘matar iniciativas’, desanimar, inmovilizar. Las iniciativas propuestas por sacerdotes o laicos son congeladas o postergadas sin respuesta. Ante esta situación algunos sacerdotes, cansados de tocar puertas, optan por acercarse lo mínimo (a él), lo perciben como una figura teológica, cada quien sigue su trabajo al margen del obispo y sólo lo invitan a confirmaciones. Es nefasto para una iglesia tener un obispo con estas características, pues ni hace ni deja hacer”.
 
Tenemos también el testimonio de esta joven conversa que encontró su verdadero hogar en la Iglesia católica, pero no un verdadero padre en su obispo:
 
"Soy una joven que hace tiempo participó en la iniciación cristiana. Fue en esta religión en la que encontré respuestas a muchas dudas que me rodeaban, encontré cariño y apoyo por parte de la comunidad y el Señor me hizo sentir verdaderamente importante. Todo esto lo comento por lo siguiente: Yo esperaba que la visita que realizó el señor Obispo a nuestra parroquia (visita pastoral en 1995) fuera algo especial que ayudaría a edificarme como cristiana, que me animaría para seguir trabajando, para corregir algunas de aquellas cosas que están afectando el avance de nuestra Iglesia. Desgraciadamente no fue así, me lastimó mucho su presencia entre nosotros. Pude convivir en varias comidas y reuniones con él y me hubiera gustado recibir estímulo para seguir adelante. Comprendo que es una responsabilidad muy grande para él y que el Señor sabiamente lo eligió. pero no todo es corregir y mandar. No niego que haya momentos en que se nos debe tratar enérgicamente, pues Cristo mismo alguna vez lo hizo, sin ser déspota ni autoritario. El señor Obispo debe ser imagen del Buen Pastor, pero el Buen Pastor también ama, apoya y anima. Por otro lado, él nos habló mucho de vocación sacerdotal y dudo mucho que su objetivo de incrementar el número de seminaristas para un servicio mejor a la Iglesia se lleve a cabo con el testimonio que él da. Creo que si la visita pastoral se hubiera realizado cuando yo me iniciaba en este camino, me hubiera arrepentido de la elección que hice. Sé que no me corresponde a mí juzgarlo, pero me preocupa sinceramente mi Iglesia y el señor Obispo es
un elemento muy importante en ella.
 
En esa misma visita a la que se refiere el testimonio anterior, que se realizó del 23 al 27 de marzo de 1995, los fieles de la parroquia hicieron una evaluación de la misma y que le fue entregada por escrito a JFA. El número 5 de la evaluación decía: "En actitud de edificación mutua, ¿qué aspectos negativos podrías indicarle al Obispo que no te perecieron correctos?
 
Entre los puntos señalados están los siguientes:
· "No nos pareció el hecho de que siempre que alguna persona estuviera platicando con él o exponiéndole algo, nunca la veía, nos daba la impresión que no le ponía atención, como que no le importaba.
· En algunas de sus predicaciones dijo que el que no está con el Obispo está fuera de la Iglesia y que fuera de la Iglesia no había salvación...
· En la celebración de despedida, la forma en que se dirigió a los ministros extraordinarios de la comunión, diciendo que eran unos ‘remiendos’, refiriéndose a que no estaba de acuerdo con esa designación y que esto se debía a la falta de sacerdotes.
· El hecho de que no haya convivido el día de la cena de despedida, pues se retiró muy pronto y no compartió ni una palabra con los que estábamos ahí.
· El coordinador de la Pastoral Juvenil (de la parroquia), por escrito, entre otras súplicas le hizo la siguiente: ‘Le suplico, Sr. Obispo, que apoye al Equipo de Liturgia, pues hasta ahora ha trabajado muy bien, su respuesta ha sido muy positiva. En verdad, no sé que exista problema, y si lo hay, qué tan grave sea. No me explico por qué Ud. se expresa tan mal de él’.
· En las reuniones con diferentes ministerios se veía que no estaba de acuerdo con nuestra forma de trabajar. Pero a veces se contradecía él mismo al expresar que no importaba cual movimiento se utilizara para evangelizar y alcanzar la conversión de nuestros hermanos. Nos pareció que no tiene conceptos claros en torno a la Pastoral y que no entiende o no quiere entender lo que es un diseño de pastoral integral parroquial.
· Que no acepte la catequesis infantil como se lleva en nuestra parroquia. Le parece muy largo el proceso. Tampoco nos pereció su insistencia en que los niños sean confirmados desde los siete años, sin esperar a que ellos sean más conscientes de su respuesta, etc.
· Su forma de expresarse en algunas homilías. Fue muy duro e irrespetuoso al hacer sus indicaciones y observaciones. Su afán de (exigir) obediencia total, ciega, a lo que le gusta al Obispo.
· Mucha astucia. Primero alienta al laico a que participe y luego expresa su opinión totalitaria, individualista, sin más argumento que su autoridad: ‘Yo soy el Obispo y así me gusta’.
· En la reunión con el equipo de Liturgia. En nadie es correcta la expresión que utilizó, menos en un señor obispo, de llamar ‘viejas’ a las jóvenes que participan en ese ministerio, y lo hacen con mucho entusiasmo, entrega y delicadeza.
· En la reunión con los integrantes de las pequeñas comunidades sentimos que las respuestas a las preguntas que se le hicieron no fueron claras, más bien evasivas y confusas. El 15 de junio del 2001, con ocasión de una visita que hizo el nuevo nuncio, Mons. Bertello, a Chihuahua, cinco laicos, tres mujeres y dos varones, le entregaron la siguiente carta, en la que expresan el dolor de ver a su Iglesia diocesana abatida:
 
