Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


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LOS HOMOSEXUALES, ¿NO ENTRARÁN EN EL REINO DE DIOS?
Sábado 5 de diciembre del 2009
Carlos Pérez B. pbro.
    
     Hace unos días el cardenal mexicano Javier Lozano Barragán, presidente emérito del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud (un departamento del Vaticano), declaró ante un medio de comunicación italiano que decía san Pablo que los homosexuales no entrarán al Reino de Dios. Esta declaración levantó bastante ampolla en los medios de todo el mundo, especialmente en las personas y organizaciones que defienden los derechos de las personas independientemente de su orientación sexual.
 
     Lo que dijo el cardenal es cierto, sí lo dijo el apóstol, lo leemos en la primera carta a los Corintios: "¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios. Y tales fuisteis algunos de vosotros. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6,9-11).
 
     Lo que pasa es que hay muchos pasajes de la Sagrada Escritura que, para entenderlos adecuada y cristianamente, debemos situarlos en su contexto cultural y en su contexto bíblico, pero sobre todo, darles una explicación en coherencia con el santo Evangelio, con las enseñanzas más centrales de Jesucristo. Esto debió haber hecho inmediatamente el cardenal citado, y no dejar las cosas así, que ofenden a muchas personas. Quizá su mentalidad conservadora no lo movió a ir más allá.
 
     Ya hemos tenido experiencias en las que nos hemos equivocado por sostener, de una manera fundamentalista, lo que la Biblia nos enseña y que fue dicho en otro tiempo, en otra cultura y en otro contexto, muy distintos a los nuestros. Un ejemplo es el caso de Galileo, quien demostró que era la Tierra la que la daba vuelta al Sol y no al revés como sostenía la Iglesia aferrándose al geocentrismo de la Biblia.
 
     Imagínense lo que dirían los astrónomos hoy día si les citamos las palabras que escuchamos en el evangelio hace unas tres semanas: "las estrellas caerán del cielo” (Marcos 13,25), con lo inmenso que es cada una de ellas.
 
     O la reacción de las organizaciones de la sociedad civil si les decimos cuál es el lugar que Dios les ha asignado a las mujeres según la Biblia: "Las mujeres sométanse a sus maridos, como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer” (Efesios 5,22-23).
 
     Incluso hasta la guerra santa y la venganza encuentran un buen fundamento en la Biblia. Son numerosos los pasajes que nos hablan de acabar con los enemigos de Dios y de su pueblo. Un ejemplo: "Persigo a mis enemigos, les doy caza, no vuelvo hasta haberlos acabado; los quebranto, no pueden levantarse, sucumben debajo de mis pies” (Salmo 18,38).
 
     Toda la Sagrada Escritura los cristianos la miramos a través del cristal de nuestro Señor Jesucristo, de sus enseñanzas, de su Persona. Por ello tratamos de explicarnos lo que san Pablo está diciendo acerca del libertinaje sexual que distinguía a aquel puerto marítimo, Corinto, en el que vivía una primitiva comunidad cristiana. Y no era sólo el libertinaje sexual, que contaminaba de alguna manera la vida de los cristianos de ese lugar, sino también el culto a los ídolos, culto que se practicaba con ingredientes sexuales. San Pablo no tuvo a su alcance los conocimientos actuales de la psicología, de la ciencia médica, de las culturas y religiones que ahora nos hacen ser más tolerantes con la diversidad.
 
     Atentos al respeto y acogida que tuvo nuestro Maestro con las diversas culturas, razas, nacionalidades, religiosidades, etc., y sobre todo a su anuncio de la salvación para los excluidos y diferentes, podemos afirmar que la orientación sexual no es un requisito o condición para entrar en el Reino de Dios. Y aquí en el mundo todos debemos aceptar a las personas en su dignidad, sea cual sea su orientación sexual. Esto no quiere decir que estemos de acuerdo con el ejercicio que algunos hacen de esa sexualidad. El sexualismo, homo o hétero, tal como se promueve en nuestros tiempos actuales, es lo que no aceptamos, porque profesamos que todos los seres humanos debemos ser más fieles a la naturaleza que Dios imprimió en sus creaturas. Y en este terreno estamos dispuestos a debatir con la sociedad.
    
    
 

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