CONCLUSIÓN
Son muchas las cosas que hemos dicho hasta aquí, aunque no son sino muestras tomadas casi al azar, sin haber hecho una verdadera investigación. Sólo recogimos lo que nos fue cayendo casi espontáneamente de los testigos y de los documentos que estaban más a la mano. Aún así, el material es abundante, y como lo hemos querido asentar tal como lo encontramos, puede dar la impresión de algo confuso o repetitivo. Por eso en este resumen queremos ofrecer de una manera abreviada las principales notas características de JFA que se desprenden de todos esos testimonios:
· Autoritarismo. La característica negativa que define predominantemente la personalidad de JFA es su concepto enfermizo de autoridad, basado en una obsesión por el poder, no en el servicio ni en la corresponsabilidad.
· Ignorancia. Su actualización en cuestiones teológicas, morales, pastorales y aun canónicas es prácticamente nula. Sus discursos, escritos y charlas revelan un empobrecido reciclado de viejos conocimientos adquiridos en el seminario o tomados a las carrera de lecturas o pláticas informales. No se le ve como un hombre de lectura sólida, actualizada, habitual. Eso lo lleva a evitar todo lo posible dar cualquier tipo de orientación a la comunidad, y cuando lo hace, desbarra.
· Falta de espiritualidad. No se le ve como un hombre de oración. Tampoco se caracteriza por una actitud de humildad, de servicialidad y de pobreza evangélica. Su estilo de vida fastuoso y su inclinación a los que tienen el poder político y económico hacen que se le perciba alejado del pueblo.
· Trato despótico. Aunque en ocasiones trata de ser gracioso y mostrar sentido del humor, su trato a las personas, tanto en lo individual como en comunidad, es áspero, reseco, ofensivo.
·Carencia de espíritu pastoral. Su espíritu pastoral y su interés por la evangelización también son prácticamente nulos. Ha mostrado con hechos que la vida cristiana de la comunidad, la difusión del Evangelio y la promoción de las obras apostólicas no le interesan en lo más mínimo. Sus iniciativas personales en este campo, cuando las tiene, jamás se refieren a cómo evangelizar mejor, sino a cómo controlar, medir, normar mejor lo que ya hay.
· Mediocridad personal. Esta característica viene a ser una expresión global de todas las demás. Es una mediocridad en grado extremo que se expresa en la actitud que tiene hacia todos y hacia todo de no dejar crecer, de frenar todas las iniciativas, de hacer una diócesis inerte, estancada y sin vida. Su concepto de orden es que nada se mueva.
Una Iglesia secuestrada
Por todo lo dicho en este libro, de lo cual el lector puede juzgar, y si es de Chihuahua puede cotejarlo además con su propia observación, se explica que algunos consideremos esta Iglesia local de Chihuahua como "una Iglesia secuestrada”. No se trata de una frase retórica para impresionar al lector. Es la expresión de una dramática realidad en la que vegeta esta pobre Iglesia de Chihuahua. Una Iglesia antes dinámica, con sus defectos y carencias, pero con muchas ganas de crecer. Una Iglesia que había ido acumulando experiencias pastorales y había ido dando pasos hacia adelante a través de cuatro periodos episcopales, se ve de pronto detenida, paralizada, secuestrada y cautiva dentro de los límites de la voluntad de un pastor mediocre, que quiere reducir a todo un clero y pueblo dinámicos a la estrecha cárcel de su mentalidad obtusa, de su ignorancia, de su falta de espíritu apostólico, convirtiéndola en instrumento de su ambición personal, de su arribismo y de su deseo de medrar a costa de un cargo que le queda demasiado grande. |