Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 


¿POR QUÉ UN CATÓLICO NO DEBE CREER EN LA REENCARNACIÓN?
 

Pbro. Carlos Pérez Barrera

Un católico no puede creer en la reencarnación, principalmente por estas tres razones:

Primera: La Sagrada Escritura no habla de ella. No encontramos nosotros que algún personaje de la Biblia se haya reeencarnado: Abraham no se reencarnó en Moisés, o el Rey David en Jesucristo, o Jesucristo en san Pablo.

Segunda: Los cristianos creemos, por la Sagrada Escritura, que Dios creó a cada ser humano, a través de la natural generación humana, como una persona única e irrepetible. Cada quien recibe la vida como una gracia especial, cada quien tiene su nombre y su individualidad ante Dios, cada quien responde de su vida y de sus actos ante su Creador. El Magisterio de la Iglesia así nos enseña: "La muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último destino. Cuando ha tenido fin "el único curso de nuestra vida terrena" ya no volveremos a otras vidas terrenas. "Está establecido que los hombres mueran una sola vez" (Hebreos 9,7). No hay reencarnación después de la muerte. (Catecismo de la Iglesia Católica, # 1013).

Tercera: La principal razón es que los cristianos creemos en la resurrección. Reencarnación y Resurrección no sólo son dos cosas distintas sino completamente antagónicas: o creemos en una o creemos en la otra. La resurrección de los muertos y de la carne, como lo profesamos en el Credo, es la verdad fundamental de nuestra Fe. El Hijo de Dios, el Verbo eterno se encarnó una sola vez, es decir, tomó un cuerpo de carne igualito al nuestro. Pero después de que fue muerto en la cruz y que probó el sepulcro, resucitó con su mismo cuerpo no en otro, así se lo hizo ver a sus discípulos: "Miren mis manos y mis pies; soy yo mismo" (Lucas 24,39). Posteriormente nosotros hablamos de que Jesucrito toma cuerpo en su Iglesia, se identifica con ella, con los pequeños, con los más necesitados, pero no en el sentido de reencarnación, porque no pierde su individualidad ni las personas la suya: "Quien a ustedes recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado" (Mateo 10,40); "Cuanto hicieron a uno de esto hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron" (Mateo 25,40).

Sobre la resurrección, nos enseña con toda claridad la Palabra de Dios por boca de san Pablo: "Ahora bien, si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos ¿cómo andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de los muertos? Si no hay resurrección de los muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe. Y somos convictos de falsos testigos de Dios porque hemos atestiguado contra Dios que resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si es que los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana: estáis todavía en vuestros pecados. Por tanto, también los que durmieron en Cristo perecieron. Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos los más dignos de compasión de todos los hombres!" (1 Corintios 15,12-19).
 

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