"Nos enteramos de que Usted va a estar aquí en nuestra querida Arquidiócesis de Chihuahua y quisimos compartirle nuestro sentir como laicos por la crisis que desde hace tiempo estamos pasando en esta Iglesia particular. Hemos visto y experimentado que en nuestra Iglesia de Chihuahua andamos muy mal, incluidos nosotros, quienes participamos activamente en las diversas actividades pastorales que se realizan en ella, y estamos en contacto directo, tanto con otros hermanos laicos como con sacerdotes y diáconos y, por supuesto, con el Arzobispo.
 
Creemos que él es el primero quien, como cabeza de esta Iglesia, debe asumir más la actitud del Buen Pastor o, al menos la de un padre de familia que se preocupa por los suyos por igual, y quitarse el título de "excelentísimo Señor Arzobispo”, que sí le reconocemos pero que pone una barrera entre él y su pueblo. A continuación le damos a conocer algunos datos para que Usted tenga información real acerca de esto. Nos trajo al Pbro. Francisco Merlos para que nos diera una forma o estructura pastoral para seguir en la Diócesis (es decir, para que nos orientara metodológicamente para hacer el Plan Diocesano de Pastoral. Nota de los redactores). Pero para iniciar esto es necesario analizar la problemática de aquí.
 
Por este motivo, convocó a una asamblea el año pasado, en donde nos reunimos alrededor de 500 personas, entre sacerdotes, diáconos, religiosas, religiosos y laicos de las diferentes parroquias de la Diócesis, pero no estuvimos UNIDOS espiritual ni anímicamente, y la problemática se analizó superficialmente y a la ligera, sin llegar al fondo de la situación, del problema. Algunos aspectos de esa problemática fueron: El Señor Arzobispo, no es pastor. No hay diálogo entre el Obispo y los sacerdotes. ¿Por qué? ¿les tiene miedo? ¿a qué? ¿a que lo corran? ¿a que le digan que hemos retrocedido pastoralmente más de 20 años? ¿a que no sepa responder cuando le pregunten por qué tantas sectas? ¿a que en lugar de venir a esta Diócesis a unir, ha venido a desparramar, poniendo a los sacerdotes unos contra otros ("divide y vencerás”)? ¿a que nos tuvo 8 años en sínodo, caminando juntos, pero no unidos y no sacando nada en claro, porque el Decreto Sinodal, elaborado por él, no ha tenido novedad, puesto que lo escrito ahí está todo en el Derecho Canónico?.
 
