19 demayo 2010
Los legionarios de Cristo: ¿Refundación o supresión? Por DIZÁN VÁZQUEZ Mucha tinta se ha gastado en estos meses sobre la posible suerte que les aguarda a los legionarios de Cristo a partir del reconocimiento oficial del instituto religioso sobre la vida depravada de su fundador, Marcial Maciel. Voy a gastar también yo un poco de tinta en el tema, y no creo que sea una intromisión, pues el escándalo en el que se ha visto envuelta la Legión está afectando a toda la Iglesia, restándole confianza y credibilidad. Basta echarles un vistazo a los medios, que nos machacan el asunto día y noche. El 30 de abril pasado se reunieron altos funcionarios de la Curia Romana con los cinco obispos comisionados por el papa Benedicto XVI para hacer una visita apostólica (una investigación de primera mano) a los legionarios de todo el mundo. El 1 de mayo la Santa Sede dio un comunicado sobre dicha visita, en el que reconoció, ya sin ambages, que "Los comportamientos gravísimos y objetivamente inmorales del P. Maciel, confirmados por testimonios incontestables, representan a veces auténticos delitos y revelan una vida carente de escrúpulos y de verdadero sentimiento religioso”, cosa que se estuvo negando durante muchos años, tanto por la cúpula de la Legión como por la misma Santa Sede. Sin dar todavía una solución al problema, la declaración adelanta que es necesario redefinir el carisma de la congregación, revisar el ejercicio de la autoridad que se da en ella y ayudar a los miembros de la Legión a preservar su vocación, que en último término proviene de Cristo y no del fundador. Sobre esta "redefinición” de la Legión se están haciendo muchas conjeturas y yo me atrevo a hacer una más. Quiero dejar en claro que esto lo hago con un profundo respeto y aprecio hacia los buenos legionarios, que son la mayoría, así como los miembros del Regnum Christi, a quienes la Iglesia y la sociedad deben numerosas obras de auténtica evangelización, santificación y servicio. Creo que lo que verdaderamente les conviene a los legionarios es que el papa suprima la congregación, aunque parezca una medida muy dura. No sería la primera vez que esto sucediera en la historia de la Iglesia. Ya pasó con los templarios (fundados en 1119 y suprimidos en 1312), los jesuatos (fundados en 1335 y suprimidos en 1668) y los jesuitas (fundados en 1534 y suprimidos en 1773, pero restablecidos en 1814), y eso que la supresión de ninguna de estas tres órdenes tuvo que ver con vicios de origen o de sus fundadores. La razón de la necesaria supresión o total desaparición de la Legión como tal, vinculada a su fundador Marcial Maciel, es que la historia no perdona. Si la Legión solo es refundada o revisada o corregida, esto no impedirá que en el futuro se le siga vinculando a Maciel, lo cual será condenar a los legionarios actuales y a los futuros a cargar con un peso insoportable. Dentro de 300, 500 o mil años, los legionarios tendrán que seguirse remitiendo a su fundador y entonces inevitablemente se hablará de lo mismo: de la figura tenebrosa de su fundador. Todas las órdenes religiosas, al sentir necesidad de refundarse o de reformarse, dado el inevitable desgaste que el paso del tiempo va obrando en el primitivo fervor, vuelven siempre a la figura del fundador, por ejemplo san Benito, san Francisco, san Juan Bosco, y encuentran en él aliento para renovarse en su seguimiento de Cristo según el carisma del fundador. La figura del fundador es para todas las órdenes motivo de gozo, de inspiración y de legítimo orgullo. Pero, ¿qué van a hacer los legionarios al volver a sus orígenes? No encontrarán sino motivos de vergüenza y de horror. Es necesario, pues, que la Legión como tal sea suprimida, cancelada, que no exista ya en adelante ninguna congregación fundada por un tal Marcial Maciel. Que la historia solo diga que este fundó una congregación que duró 70 años y que luego se acabó. ¿Y qué hacer entonces con los actuales legionarios de Cristo y con los miembros del Regnum Christi? El valor de ellos no está en relación con Maciel sino con Cristo, que lo llamó, y con la Iglesia, de la cual forman parte y a la cual sirven. Pueden formar otra congregación con otro nombre, con otros estatutos, con otros fundadores (la nueva fundación puede ser colegiada, como la de los Siervos de María), o bien, de acuerdo con la Santa Sede, pasar a formar parte del clero diocesano. Corresponde, obviamente, al papa establecer las normas para que este proceso se realice y para ver cuales bienes e instituciones se le van a adjudicar a la nueva congregación. En fin, ¡que Dios ilumine al papa Benedicto para que disponga lo que más conviene a los legionarios y a la Iglesia! (Mayo 2010). |