Y tú…¿en qué te comprometes?
Es bien cierto que las sociedades tienen los gobiernos que se merecen. Por supuesto, este axioma de la sabiduría popular no nos deja bien parados. El ciudadano mexicano, con culpas y disculpas de pos medio, no es sujeto fácil de gobernar.
No es, por ejemplo ni con mucho, un cumplidor modélico de la ley, por el contrario, cada ocasión que tiene para burlarla así procede y, en todo caso siempre busca que la ley o la justicia., como reza otro refrán popular, se cumpla "en los bueyes de su compadre Filemón”. La obediencia a la ley quizás sea el aspecto más importante con el que debe, caracterizarse a un buen ciudadano, porque la ley es en su sentido roussoniano, la expresión de la voluntad ciudadana. Al obedecer la ley, decía la genial fórmula del filósofo ginebrino, el ciudadano no hace sino obedecerse a sí mismo en la medida que la ley es el juicio de cada uno y de todos al final el juicio de la mayoría, respecto de cuál debe ser el destino de los asuntos públicos.
Ni más ni menos. La ley en México es un reto a nuestra perversa imaginación, no constituye en el imaginario colectivo una cuestión que revista mayor seriedad, no nos vincula porque no entendemos que en ella se traduce la decisión de la mayoría, formulada y formalizada por nuestros representantes populares. Es un reto a nuestro ingenio para buscar la manera de saltárnosla, darle la vuelta o de plano sacarle provecho torciendo sus fines últimos, los objetivos sociales y valores que4 están detrás de ella. Y, precisamente, ésta es la parte que los mexicanos no solemos ver, estamos ciegos ante el hecho de que lo que motiva en última instancia a una norma jurídica general y obligatoria, como son técnicamente las leyes, es hacer posible en la realidad los valores superiores que sociedad persigue. En consecuencia al violar la ley, al tergiversarla, estamos traicionando esos valores y estamos dando al traste con la consecución de los objetivos, y aquí sin demagogias, perseguidos por todos, seguridad, educación, bienestar, salud, medio ambiente sano, etc.
Estoy convencido de que en estos casos por demás difíciles momentos en que vive México, a más de la protesta e indignación pública con que nos hemos manifestado, a más de las marchas y las denuncias, el elemento equivalente de la formula "¡si no pueden, renuncien! Que se ha convertido en sentencia generalizada y que a partir de entonc3s se le machaca en cada esquina a nuestros gobernantes, los gobernados, por nuestra parte, habremos de decirnos unos a otros, Y tú..¿en qué te comprometes? Con independencia de la traducción que haga cada uno de esa sentencia, es obvio que el compromiso más importantes y trascendente del ciudadano es y será el cumplimiento de la ley. Tengo de mí que, por más malas que sean las leyes mexicanas, es peor su desobediencia entendida ésta a la manera de Sócrates. El cumplimiento de la ley era para el filósofo griego la conducta inequívoca que debía asumir el ciudadano justo y, atención, dije el ciudadano justo. En efecto, para que haya un gobierno justo es menester que existan ciudadanos justos, la fórmula no funciona a la inversa. Parece absurdo pensar en gobiernos justos con ciudadanos mediocres, violadores de la ley, tramposos y que se pasan de listos.
De donde la fórmula: cada pueblo tiene el gobierno que se merece comporta en el fondo este equilibrio ético soslayable. Por supuesto que un gobierno injusto con ciudadanos justos, suena a revolución: un gobierno de justos con ciudadanos injustos… también. |