Mejor nos hubiera puesto a estudiar el Derecho y punto. ¿A que en lugar de criticarnos de que somos una Iglesia protestantizada, sin conocer lo que teníamos de bueno, llegó quitándonos todo, y como ya señalamos, nos hizo retroceder 20 años quitándonos hasta lo anterior que habíamos aprendido en el catecismo, diciendo, por ejemplo, que las hostias no tienen partículas, por lo tanto, si una hostia (consagrada) se cae (al piso) ya no se tiene que limpiar el lugar donde cayó con un purificador, y que los purificadores se pueden lavar con toda la ropa, con cualquier ropa, sin tener ningún cuidado especial. Entonces ¿dónde quedó el cuidado del Señor Jesús (del Santísimo Sacramento) si se nos enseñó que en cada partícula está totalmente Jesús; y muchas cosas más por el estilo. En lugar de retroceder o quitarnos lo que teníamos, debería de habernos enriquecido tomando lo que ya teníamos, ¿o no? Los sacerdotes han querido hablar con él desde hace más de tres años, pero no lo han logrado. Ellos se lo han pedido confidencialmente, según hemos tenido conocimiento, porque él mismo lo dijo en la primera asamblea sinodal, pero ¿qué pasa? Nada. Y hasta la fecha no ha habido respuesta de parte de él.
 
Otro ejemplo más: la Catedral. En ella se ha colocado un templete barato, quitándonos del centro al Señor Jesús y poniéndolo a un lado del presbiterio, para darle prioridad al Señor Obispo, para que desde el fondo del templo se vean todos sus movimientos. Esto lo comentó el sacerdote que estaba en ese tiempo como responsable de la Catedral y quien estima al Obispo. Colocó a unos servidores para que observaran desde el fondo del templo todos sus movimientos durante la Sta. Misa. Y lo que le importó y le dio gusto que le dijeran, no fue una parte de la Santa Misa, ni siquiera la consagración, sino que habían visto hasta el movimiento de su pie. ¡Qué barbaridad! El Señor Jesús en el rincón y el Obispo en la exhibición. A los sacerdotes enfermos ni siquiera los visita, como sucedió con el padre Alvarado, que en paz descanse. Pero ¿qué tal al "excelentísimo Señor Gobernador, como él y Progione le dicen? ¡Tonterías! ¡Boberías! A él sí lo fue a ver hasta E.U.A. en el avión del Gobierno del Estado. Ya es mucho, vamos en declive, hacia el abismo. ¡A cuántos sacerdotes los ha hecho llorar de impotencia! Y ¡a cuántos laicos los ha hecho cambiar hasta de religión! Otros se han quedado sin cumplir con el mandato evangelizador. A cuántos más se nos tuerce el hígado de coraje y no hablamos, no por temor a él, sino por temor a un cisma. Pero ¡Ya basta! Si los sacerdotes están imposibilitados para dialogar y hacerlo entrar en razón, lo haremos nosotros, los laicos, para que conozca nuestro sentir. Señor Nuncio: por esto acudimos a Usted. Ayúdenos a discernir qué es lo que Dios quiere para este pueblo, si conviene que hablemos o no, que le demos a conocer el daño hecho a esta Diócesis.
 
Y si es posible, si está en sus manos que lo cambien a otro lugar donde no dañe. Jesús no era de la tribu de Leví, tampoco perteneció a una institución religiosa como la de los fariseos. Él estuvo de parte del pueblo y miraba cómo actuaban los jefes y la gente culta. El Señor señalaba con anticipación a los responsables de su Iglesia los defectos en que habían caído y los corregía buscando sólo la gloria de Dios y el bien del pueblo. Ojalá y nuestras autoridades escuchen siempre esta palabra del Señor. Pues bien, si es su voluntad, le suplicamos que le señale estos errores al Señor Obispo y se los haga saber para que se arrepienta y se vuelva a Dios con humildad y con un corazón nuevo, lleno de amor para el pueblo que le ha sido encomendado. No permita que lo destruya más. Colocamos estas firmas que representan el sentir de cientos de laicos, quizá miles, y a los cuales sólo queremos mencionar y hacerlos presentes espiritualmente”.
 
Una de las firmantes de la carta anterior también nos ha dado por escrito su propio testimonio, del 1º de septiembre del 2001, en el que se ve la impotencia y la frustración que invaden a amplios sectores de la Iglesia de Chihuahua, pero al mismo tiempo se ve la fortaleza con la que los laicos resisten esta difícil situación para que su fe en el Señor y en su Iglesia no se desmorone:
 
"No sé cómo empezar, pero empezaré por escribir cómo veo a nuestra Iglesia de Chihuahua, que en estos últimos años, para ser bien clara a partir de que Don José Fernández Arteaga inicia como guía y pastor de este pueblo, se vino en declive, nuestra diócesis de Chihuahua, porque (él) no ha sabido guiarnos, mucho menos pastorearnos, (así es) como yo lo veo. Ser pastor es ser un padre, ser quien nos une llevándonos hacia el Pastor de pastores. No ha sabido acogernos como pueblo de Dios, no nos ha tomado como padre con una responsabilidad hacia los hijos de Dios, cuidando para que no se desparramen las ovejas. Al contrario, lo veo como lobo en medio de ellas, como si su misión fuera eso, desparramar en lugar de unir.
 
