Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


14 de mayo 2010

SECRETO DE CONFESIÓN

PERDÓN AL ARZOBISPO JOSÉ
MENSAJE AL ARZOBISPO CONSTANCIO 
Lorenzo  Pérez A.
  Me hablaba con voz jadeante. Lúcido en sus ideas y firme en su determinación. Le dije con voz pausada que aparte de arrepentirse de sus pecados tenía que perdonar. Una media sonrisa se dibujo en su rostro desencajado. A cambio del perdón al arzobispo anterior, no sé cómo le di mi palabra y asumí el compromiso de llevar el mensaje al nuevo prelado Constancio, conocido como "Chacho” entre curas y seminaristas de su tiempo.
En unos cuantos minutos, que me parecieron eternos, me puso al tanto, de manera atropellada, de la importante, así como ineludible misión que me encomendaba. La enfermera me urgía con mirada inquisidora a que me retirara y dejara al paciente quien se encontraba grave en el área de Terapia Intensiva.
¿Recuerdas que fui de los pocos sacerdotes, o tal vez el único que no asistió a la toma de posesión del arzobispo? Les dije que mi ausencia se debió a que me sentí mal y no mentí del todo porque fue cuando comenzó el dolor agudo en el estómago. Pero sí estuve presente en la toma de posesión del Arzobispo Constancio en el Gimnasio Manuel Bernardo Aguirre, disfrazado de laico, con unos lentes oscuros, contemplando el panorama ceremonial desde lo alto de las gradas. ¡Esto ya empezó mal!, me dije al ver el boato y la solemnidad del aparato eclesiástico: el delegado apostólico, los obispos, sacerdotes y seminaristas en toda su pompa. Las monjas no, por supuesto. El poder de la cúpula religiosa en todo su esplendor. Sentí un piquete en el abdomen cuando apareció el malencarado de don José. En la duela del gimnasio, al frente, los invitados especiales: políticos, empresarios y ciudadanos importantes. ¿Y los pobres, y las madres de hijos ejecutados, y los familiares de las jovencitas asesinadas, los desempleados y los indígenas urbanos? Nuestro nuevo dignatario no dirigió una Palabra como la demandaban el momento y las circunstancias dolorosas de Chihuahua, fue un mensaje desabrido y diplomático. Abandoné el lugar al comienzo del Padre Nuestro. El boleto para la comida, en el Centro de Convenciones, se lo regalé a una catequista porque presentía que iba a ser testigo de un banquete de bienvenida jerárquica y política, nunca evangélica. Y no me equivoque, según me confirmaron después.
Al padre Eleazar lo sorprendió, de manera repentina, un acceso de tos seca y rasposa que le hacía encorvar el cuerpo. De inmediato acudió la enfermera y me dirigió una mirada acusadora de ser yo el responsable. El sacerdote enfermo le hizo señas con la mano de que esperara un momento, ella con la jeringa introdujo un calmante en la sonda y el sacerdote escuchó la recomendación enérgica de que no se agitara. ¿Te acuerdas cuando nos dieron la esperada sorpresa de que se iba don José? "Siempre había esperado que me fuera concedido vivir la sucesión de Fernández Arteaga. Esta esperanza se ha cumplido, pero en un sentido totalmente contrario al que yo y todos los que aguardábamos un Arzobispo en la línea de don Adalberto y del concilio Vaticano II, hubiésemos deseado”. No frunzas el ceño, me amonestó con palabras balbuceantes. Todos sabíamos que Chacho no había sido líder y alumno brillante en el seminario. Y ahora nos causaba pánico el presagio del teólogo evangélico, Kart Barth, estudiado en los años ecuménicos conciliares: "¿Cómo se explica que el ascenso de un hombre por el escalón de las dignidades eclesiásticas vaya acompañado casi siempre del descenso de su apertura, de su agilidad mental y su responsabilidad teológica?”. Tú sabes bien cómo se las gasta el nuncio y el Vaticano para elegir a los obispos. Y las supuestas consultas sólo cubren apariencias porque el "dedazo” divino termina imponiéndose. ¿Tú crees que les preguntaron a religiosas y laicos acerca de a quién consideraban idóneo, entre los sacerdotes de la arquidiócesis, como pastor de nuestra comunidad? Aún así, reconozco por la fe, que Dios se vale de almas sencillas para realizar grandes obras, allí está el caso de Juan XXIII, hijo de campesinos.

