Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 

ACTITUD CON SAN PEDRO MALDONADO
 
Hay en la mayoría de los sacerdotes de Chihuahua una clara percepción de que a JFA no le importa nada de lo que se relaciona con el bien de Chihuahua: ni la pastoral, ni la evangelización, ni el crecimiento espiritual de los fieles, ningún aspecto de la vida de la Iglesia diocesana. Un ejemplo de lo anterior es su actitud con respecto al único chihuahuense que ha sido canonizado, San Pedro de Jesús Maldonado. Es evidente que para una diócesis tener un santo canonizado no es cualquier cosa, especialmente en México, donde son tan escasos los santos reconocidos oficialmente por la Iglesia como beatos o como santos. El mismo evento de su beatificación o canonización es ya una oportunidad para evangelizar al pueblo cristiano y enfervorizarlo en su vocación a la santidad. Cualquier diócesis, parroquia, instituto religioso tratan de aprovechar al máximo una oportunidad semejante.
 
En Chihuahua no fue así. El padre Maldonado fue beatificado por el papa Juan Pablo II el 22 de noviembre de 1992, junto con otros 24 mártires mexicanos. La noticia de su beatificación, dada por la Santa Sede diez meses antes, cayó en Chihuahua, obviamente, como una bendición del cielo. No era para menos. ¡Un santo de Chihuahua! ¡Por fin se hacía realidad un sueño alimentado por los chihuahuenses durante décadas! Pero a medida que pasaban los meses y se acercaba la fecha de la beatificación, cuando se esperaba alguna orientación, iniciativa, comisión, etc, de parte de JFA para preparar tan importante acontecimiento... Nada. La fecha se acercaba cada vez más y... nada. Parecía que se había anunciado la beatificación de un mártir francés muerto en China. La sola noticia de que estos mártires eran mexicanos hubiera sido suficiente para movernos a celebrar con gran entusiasmo, con mayor razón siendo uno de ellos chihuahuense. Una día, durante un retiro, un grupo de sacerdotes comentaron ese vacío en torno a la beatificación y se comprometieron a hacer algo por sí mismos. Sólo le pidieron al vicario general, ahí presente, que consiguiera el "nada obsta” de JFA.
 
Ellos se encargarían de todo. Con gran rapidez se organizaron varios eventos para sensibilizar al pueblo y darle a conocer la figura del futuro beato. Se mandó hacer al óleo un retrato del padre Maldonado. Se imprimieron distribuyeron grandes carteles con él. Se armó una exposición fotográfica itinerante, etc. y sobre todo se preparó una gran celebración eucarística para el día de su beatificación. A todo eso fue ajeno JFA. Para la canonización, ocho años después, el 21 de mayo del 2000, la cosa estuvo todavía peor. JFA, por supuesto, no movió ni un dedo. Pero para entonces, los sacerdotes, agobiados ya por una situación desmoralizante, no tenían ya ni la unidad ni las fuerzas ni la iniciativa para organizar algo a la altura de las circunstancias, todavía más importantes que las de 1992. Dos detalles, secundarios en sí, pero simbólicos, nos pueden dar idea del retroceso. Para la celebración de 1992 se escogió el gimnasio Manuel Bernardo Aguirre, con cupo para diez mil personas. Y se llenó. La celebración del 2000 se hizo en el gimnasio Rodrigo M. Quevedo, con cupo para cuatro mil personas. ¡Y no se llenó!. En 1992 se hizo un cartel de tamaño normal (43 por 57 cm., más o menos), muy bien impreso.
 
En el 2000 se hizo uno de 26 por 41 cm., con una impresión muy modesta. En ambas ocasiones no hubo ninguna iniciativa de la diócesis para publicar una buena biografía del mártir. Todo lo que se publicó en libros, folletos y periódicos, fue por iniciativa de particulares. En eso, como en todo, íbamos para atrás, y en lo que se refiere a reconocer a nuestro santo chihuahuense y aprovechar su figura para evangelizar, sigue sin haber nada, fuera de modestas iniciativas particulares y sin apoyo oficial.
 

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