Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


¿EL FIN DEL MUNDO O LA VENIDA DE JESÚS?
Comentario a Lucas 21,25-36, evangelio del domingo 29 de noviembre del 2009, 1º de Adviento.
Pbro. Carlos Pérez Barrera
 
     Es posible que nos haya llamado más la atención de este pasaje evangélico las señales cósmicas y la angustia de la gente que nos anuncia Jesús. Todo esto nos suena como al fin del mundo. Ahora en la tele andan diciendo que los mayas predijeron el fin del mundo para diciembre del 2012.
 
     Sin embargo, lo que Jesús está comentando es la destrucción del templo y la invasión a la ciudad de Jerusalén, cosas que sucedieron 40 años después de que él lo predijo. Por encima de eso, hay un acontecimiento que es el que Jesús quiere que sus discípulos aprendan a discernir a partir de las señales sociales y cósmicas: su pascua, su triunfo sobre este mundo de muerte, su paso y su presencia entre nosotros. Éste es el anuncio principal. Nos lo dice de esta manera y suena a una muy buena noticia: "entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria” (v. 27). Como éste es el anuncio central, por eso nos invita a que levantemos el ánimo y la cabeza porque se acerca nuestra liberación.
 
     Esta noticia es la que queremos vivir intensamente este tiempo de Adviento. El Adviento es tiempo de esperanza. El adviento representa el caminar de nuestra Iglesia en el seno de la humanidad. Los cristianos de todos los tiempos han vivido tiempos muy difíciles, sobre todo en las épocas de persecución, como la que se vivía cuando el evangelio fue escrito. Hoy día también estamos viviendo momentos muy adversos. Parece que las cosas ya no tienen remedio entre nosotros, esta Humanidad se nos pierde. Pero la Palabra de Dios nos motiva a poner nuestra esperanza en Jesús.
 
     No sabemos cuándo se vaya a acabar el mundo, pero sus cosas sí se han ido acabando poco a poco, tanto las personas como las cosas pasan y van quedando atrás. Es que somos pasajeros. En aquel tiempo algunos comentaban la belleza de los adornos y las ofrendas votivas del templo, esto es lo que provocó este largo anuncio de Jesucristo sobre la destrucción del templo, la invasión a la ciudad de Jerusalén por parte de los gentiles y sobre su venida (¿final?) y la liberación (¿de quiénes?).
 
     Así hoy podríamos comentar con Jesús la belleza de nuestros templos, de nuestras ceremonias, y nuestra estructura eclesial. ¿Diría él mismo que todo esto será destruido, que no quedará piedra sobre piedra? Yo creo que sí, tanto lo eclesiástico como todo lo que nuestra sociedad ha construido, lo que va a prevalecer no es la estructura sino el hombre creado y salvado por Dios.
 
     ¿Cómo nos pide Jesús que vivamos en este momento de la humanidad, mientras las cosas llegan a su plenitud en el Hijo del hombre?
     En el versículo 28 nos dice que cobremos ánimo y levantemos la cabeza. El cristiano no puede caminar con la cabeza agachada, deprimido, derrotado, sino erguido, con el ánimo por las nubes, a pesar de las adversidades y los tropezones de nuestra humanidad. Así es el creyente que tiene bien fundada su fe en Jesucristo.
 
     En el versículo 34 nos pide Jesús que nos cuidemos de que nuestro corazón se vaya a embotar por el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de la vida. ¡Qué manera tan clara de describir nuestra vida de católicos! Lo primero que nos dice y lo primero que hacemos en este tiempo pre y navideño. Y en general la vida se nos escurre de las manos entre las preocupaciones y ocupaciones de cada día, como camarones que se dejan arrastrar por la corriente, más preocupados por el consumo inmediato que por una vida según Dios.
 
     En el v. 36 nos habla de estar en vela, orando en todo tiempo, para que tengamos fuerza y podamos estar en pie ante el Hijo del hombre. ¿Nos imaginamos a nosotros mismos viviendo así en oración constante? Si somos verdaderamente creyentes esa será nuestra vida. No precisamente que seamos muy rezanderos y persignados, eso es otra cosa. No. Una vida de vigilancia, es decir, de discernimiento, habla de la madurez del creyente que sabe leer y asimilar los diversos momentos de la historia y de su entorno. Y una vida de oración es vivir cada momento del día, en cualquier ambiente, ya sea hogar, trabajo, escuela, diversión, política, economía, etc., vivirlos en la presencia de Dios.
 
 

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