MÁS QUE HACER COSAS, SER DE JESÚS
Comentario a Sabiduría 7,7-11 y Marcos 10,17-30, primera lectura y evangelio del domingo 11 de octubre del 2009. 28º ordinario.
Pbro. Carlos Pérez Barrera
La sabiduría de la que habla la primera lectura, no es lo mismo que la inteligencia o la ciencia, el cúmulo de conocimientos de este mundo. La sabiduría de la que nos habla el libro de la Sabiduría es ese rayo de luz que viene de Dios, que ilumina la vida desde sus honduras, que nos introduce en los misterios de Dios. Esta sabiduría es preferible a la salud y la belleza, no se diga a la riqueza material, por grande que sea ésta. (Repase usted el texto bíblico, es breve).
¿Cómo hacerle para despertar en nosotros ese atractivo por la sabiduría que viene de Dios?
En la sabiduría de la que habla el Antiguo Testamento, la iglesia ha identificado al Hijo de Dios, la Palabra eterna. Si se trata del Hijo de Dios, entonces comprenderemos con más claridad que el conocimiento de Jesucristo supera cualquier otro conocimiento, y su atractivo a cualquier otro atractivo.
Esto es lo que vemos en el evangelio. Un hombre se acercó a Jesús. Su pregunta es la pregunta crucial de todo ser humano (al menos de los que piensan un poco), la pregunta sobre la vida eterna, la vida verdadera.
Para los judíos el acceso a la vida consistía en "hacer” cosas. Un buen judío se distinguía por su observancia de la ley, cosa que después san Pablo llamará "las obras de la ley”. Jesucristo va a trasladar a este hombre del hacer al ser.
Tenemos pues en este hombre a un judío cumplidor, observante de la ley de Moisés, como él mismo lo dice, "desde su juventud". En este hombre vemos reflejados a todos nuestros buenos católicos, bautizados, con Primera Comunión, confirmados, que van a misa los domingos, que rezan, que no roban, ni matan, ni comenten adulterio, que se identifican en su religión católica por los "actos” religiosos. ¿Qué les falta para alcanzar la vida eterna? Lo principal. La vida eterna no está en nuestras "buenas y devotas obras”, sino en una Persona, en pertenecerle a él. La vida eterna está en Dios a quien nos viene a revelar su Hijo único. Por eso, si quieres esa vida verdadera, deja todo y vete detrás de él, para que seas completamente de él.
Si quieres pertenecerle a Jesús, no importa lo que dejes, no tiene valor, aún las riquezas más grandes. Pero son precisamente las cosas las que nos atan para poder seguir y pertenecer a Jesús: los quehaceres, los negocios, el afán del dinero, del tener y del poder*. Uno es el absoluto y todas las demás cosas son relativas, están en función de ese Absoluto.
El seguidor de Jesús es un hombre o una mujer que camina en libertad. El esclavo de las cosas no puede ser su discípulo, como este hombre que dio media vuelta y siguió su propio camino.
Y una vez que le pertenezcas personalmente a Jesús, entonces, como consecuencia, tus quehaceres serán otros: salir a pescar a otros para Jesús, proclamar su Buena Nueva, el amor de Dios para los más pobres, a quienes Jesús pone como el lugar de la verificación de la autenticidad de su seguimiento.
¿Cómo traducir este llamado de Jesús a vender todo, a entregárselo a los pobres y seguirlo, en este mundo moderno tan tecnificado como nunca se lo imaginaron las gentes del siglo primero de nuestra era? Porque luego dicen que los cristianos más radicales son enemigos de la ciencia y que desprecian este mundo creado y todas las realidades humanas. A mí se me hace sencillo y comprensible decirlo con estas palabras: pon todas las cosas al servicio de Jesús: tus bienes, la tecnología, el progreso, tu ideología, tus estudios y conocimientos, hasta los recursos materiales, que todo esté en función de la Obra de Jesús que es la liberación de los pobres y consecuentemente la salvación de este mundo.
* (A políticos y eclesiásticos, tan amantes del poder, el libro de la Sabiduría nos dice que el espíritu de Sabiduría es preferible a cetros y tronos). |