 Me refiero a todo el pueblo, sacerdotes, religiosas, religiosos, diáconos, laicos, porque ni siquiera a los sacerdotes los ha unido, ya que los pone unos contra otros, porque así se pierde fuerza y no se lucha. Un obispo debe de cuidar la evangelización de la Iglesia, ya que ésta es la misión esencial de ella. Sin embargo, da tristeza el silencio que tenemos como Iglesia, se ha acabado aquella Iglesia viva que como cuerpo de Cristo le dábamos movimiento y no podíamos dejar de hablar, anunciar y denunciar.
 
Por eso, viviendo ese encuentro personal con Cristo, aun en medio del silencio, esta piedra grita al ver lo que nos está pasando. No somos una Iglesia pasiva, sino que estamos frenados por el propio obispo. ¡Nos está destruyendo! La cizaña, la hierba mala, nos está consumiendo y esto ha sido el origen de que estemos hoy en día plagados de sectas que se han llevado a muchos de nuestros hermanos.
 
Llevábamos un plan pastoral muy bueno, plan de Dios, se avanzaba en el conocimiento de Él y en su enseñanza y nos están haciendo retroceder veinte años. Esto lo comenté con el obispo y su contestación fue que si a él le ponían un jet y una carcacha, él optaba por la carcacha, ya que era lo que sabía manejar. Le dije: ¿y por qué no aprender a manejar el jet y no colocarnos a todos en la carcacha? Y sólo se concretó a decir que él no sabía manejar el jet. Un obispo también debe enseñar a su pueblo a través de escritos y nunca hemos contado con alguna carta pastoral por parte de él. Nos convocó a un Sínodo 8 años. Al principio yo creí que eso sería la solución para poder verdaderamente unir criterios. Pertenecía a la Comisión de Espiritualidad (del Sínodo), pero cuanto más pasaba el tiempo comprendí que no servía de nada porque se había realizado con otro propósito. Así como las autoridades de México entretienen a los mexicanos con el foot ball para que no se acuerden de las injusticias y el hambre, así a nosotros, a nivel Iglesia, nos quería entretener con el Sínodo, buscando seguir "la pastoral” de nuestra diócesis y esto sólo eran intereses con un fin muy distinto a los que pensamos, todo para su provecho... Yo impartía pláticas pre-bautismales... Se les daba el kerygma, sacramento, bautismo, vivencia y rito. Por parte de los asistentes, algunos de los cuales nunca se acercaban a Dios e iban más bien por compromiso para bautizar a sus hijos. Con el kerygma y la poca enseñanza que se impartía, tuvimos muchos testimonios de cambio positivo en ellos.
 
Después lo sabíamos a través de otras personas que iban y que eran recomendadas por los anteriores, por el cambio que obtenían de parte del Señor Jesús. Después se quitaron estos (temas y se cambiaron) por unos que, según lo habían determinado por medio del Sínodo, eran temas quizá muy buenos pero que no tenían nada que ver (con el bautismo). Se estuvieron dando cada semana por zonas durante un mes en diferentes parroquias y no asistía la gente, sólo los que lo impartíamos. No dio resultado, quedando así, por lo menos en mi parroquia, sin pláticas pre-bautismales. La Comisión Diocesana de Laicos es otro más de sus juegos para entretenernos haciéndonos creer que ya alcanzamos cierto valor en la Iglesia por el título que tengamos.
 
Pero realmente el laico vale (por mérito de Cristo) con sólo ser Iglesia, participando como miembros vivos en ella, ya que somos el Cuerpo de Cristo, místicamente hablando. A los laicos les ha hecho creer que tienen que especializarse teniendo demasiados estudios. Es verdad que hay que estudiar, pero eso no lo es todo, puesto que Jesús no llamó a los catedráticos para que fueran sus discípulos, sino a la gente sencilla que al encontrarlo a Él decidieron dejarlo todo para seguirlo”...
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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