La Familia, Alta Prioridad
"Todas las familias felices se parecen entre sí; las infelices son desgraciadas en su propia manera”.- Leon Tolstoi
En colaboraciones anteriores hemos reflexionado sobre el objeto de la familia, la ecuación de los hijos y su desarrollo durante la vida. También nos hemos acercado al carácter legal del contexto familiar, sin embargo, es necesario fijar en el plano filosófico y sociológico a la familia y explicar los requerimientos básicos de su estructuración. Para iniciar, y contraviniendo a muchos psicólogos, la familia necesita condición sinequa non, de de una autoridad que se ejerza en lo ético, en lo moral, en lo afectivo, en lo económico y en lo social.
Los padres deben ser clásicos, es decir, dignos de ser imitados por sus hijos y enseñarlos a amar al prójimo próximo, diría Pancho Flores. En efecto, esa enseñanza traería resultados excepcionales para la convivencia humana en lo general. Pero ¿qué sucede en la realidad? Concientemente o no, enseñamos a envidiar, a odiar, a ofender, a mentir, a marginar, a cuestionar todo con un claro afán anárquico. Se enseña a estar "en contra de todo y a favor de nada” Al paso de los años, al ver a nuestros hijos adolescentes, nos espantamos de sus actitudes y de su conducta.
El educando que vive dentro de un ambiente de odia aprende a odiar; el que presencia actos cotidianos de envidia, aprende a no valorar en su justa dimensión a las personas y los hechos que dentro de atmósfera social suceden y surge un nuevo envidioso en el mundo. Quien vive dentro de un claro ambiente de violencia será violento o será un ser medroso sin iniciativa y fácil de manipular, vamos, será carne de cañón para las pandillas y grupos delictivos donde sentirá una gran admiración por "el jefe” que en realidad es la figura paterna, agresiva y brutal que tanto lo presionó durante su infancia. Los padres mentirosos hacen hijos mendaces y fabrican seres que muy pronto se ganan el rechazo de sus amiguitos.
En muchos hogares no es posible enseñar a amar, por la sencilla razón de que el esposo no ama a la esposa o viceversa, convirtiendo en una pesadilla infernal el seño familiar, por lo cual es menester insistir en el hecho de que los legisladores, en lugar de hacer trastupijes con sus "modestas influencias” deben analizar a fondo la formación de la familia, los derechos y obligaciones de los cónyuges y su sana convivencia en núcleos de amor y respeto. ¿Es mucho pedir, señores legisladores? La ética se integra de aspectos generales de la existencia humana a través del tiempo, como por ejemplo su valor fundamental: la bondad, entendida como la acción solidaria hacia el prójimo y generando los valores derivados como: la justicia y la equidad. La ética es, en síntesis, la ciencia del comportamiento moral de los seres humanos en la sociedad. El maestro Adolfo Sánchez Vázquez nos dice:
"La moral, por su parte, es un sistema de normas, principios y valores que regulan las relaciones mutuas entre los individuos, o entre ellos y la comunidad, de tal manera que dichas normas tienen un carácter histórico y social, se acaten libre y concientemente, por una convicción íntima y no de un modo mecánico e impersonal” A esto se debe aspirar en la familia. Debemos apropiarnos y hacer nuestros los valore y normas éticas y morales, para que con nuestro ejemplo logremos trasfundir a los hijos conductas ejemplares. La escuela y el magisterio deben coadyuvar y consolidar tales normas, principios y valores en virtud de la educación. Lamentablemente sólo es bueno el maestro que se somete al yugo d la ignominia de la dirigencia sindical y son aplicados a la grilla y al trabajo partidario. Ojalá que las próximas generaciones de profesores ubiquen sus niveles de dignidad a la altura que exigen la niñez y la juventud de México, es decir a la altura que nos presentan la ética y la moral.
La axiología de los valores deben estar presente en cada hogar de las familias mexicanas y rescatar la vinculación familiar que fue brutalmente destruida por "el capitalismo salvaje” durante los últimos treinta y cinco años a causa de la enajenación consumista que generó los tenebrosos valores económicos muy al estilo de "american way of life”, nada más que con los salarios de miseria que se pagan aquí, de este lado. El resultado fue más que evidente; todos los miembros de la familia a trabajar, para contar con los recursos de adquisición de productos y servicios que nos ofrecen sin pedir permiso los medios de comunicación masiva. La cruel realidad nos mostró a las familias luchando denodadamente para ganar el dinero suficiente que cubriera los crecientes gastos para desintegradas, y en muchos casos enconadas. Creciendo los índices de divorcios, de hijos abandonados y de mujeres "dejadas”.
Los valores económicos superaron con mucho a los valores tradicionales de las familias mexicanas que fomentaban la cordialidad, el respeto y la convivencia entre sus miembros. Hoy se vive en medio de un pragmatismo puro y poco importan los hijos; hay que tener dinero para las tarjetas de crédito, par el teléfono, para el cable, para el celular, para l auto, aunque tengamos que trabajar en dos, tres y hasta cuatro lugares y por ende no veamos en todo el día a nuestros hijos. Son los hijos del consumo y de la desesperanza. Por eso son como son, que no aman, se apasionan y procrean hijos "madafáquer” que el día de mañana pasarán a ser los maleantes que depredan a la sociedad, porque nadie los quiere y ellos no quieren a nadie. Habrá una segunda parte de estas delicadas reflexiones. ¿Luchemos todos por la familia integrada! ¿Hagamos los esfuerzos que sean necesarios para que se conozcan y s comprendan las leyes de la familia, así como su recta aplicación! Sergio Armendáriz Royval |