Acerco la silla a la cama del padre Eleazar para escuchar con más precisión sus palabras entrecortadas. Chacho tiene que poner los pies en la tierra porque hasta ahora actúa con la convicción de que no pasó nada en nuestra Iglesia local y por lo tanto no hay historia en nuestra comunidad católica. ¡Mira qué fácil! ¿Y el desastre episcopal y religioso dejado por don José, quién lo va a reparar? ¿Y las heridas aún vivas en sacerdotes, laicos y religiosos quién las va a curar? Los hechos y las piedras gritan y denuncian: ¡dejó la Iglesia hecha un desastre! Dile al Arzobispo que lea, estudie y medite el documento JFA (José Fernández Arteaga) y luego investigue y pregunte, para que compruebe que no son cuentos ni chismes. Por supuesto que el Chacho no se va a dejar secuestrar por la gente que dejó don José, ¡Dios nos libre! Si de veras quiere convertirse en Pastor de esta dolida comunidad tiene que comenzar por el recuento de daños heredados por su antecesor y, sobre todo, necesita tener claro hacia dónde quiere conducir la Arquidiócesis de Chihuahua.
Adviértele que no se mareé con el prurito de funcionario y dignatario eclesiástico, sino que se revista con el sayal de pastor y servidor, como Jesús.
Padre, guarda mucho resentimiento. No me salgas con sermones blandengues ni me mires desconcertado como si te hablara en arameo, me conminó con la exasperación permitida por sus mermadas fuerzas. Tú conociste los dolores, enfermedades y angustias de tus hermanos sacerdotes, religiosos y laicos sufridos por las arbitrariedades de un Arzobispo enfermo de poder institucional. A estas alturas el padre Eleazar sufría espasmos, como descargas eléctricas de pies a cabeza, aparte de que un sudor frío le corría por la frente. Dios me perdone, pero yo culpo al Arzobispo don José Fernández Arteaga del suicidio del sacerdote Enrique López, a quien por cariño les decíamos "Piolín”. Padre Eleazar, es muy delicado lo que dice. ¿Por qué te escandalizas? Tú estuviste en aquella reunión de curas donde el padre Enrique, tenso y ensimismado, nos confesó, unos días antes de su fatal determinación, casi a punto de llorar, que se sentía abrumado y estresado con la sobrecarga de tareas que le asignaba una y otra vez el Arzobispo.
Dile a Constancio que tenga la libertad de los hijos de Dios y que vestido de manera humilde se suba a los camiones para recorrer las colonias y vea cómo viven sus fieles pobres de la periferia. Don José era muy servil y hasta parecía subordinado a los altos políticos y a la gente del poder. Pídele a Chacho que los domingos visite las parroquias, como un feligrés sencillo, y compruebe que en algunos templos acuden a misa unos cuantos fieles y escasos jóvenes. Sugiérele que no se vaya a encaramar, a piedra y mármol, en su palacio arzobispal. Nuestra Iglesia se derrumba y a nadie parece importarle.
Ya no hable, padre. La enfermera daba vueltas como centinela y con su gesto me ordenaba que dejara en paz al padre Eleazar. El sacerdote con un semblante afiebrado insistía en darme indicaciones. Aunque ya lo debe saber, recálcale al Arzobispo Constancio sobre el virus de la homosexualidad que ha atacado a más de un sacerdote. ¿Recuerdas el bochornoso y descarado espectáculo que presenciamos ante aquel par de curas en una reunión del presbiterio? Y a ti también te tocó ser testigo del laico intachable que nos contó escandalizado la increíble historia de que la homosexualidad se había colado al seminario.
Quisiera creer que el Arzobispo Constancio no es arrogante ni presuntuoso para escudarse en el "yo no quiero parecerme sino a Constancio”. Pídele que profundice y asuma la biografía de Óscar Arnulfo Romero quien dejándose llevar por el Espíritu pasó de obispo sencillo y conservador a profeta y mártir. "Crecido en el seno del establishment eclesiástico, las inmensas necesidades de la gente y el asesinato de un amigo sacerdote cambiaron su vida e hicieron de él un comprometido defensor de los derechos de su pueblo oprimido”. A don José no le interesaban sus curas y monjas, menos se iba a desvelar por los fieles. ¿Y que hicieron Roma, los nuncios y la Conferencia del Episcopado ante este cacique eclesiástico?: darnos la espalda. Hasta presumía Fernández Arteaga de tener un cabildero en el Vaticano que le paraba las denuncias. Este calvario fue de años y parecía eterno. De su devoción por el dinero, su afición al alcohol y su simpatía por el PRI no te digo nada, mejor si te interesa, léelo al detalle en el documento.

En esa carpeta amarrilla está el mensaje, escrito a conciencia, dirigido al Arzobispo Constancio donde describo y anoto una completa crónica con hechos, actores y fechas. Es una historia desgarradora de sufrimientos, dolor y lágrimas. Él sabe si tira el fólder a la basura. Ahora sí, ¿me puedes dar la absolución en latín? Muero en paz con mi conciencia, con Dios y con la Iglesia. El padre Eleazar se quedó dormido, con una sonrisa de tranquilidad en su rostro cenizo. Yo abandoné la clínica con los ojos llorosos y con el alma y el corazón desgarrados. Unos días después moría el sacerdote, hermano, y amigo tan querido padre Eleazar, invadido de cáncer desde el duodeno, metástasis dijeron los médicos.
El encargo-mensaje me quema las manos. Como ignoro hacia dónde dirigirá esta Iglesia el Arzobispo Constancio no quiero exponerme. Mejor opto por enviárselo por correo de manera anónima. Quizás no llegue a su destino. Si se lo confiscan o si se lo entregan y lee el escrito del padre Eleazar, la misión se cumplió. Como elegido de Dios y hombre de fe creo en los milagros. De todos modos, por intuición y perspicacia, le saqué copia al documento en caso de que la historia demande testimonios. Poco tiempo después se corrió el rumor, en el medio religioso católico, de que el padre Eleazar había terminado sus últimos días desquiciado, con delirios y gritando como un loco.
 

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